Éste es el truco definitivo para conservar los arándanos durante mucho más tiempo


Los arándanos son una de esas pequeñas maravillas que no solo aportan un sabor delicioso a nuestros platos, sino que también ofrecen múltiples beneficios para la salud. Estos frutos, de tamaño pequeño y color vibrante, son ideales para incluir en desayunos, batidos, postres o incluso ensaladas. Sin embargo, a pesar de ser tan apetecibles y saludables, tienen un punto débil: son extremadamente perecederos. Pero, ¿sabías que con un truco muy sencillo para conservar los arándanos puedes lograr que se mantengan frescos y sabrosos hasta dos semanas?
La razón principal por la que los arándanos son tan delicados está en su fina piel y en la gran cantidad de agua que contienen. Esto hace que sean muy susceptibles a la humedad y a las condiciones ambientales en las que los guardamos. Cuando se acumula humedad alrededor de ellos, comienzan a arrugarse, a perder firmeza y a pudrirse o a formar moho. Por eso, el primer paso para alargar su vida útil es controlar esa humedad y evitar que el aire quede estancado a su alrededor.
¿Cómo conservar los arándanos?
Al llegar a casa, muchas personas dejan los arándanos dentro del envase de plástico o cartón en el que vienen, lo cual es un gran error. Esos recipientes sólo están diseñados para transportar los frutos, no para almacenarlos durante mucho tiempo, ya que dentro de los mismos apenas circula el aire y se acumula mucha humedad, lo que acelera su descomposición.
Por lo tanto, lo mejor es sacarlos de ese envase. Aprovecha para revisarlos con calma, eliminando aquellos que estén dañados, blandos o con manchas. También debes quitar cualquier hoja, tallo o resto que pueda haber quedado mezclado. Esto previene que esos elementos provoquen un ambiente más húmedo y contaminado.
Una vez seleccionados y limpios, el siguiente paso para conservar lo arándanos es elegir el recipiente adecuado. No es conveniente guardarlos en recipientes profundos o cerrados herméticamente porque pueden acumular humedad y generar condensación. Lo ideal es un envase ancho y bajo, ya sea de cristal o plástico, que permita colocar los frutos en una sola capa o como mucho dos para evitar que se aplasten.
Debajo de los arándanos, coloca varias capas de papel de cocina o servilletas absorbentes. Ésta es la clave para evitar que se formen charcos de humedad. El papel absorberá el exceso de agua que los frutos puedan soltar y mantendrá el ambiente seco, lo que ayuda a conservarlos firmes y jugosos.
Para cubrir el recipiente, lo mejor es utilizar una tapa que no cierre del todo o film transparente al que le hagas un par de agujeros pequeños para que el aire pueda circular. Esta ventilación es necesaria para evitar la condensación que, de acumularse, haría que los arándanos se estropeen más rápido.
Para conservar los arándanos, el frío es clave. Al guardarlos en la nevera, su frescura se prolonga considerablemente, pudiendo durar hasta dos semanas sin perder textura ni sabor. Eso sí, no los coloques en las zonas más frías ni húmedas, como el fondo del cajón de las verduras, donde hay más humedad. Lo mejor es ponerlos en un estante medio, dentro del recipiente que has preparado.
Si quieres alargar aún más su vida útil, otra opción es congelarlos para que conserven casi todas sus propiedades nutricionales y su sabor durante meses. Para ello, simplemente colócalos extendidos en una bandeja y, cuando estén completamente congelados, pásalos a una bolsa hermética o recipiente. Así evitarás que se peguen entre sí y podrás sacar sólo la cantidad que necesites en cada momento.
Un consejo muy importante es no lavar los arándanos antes de guardarlos por una razón muy sencilla: la humedad extra puede acelerar su deterioro. Si prefieres limpiarlos para que estén listos para comer, hazlo justo antes de consumirlos y sécalos muy bien con papel absorbente o un paño limpio para evitar que queden gotas de agua.
Recomendaciones adicionales
Para asegurarte de que los arándanos que tienes en casa están en las mejores condiciones posibles, es fundamental prestar atención a dos aspectos clave: el color y la textura de los frutos.
Un arándano de calidad tiene un color azul oscuro o morado, que denota su madurez y buen estado. Además, la mayoría de los arándanos frescos muestran una capa muy fina de polvo blanquecino llamada «flor» o «epicuticular». Esta cubierta natural actúa como una barrera protectora contra bacterias y humedad.
Por otro lado, si observas que los arándanos tienen un color más rojizo o presentan zonas rosadas, es probable que aún no hayan madurado por completo. Estos frutos verdes o poco maduros tienden a tener un sabor más ácido y menos dulce, por lo que pueden no ser tan agradables al paladar si los consumes crudos.
En cuanto a la textura, lo ideal es que los arándanos se sientan firmes al tacto y mantengan su forma redondeada. Evita los que estén blandos, arrugados o que presenten zonas con manchas oscuras, ya que estos signos indican que están empezando a deteriorarse o incluso a pudrirse.