Hoy el amor se llama valor
San Juan de la Cruz dijo: «Al final de nuestros días se nos juzgará por el amor». Si esto es así, yo añado que entonces también se nos juzgará por nuestro valor.
Qué amor le tiene un padre de bien hoy a sus hijos si la España que heredarán estos será el fangal venezolano de corrupción, falta de libertades, mentira y división que dejarán los Zapateros y los Sánchez. El único amor posible que existe en esta situación caótica en la que cada día nos levantamos con una norma cada vez más ridícula y asfixiante, en una España cada vez más surrealista y paleta, donde los criminales dictan las normas y los que trabajamos no sólo tenemos que levantar la economía, sino, además, defendernos de los que mandan, es aquel en el que lo único que nos queda es el valor de hacer cada uno lo que podamos, desde donde podamos.
Si al final de nuestros días se nos juzgará por el amor, entonces ineludiblemente se nos juzgará por el valor. Y recordad, amigos, ese momento nos llegará a todos.
Hace unos días, una jueza puesta a dedo consideraba impertinentes todas las preguntas que mi muy valiente abogada formulaba para que yo pudiera defenderme con la verdad. No la dejaba ni acabar las frases y ya resultaba impertinente. Mi juicio está filmado. Todo el mundo debería poder verlo. Ella, mi abogada, no se bajó de la burra y siguió intentándolo vehementemente. Su marido estaba muriendo en el hospital en ese mismo momento, pero le había pedido a ella que luchara por Nacho hasta el final.
Con sólo unas horas para estar junto al amor de su vida, él prefirió que no me dejara solo con esta jauría y estuviera a mi lado defendiéndome, como pudiera, aunque no la dejaran hablar, como estamos todos en esta España represiva y criminal.
Saliendo de los juzgados, ella fue a estar con él y unas horas más tarde falleció.
A mi querida y valiente Elena y sus dos maravillosos hijos, os transmito que vuestro padre está en el cielo, porque hoy el amor se llama valor.