Brutal, descomunal acometida contra Feijóo
El editorial que el pasado lunes publicó el periódico global del sanchismo ha sido el comienzo de unas incesantes mascletás que sólo se clausurarán con la celebración de las elecciones. El patológico individuo que aún nos malgobierna ya lo avisó con tiempo; no engañaba: voy a por todas, y a por todas va. El aviso recordaba en el momento de perpetrarlo, y más recuerda ahora, a aquella escena de El Padrino en que la famiglia sentenciaba que “esto no puede quedar así”, que había que “dar una respuesta como se merece a la situación”.
En eso se ocupa el ejército de mercenarios, casi 700 efectivos, reclutado por Sánchez, Bolaños y demás cuadrilla. Una legión de truhanes pagada con nuestro dinero que ha recibido un solo encargo de su jefe: denostar, hasta llevarla al patíbulo si ello hiciera falta, la figura del presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. Y claro, para ello están aceptados todo los medios posibles con dedicación preferente a convertir en especies de uso común las mentiras. En tal menester cuenta esta ralea de paniaguados con un maestro insuperable que puede presumir, con toda la razón del mundo desde luego, de que no pasa nada por engañar, que España no castiga el embuste pertinaz, la falacia mantenida. Él, Sánchez, es paradigma sublime de lo dicho.
Son dóciles y eficaces estos sujetos. Un ejemplo: durante más de una quincena de días, y con la ayuda inestimable de sus medios, básicamente del mencionado diario global y sus satélites, la legión sanchista viene desacreditando la política económica, fiscal más concretamente, de Feijóo, homologándola con la anunciada, y frustrada de la ex premier británica Liz Truss. Ha dado igual que el presidente popular haya declarado urbi et orbi que sus propuestas nada tienen que ver con las de aquella señora. Da igual que haya demostrado que Truss era sobre todo, como lo es Sánchez, una enamorada del gasto. Da igual. La legión sanchista a lo suyo. Hasta Calviño, jefe ahora mismo de los hooligan de Sánchez, se ha subido al carro y ha insistido en la tóxica especie. Toca el pito Sánchez y ¡hale!, todos como lobos rabiosos al ataque.
La pregunta es si Feijóo está recayendo exactamente en la ferocidad de la acometida que le tiene por objetivo. A veces da la impresión de que no del todo. Es difícil porque, sin ir más lejos: “¿Cómo replicar a la acusación de falta de enjundia y liderazgo que se le está haciendo sin piedad desde una biografía con cuatro mayorías absolutas en Galicia? O ¿cómo responder en el mismo sentido a la ausencia de experiencia del candidato? En la última sesión del Senado, que por cierto Sánchez pretende repetir cuanto antes, Feijóo ostensiblemente presentó a consideración pública, perfectamente encuadernadas, todas sus propuestas de combate económico contra la crisis, pues bien: ¿qué ha ocurrido? Nada, los artificieros monclovitas ignoraron aquellas ofertas de colaboración y continúan insistiendo en la ausencia absoluta de un proyecto alternativo, de un programa incluso de Gobierno. “No saben qué hacer”, dictamina la arruinada (y sostenida con nuestros impuestos) Prisa y todos boca abajo.
Está por ver que el acuerdo sobre la renovación del Poder Judicial favorezca políticamente al PP. Escuchen lo previsto al segundo siguiente del acuerdo: la trompetería sanchista se lo apropiará, lo presentará como un enorme éxito personal de Sánchez, y, sin solución de continuidad, volcará sobre Feijóo y sus negociadores la culpabilidad de no haber levantado antes el llamado bloqueo. Ocurrirá además que el PSOE y su Gobierno leninista situarán al frente del Tribunal Constitucional a un sujeto que, en puridad y en cualquier otro país democrático, estaría inhabilitado para ocupar puesto alguno en la Justicia: Cándido Conde Pumpido, aquel energúmeno que declaró que las togas se tienen que manchar con el barro del camino. Una declaración de obediencia política que escandalizaría a un mal alumno de primero de Derecho.
La fábrica de maldad sanchista no para. Se suele decir que no tiene límites y no los tiene, ni éticos, ni morales, ni políticos. Ninguno. Ahora, en su afán único de sobrevivir como sea en La Moncloa y de viaje en viaje (¿para cuándo Australia donde todavía no ha acudido?) acaba de acordar con los felones del PNV la autorización para que dos selecciones vascas, embrionarias de las más grandes (fútbol y baloncesto por ejemplo, también ciclismo) puedan presentarse autónomamente en las competiciones internacionales. Y todo eso el día anterior a que Feijóo se reuniera con Ortuzar. Hay fechas que las elige el diablo. Y es que lo de las selecciones es un dislate tan trascendente como la ruptura de la caja única de la Seguridad Social o, como pretende el falso moderado Urkullu, la instalación de un Consejo General del Poder Judicial sólo vascongado. Recuerdo a este respecto lo que, regresado del fanatismo nacionalista, denunciaba hace pocos años Joseba Arregui: “Día llegará -afirmaba- que el Gobierno vasco dirá: tenemos todo, hacienda propia, presupuesto propio, policía propia, cárceles propias, representación exterior propia, hasta deporte propio, entonces, ¿qué hacemos en España? ¿para qué estamos con ellos?”. “Ellos”, Feijóo, son ustedes, nosotros, los titiriteros de la ingenuidad que acudimos a su regazo cantando con flores a María que madre nuestra es mientras cínicamente nos esperan con una navaja en los dientes para clavárnosla en cuanto puedan. Dios mío: ¿es que nadie es capaz de entender esto? ¿Es que nadie es capaz de metabolizar hasta donde llega la maldad de Sánchez?
La brutal acometida que está sufriendo Feijóo tiene al menos cinco patas: presentarle como un práctico imbécil que ni siquiera sabe idiomas, fotografiarle como un pelele que sólo ha administrado una “regioncilla” periférica, caricaturizarle como un pobre tipo sin experiencia que se ha creído que la Puerta del Sol de Madrid es la Plaza del Obradoiro, denunciarle como un pseudo líder que ni siquiera ha servido para construir un equipo sólido y, sobre todo, ridiculizarle incluso por un acento regional que perjudica, dice un parlamentario socialista, su capacidad parlamentaria.
Sobre esta quíntuple estrategia está construyendo la legión monclovita la brutal, descomunal acometida contra Feijóo. En todo este enjambre de iniciativas de desgaste las encuestas también ocupan lugar preferente. ¿Qué es lo que parece que han logrado ya? Pues esto: que la gente piense que Sánchez es casi imbatible y que, al fin, como si fuera su odiado Real Madrid, terminará ganando por desidia del contrario. Feijóo tiene que saber -creemos que ya se está dando cuenta- de que se ha topado con un malhechor que no reparará nunca en barras. “Si hay que matar, descabella”, se aconsejaba en “La venganza de Don Mendo”. En eso están Sánchez y su legión facinerosa.