Presidente pseudodemocrático

Presidente pseudodemocrático

Imitando las más recientes leyes represivas venezolanas, Pedro Sánchez ha anunciado que el mes que viene va a vengarse de los que él denomina pseudomedios, que somos los medios de comunicación independientes que aún no nos hemos plegado a sus ansias de poder. Hace un par de meses, el tirano Nicolás Maduro aprobó una demencial normativa a la que puso por nombre Ley contra el Fascismo, Neofascismo y Expresiones Similares, con la que pretende imponer su ideología neocomunista en los medios de comunicación y redes sociales. Menos de 60 días ha tardado Sánchez en copiar esa idea chavista, anunciando que, igual que en Venezuela, hay que «poner pie en pared ante la máquina del fango», los «bulos y la desinformación», para «preservar la convivencia pacífica y la democracia».

Nuestro presidente del Gobierno reacciona de ese modo a la publicación de todas las noticias relacionadas con los casos de corrupción por los que han sido imputados por la justicia su esposa, Begoña Gómez y su hermano, conocido por el pseudónimo de David Azagra. Opina Pedro Sánchez que es urgente «acabar con la impunidad», para lo que anuncia que va a modificar la ley orgánica sobre el derecho al honor y a la rectificación.

El razonamiento de Pedro Sánchez parte del bulo de decir que él ha ganado las elecciones, cuando en realidad las ha perdido todas, y que esa ficticia victoria electoral -basada en que consiguió ser investido cediendo a todos los chantajes que le exigieron los partidos proetarras, golpistas, separatistas y comunistas- le otorga una especie de representación de la soberanía popular que le habilita para convertirse en lo más parecido a un tirano al que se debe someter la oposición, la justicia, la prensa y las redes sociales. Todo el que denuncie sus abusos es porque no reconoce su victoria electoral, cualquiera que defienda la democracia forma parte de la «máquina del fango» y en la cúspide de esa máquina se sitúa la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso y el líder de Vox, Santiago Abascal.

El artículo 20 de nuestra Constitución establece que «no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa» el ejercicio de los derechos «a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones» y a «comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión». La prensa libre tiene la obligación moral de denunciar públicamente los abusos de alguien tan poderoso como el presidente del Gobierno.

Y las noticias acerca de los casos de corrupción que salpican a la mujer y al hermano de Sánchez son tan veraces como para que la Justicia los haya imputado y esté investigando a los dos. Pero, aunque no se hubieran producido estas imputaciones, la prensa está obligada a denunciar conductas que resultan moralmente tan reproblables como impulsar la carrera profesional de alguien, amparándose en la llegada al poder de su marido o hermano.

El prefijo pseudo que Sánchez aplica a los medios de comunicación que no se le someten, significa falso y sus antónimos son genuino, auténtico o verdadero. Así, por ejemplo, podríamos decir que Sánchez logró el cum fraude con su pseudotesis doctoral; que resultó pseudoganador en las elecciones generales de julio; y que sus pseudopromesas electorales tienen menos valor que una pseudomoneda de tres euros. Intentar impedir que se difundan los abusos de poder de un tirano resulta tan pseudodemocrático como pactar con los auténticos etarras, indultar y conceder la amnistía a los genuinos golpistas o pactar con los verdaderos comunistas. Todo esto lo ha podido hacer el presidente del Gobierno porque, en realidad, Sánchez es un psedodemócrata al que aún votan las personas más pseudointeligentes.

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