PERFIL DE LA CAMPEONA DE ROLAND GARROS

Mitad vasca, mitad venezolana, Garbiñe Muguruza eligió ser española

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Garbiñe Muguruza escucha emocionada el himno español tras ganar Roland Garros. (Reuters)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

“Yo soy Garbiñe. Si me comparan con Arantxa o con Conchita, genial, pero yo prefiero que la gente piense que ha llegado una nueva jugadora, una Garbiñe. Yo soy Garbiñe, una tenista diferente, y ha llegado la hora de Garbiñe”. Así, echada palante, es Garbiñe Muguruza, que no se mira en otro espejo que el que refleja su silueta de modelo y su sonrisa de estrella de Hollywood.

Venezolana por parte de madre –Scarlet Blanco– y vasca por parte de padre –José Antonio, un empresario eibarrés que decidió hacer las Américas–, Garbiñe Muguruza es la pequeña de tres hermanos cuyos nombres, como el suyo, parecen sacados de Ocho apellidos vascos: Asier e Igor.

Pero, mitad vasca y mitad venezolana, Garbiñe Muguruza siempre quiso ser española. Por eso decidió jugar oficialmente a partir de octubre de 2014 bajo la bandera de España. Porque Garbiñe nunca fue pusilánime ni indecisa cuando tuvo que elegir un camino: la bandera, el entrenador, el preparador físico o dónde ubicar su residencia, ahora en Ginebra (Suiza).

«Papá, quiero ser tenista»

Garbiñe tiene también esencias de Cataluña porque en Santa Coloma de Cervelló, en la Academia Sergi Bruguera, cogió por primera vez una raqueta mientras sus hermanos intentaban hacer carrera en el tenis con menos éxito y determinación que la pequeña de la familia.

“Quizás sea mi parte vasca, pero nunca he tenido dudas, desde pequeña quería ser profesional del tenis”, recuerda Muguruza apelando a esa cabeza dura que ha marcado no sólo su carrera, sino su vida.

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Garbiñe Muguruza celebra el triunfo en Roland Garros. (Reuters)

Fue deprisa y con éxito por las categorías inferiores, a toda pastilla, hasta que con 17 años comenzó a pelear por un puesto en el circuito WTA. La entrenaba entonces Alejo Mancisidor, un irundarra afincado en Barcelona. De su mano vivió Garbiñe Muguruza su primer título, en Hobart 2014, recién superada una lesión de tobillo que la había tenido seis meses K.O.

Una lesión de tobillo

“Una lesión es lo peor, frustrante. No hay nada peor para un deportista que no ejercer como tal. Estar sentada en una silla mientras ves jugar a las otras resulta muy duro, pero también me ayudó a valorar lo importante que es poder hacer lo que más quieres”, contaba Garbiñe.

Su salto a la fama, a las primeras páginas de los periódicos y a los focos del tenis femenino fue en 2014. Era la segunda ronda de Roland Garros y derrotó contra todo pronóstico por doble 6-2 a Serena Williams. Había nacido una estrella.

Wimbledon la consagró

Se consagraría el año pasado al alcanzar la final de Wimbledon, que perdería precisamente contra Serena. Justo después rompió con Alejo Mancisidor y se puso en manos de un técnico francés residente en Estados Unidos, Sam Sumyk. “Con los años uno quiere un cambio, así que fue lo que se dio. Con Sumyk busqué algo completamente diferente, a alguien que hubiera vivido lo que es el top de verdad. Y di ese paso extra que buscaba y que creía me hacía falta”, dice Garbiñe.

Un carácter explosivo

Con Sumyk ha vivido escenas casi propias de un matrimonio mal avenido, como en La guerra de los Rose. Quizá porque a Garbiñe a veces le pierde esa pasión, ese carácter caribeño. “¡Dime algo que no sepa!”, le espetó a la cara al técnico en pleno intercambio de pareceres durante un partido. Y otra vez le contestó con cara enfadada: “Yo no me muero por una bola”.

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Garbiñe Muguruza ya conoce a sus rivales en el Torneo de Maestras

Porque Garbiñe ni se encoje ni se intimida. Será por sus 182 centímetros y porque su tenis a veces despide fuego por la raqueta: “En el circuito no hay amigas, no hay espacio para la emotividad”.

Bestia en la pista, belleza fuera

“Soy coqueta, supongo que me viene de mi parte venezolana”. En la pista Garbiñe Muguruza viste la línea Adidas de la diseñadora Stella McCarthy, pero fuera se pone de largo para dejar sin aliento a más de uno.

En ocasiones va al cine y siempre que puede desata su adicción a las series y películas en el ordenador, escucha música y, sobre todo, juega al tenis con una competitividad impropia de su edad y con ese carácter que a veces le pasa factura. “Voy aprendiendo a controlarme. Me han pasado tantas cosas en tan poco tiempo, que a veces necesito parar y organizarme”.

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