La fiesta sorpresa de Pedro Sánchez
Vamos a hacer un ejercicio de fe. Él estaba a sus cosas: salvar la democracia, escribir cartas dramáticas a la ciudadanía, decidir su perfil bueno para cuando salga en las monedas de dos euros… Todo lo demás sucedía en un universo paralelo que, por desgracia, coincidía exactamente con el suyo.
Pero Pedro es un buen presidente; que ignoraba los tejemanejes de su alcoba y su gabinete, pero ¿En qué dimensión recóndita habitaba cuando su mujer se convertía en catedrática de la Complutense sin licenciatura? ¿Dónde miraba mientras se transformaba en una fundraiser de éxito, facilitando sinergias de transformación competitiva ecosostenible y resiliente que nadie necesitaba ni comprendía, pero todos pagaban generosamente? ¿Qué hacía Pedro cuando Gómez comenzó a hablar como las instrucciones de una lavadora coreana mal traducidas y a facturar como una multinacional?: «Cariño, ¿exactamente qué vendes?»
Vamos a concederle su inocencia. ¿Y dónde estaba cuando su hermano, el músico, conseguía un puesto en Badajoz, viviendo fuera de España, para dirigir óperas invisibles con una batuta wifi desde la bañera? ¿En qué pensaba cuando David se empadronaba en Portugal pero, según he leído en la prensa, dormía en Moncloa con su mujer? ¿No se cruzaban por los pasillos en pijama? ¿No supo Pedro que el servicio ponía dos platos extra? ¡Pseudoperiodismo!
Ok. Aceptemos barco como animal acuático y sigamos con el tour de la inopia: ¿Qué estaba fumando el jefe cuando Cerdán pasó de las chapuzas eléctricas a millonario?
¿A dónde miraba cuando su suegro hacía caja, presuntamente, con saunas donde el calor humano se cobraba por horas y Begoña, dicen algunos, echaba una mano en la contabilidad? «Oye, suegro, qué bien te va el negocio del vapor, qué cutis tienes».
Vamos a comprar que Sánchez es un gestor feminista, que no sabía nada, quizá porque el socialismo contemporáneo es un fenómeno cuántico y en cuanto lo miras fijamente, desaparece.
Pero, ¿con qué sustancia se distraía cuando lo de las marisquerías y las señoritas de compañía elegidas por catálogo, cuando las chicas enchufadas en nómina y las scorts en los viajes? ¿Qué hacía cuando todo su ecosistema se cruzaba en cenas, WhatsApps, reuniones discretas, vuelos y moquetas?
Es posible que estuviera siempre en el mismo lugar: escondido sin moverse y esperando a que otro niño le avisara de que ya podía salir. Porque Pedro es honesto y levita sobre el fango de la Tierra con las alas de su ingenuidad infantil; si no sabía nada, es el protagonista de una fiesta sorpresa con piñata perpetua. Con los ojos vendados, en el centro de la pista, totalmente ajeno a la conga kilométrica que se formaba a su alrededor: Ábalos recogiendo maletas de Delcy en Barajas como quien recoge a una prima del pueblo; Koldo de portero de discopub a magnate de las mascarillas; Leire Diez, jefa de Filatelia en Correos ganando 100.000 euros sin que nadie pueda explicar por qué; Vicente, firmando rescates millonarios a aerolíneas que patrocinaban los eventos de la «Cátedra».
Todos bailando agarrados, sudorosos, pasándose los contratos y las comisiones como canapés, entrando y saliendo de los ministerios y de los clubes. Una orgía de favores, enchufes y dinero público… y en medio, Pedro, esperando su tarta.
¿Imaginaba que Aldama estaba en tantos jardines como paisajista? Todos conspirando, facturando, ascendiendo y negociando alrededor, levantando las piernas a uno y otro lado de la fila, invitados, regalos y copas de champán; y Pedro sin saber que era el centro de la fiesta. Quizá simplemente cree que todos los días es su cumpleaños y que todo lo que ocurre a su alrededor es una fiesta sorpresa donde la Guardia Civil pone el confeti….
Ya lo decía Oscar Wilde: un buen marido debe saberlo todo o no saber nada.
Solo hay dos opciones: o es el cónyuge más heteruzo del mundo (de los que te tiñes de verde y te preguntan si te has cortado las puntas), o es el hermano más despistado, el gestor con menos capacidad de relación de la historia de la candidez, el adulto más naif o el jefe menos despabilado de Occidente…
O lo otro.