Yo quiero ser un pez… Gordo

Ábalos

En el entorno elegantioso de una marisquería con karaoke frecuentada sólo por hombres de limitada melena y generosa barriga, tiene lugar esta escena grotesca pero romántica; ya saben, donde el aire se carga con bocanadas de habano, colillas de Winston, albariño y parrillada de cigalas; y luego el eco inconfundible de las bronquitis crónicas, negociaciones, risotadas, trucos y tratos….

Y en el centro, fíjense, hay un hombre, Ábalos, de unos sesenta, que canta y baila en la penumbra de la pista, una de las biografías más disparatadas, novelables y en el mejor sentido (del espectáculo) delirantes. Uno de los españoles más poderosos, dentro del círculo de la máxima confianza de los máximos poderes. Hasta que colapsó.

Tengo un corazón
Mutilado de esperanza y de razón. ¡Ay, ay, ay, ay, ay!

Ábalos, nacido en Torrent, cuya vida ha sido un vaivén de bachata, ahora se mueve al ritmo de la música, y entona nostálgico, conmovido, con un cigarro colgando del labio inferior y un whiskola en la mano.

Recuerda a su padre, Heliodoro Ábalos, Carbonerito, un torero de derechas, que tuvo otros siete hijos de diferentes parejas, con el que nunca se llevó bien, una infancia marcada por la necesidad y el trabajo, empezó en una tienda de recuerdos, ¡una tienda de recuerdos y el futuro ministro! Después ayudó en el taller humilde de muñecas de la familia para pagarse los estudios. ¡Ábalos rodeado de muñecas y vestiditos! ¿De ahí su afición? ¿Su Rosebud?

Sueña corazón
No te nubles de amargura
¡Ay, ay, ay, ay, ay!

Con un corazón «mutilado de esperanza y de razón», Ábalos ha conducido su propia vida como ahora su propio coche, sin necesidad de secretaria, y canta entre lágrimas una época dorada y la crudeza de su presente, y se solaza escuchando música caribeña, Burbujas de amor… Y le remueven los versos de Hispanoamérica. Y presume de sensibilidad, no se lo vamos a discutir.

La vida amorosa de Ábalos ha sido tan entusiasta y huracanada como su carrera política, con cinco hijos de tres matrimonios y un nieto mayor que el pequeño, dado que su primer hijo y el último se llevan 33 años.

Su última esposa es Carolina Perles, quince años menor, divorcio a cara de perro. Su meteórica carrera ha sido discutida, de policía local a la Delegación del Gobierno en Madrid. Algunos medios desvelaron en sus días de crisis que tenía como estado de Whatsapp esta joya: «Donde pisa una leona, no borra la huella una gatita»…

Ahora, en la madrugada de su existencia, Ábalos baila solo, pero en su mente no lo está. Bachata rosa con la figura de una joven, quizá esa veinteañera impresionante con quien fue visto en tiempos más felices entregándose al cochinillo o ¿era cordero lechal?

Un pez
Para bordar de corales tu cintura

Esta escena, un cruce entre la realidad y la alucinación, es un testimonio de la resiliencia de un hombre que ha navegado por los altibajos de la vida con la misma vehemencia con la que ahora interpreta esta columna bailable, letra de servidora, música de Juan Luis Guerra y su banda 440. Voz y coreografía a cargo del hombre del momento, el nuevo It boy, en el último Truman Show, cuya historia es digna de ser contada, cantada y bachateada, no sólo por su espectáculo sino también por su humanidad.

Váyanse a casa, es tarde y quieren cerrar, yo también lo haré, pero él se queda.

(Y hacer siluetas de amor bajo la luna). Oh-oh-oh-oh
Vaciar esta locura

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