Santo Mario Draghi de Fráncfort

Santo Mario Draghi de Fráncfort

Lo de la manguera monetaria de Mario Draghi sigue presente, seguirá entre nosotros y de momento no se espera una retirada de los estímulos monetarios hasta que acabe el verano de 2018. Eso sí, las inyecciones de dinero serán menos fluidas al pasar de los actuales 80.000 millones de euros mensuales para comprar bonos y deuda, tanto pública como privada, a los 60.000 millones de euros a partir de abril de 2017, con lo cual el Banco Central Europeo aportará una liquidez complementaria, sobre las cifras inicialmente manejadas de 540.000 millones de euros. Así que como afirmaba Mario Draghi: “El BCE va a permanecer en los mercados”. Aviso para navegantes que esperaban el principio del final de una retirada ordenada de la expansión cuantitativa.

Draghi pide a cambio un esfuerzo por parte de los Estados miembros de la Eurozona, clama en favor de las reformas estructurales e implora que se invierta y se cree empleo. Y es que Europa y más concretamente la Europa del euro parece que no está por la labor… Seguimos en período de incertidumbres en el plano internacional. Si digo que Mario Draghi es romano, nacido en Roma, no descubro nada nuevo. Si añado que es italiano, tampoco hago una aportación rompedora. Si agrego que Draghi es y se siente italiano, igual usted, amable lector, ya capta por dónde voy.

Mario Draghi da el paso hacia delante de seguir manteniendo las inyecciones de dinero porque mira atrás y ve lo que Reino Unido votó, pone la vista en el retrovisor y se percata de que Trump será a partir de enero el presidente de los Estados Unidos. Constata que en Austria ha costado lo suyo que no gobiernen fuerzas de la derecha más radical. Intuye que en las elecciones francesas de 2017 puede haber algo de sarao. Otea el paisaje político de Alemania y teme movimientos extremistas. De reojo observa a Holanda y denota ciertos tics que simpatizan con el Brexit, y se percata de que en España, a trancas y barrancas, se ha formado gobierno y aunque se quiera vender optimismo asegurando que ésta será una legislatura larga al final todos sabemos que la estabilidad política pende de un hilo… Así que tipos de interés del 0% y a seguir dándole a la maquinita del dinero. ¡Qué por el BCE no quede! Por eso lleva inyectados ya 2,2 billones de euros a través de la expansión cuantitativa.

Mario Draghi es consciente de que la economía de la Eurozona crecerá en 2016 a una tasa del 1,7% pero que en 2017 se contraerá al 1,5% y que en 2018 se prevé algo más de repunte, al 1,8%. Draghi sabe que a las grandes potencias del euro les cuesta crecer en estos momentos. Alemania, si todo va bien, lo hará este año al 1,9%, salvo sorpresas de última hora, aunque el año que viene moderará su paso al 1,5%; Francia, tímidamente lo crece en 2016 al 1,3% y si todo pinta formidablemente en 2017 crecería el 1,4%. Su Italia natal se encuentra económicamente en encefalograma plano, con un aumento de su PIB en 2016 del 0,7% y en 2017 del 0,9%. Salva los muebles de la zona euro nuestra España, cuarta potencia, que yendo viento en popa crecerá en 2016 al 3,2% y en 2017 al 2,3%. Y Draghi ve cómo otros países de los 19, cuyas economías son más modestas, progresarán en 2016 a unas buenas tasas, como Irlanda (4,1%) o la pequeña Malta (4,1%) o Eslovaquia (3,4%) No obstante, el peso económico de esos otros países es poco significativo en el contexto de la zona euro que cerró 2015 con un PIB de 10,4 billones de euros.

Empero, los niveles económicos no rezuman grandes alegrías y, a mayor abundamiento, el viento de cola propiciado por el precio del crudo parece tener fecha de caducidad, el resurgir de los tipos de interés ya se advierte en el horizonte al descontarse en los mercados financieros que esa bella historia del precio del dinero tan barato finalizará tras el verano de 2018, y las bajas tasas de inflación, o inflación negativa o incluso deflación, se empiezan a evaporar y eso irremisiblemente frenará el consumo privado. Con todo, conseguir que la inflación en la zona del euro se anime es el gran objetivo de la política monetaria del BCE. En 2016, la tasa de inflación en los 19 países del euro será positiva en el 0,3%, en 2017 las previsiones apuntan al 1,4% y en 2018 se replica el 1,4%.

Pero Mario Draghi pide otro tipo de medidas, porque la economía de la zona euro no puede depender exclusivamente de esa respiración monetaria asistida que impulsa el BCE, no basta con la oxigenación monetaria. Estuvo Mario Draghi por Madrid y habló bastante bien de las reformas acometidas aunque puso el énfasis en que nuestro país no podía permitirse una tasa de paro tan elevada que, por más que se proclame eso de todo va bien, sigue rondando el 20%.

El Fondo Monetario Internacional está por la labor del BCE. Desde Washington saben que el objetivo es el de conseguir que la inflación de la eurozona remonte el vuelo porque eso será sinónimo de reanimación económica. En suma, que cuando el próximo año 2017 toque a su fin, el BCE embalsará en el activo de su balance nada más, y nada menos, que 4,5 billones de euros entre deuda soberana y deuda empresarial. La pregunta, entonces, es muy simple: ¿Quién será el guapo que mientras santo Mario Draghi vaya inyectando dinero y más dinero para amortiguar los impactos que tanto el endeudamiento público como privado exagerados comportarían en los mercados financieros de no mediar su beatífica intervención, emprenderá reformas? Las reformas pueden esperar; el dinero no… ¡Gracias, Mario!

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