Adoctrinamiento soviético
Como en su opacidad sectaria el Gobierno no ha establecido para sus dos leyes aprobadas el martes, ninguna referencia de Derecho Comparado, tenemos que temernos que, tanto la Ley de Libertad Sexual, como la que establece una nueva Ley de Educación, son creaciones originales, sin parangón alguno, del Ejecutivo del Frente Popular, del dúo Sánchez-Iglesias. Ambas tienen, al decir de un acreditado penalista, y del máximo responsable de las escuelas cristianas, un indisimulable hedor intervencionista. Con la primera, se trata de volcar sobre el varón todas las culpabilidades posibles, tal parece que durante toda la Historia de la Humanidad no haya habido sobre la faz de la Tierra un solo hombre decente; todos hemos sido pérfidos, acosadores e incluso asesinos en serie. El penalista, magistrado del Supremo por más señas, manifestaba, apenas conocido el presunto bodrio, que la Ley olvida un principio básico del Derecho: no pueden existir presunciones en contra del reo. En un juicio penal, y de eso precisamente se trata, o se acredita con pruebas suficientes que un individuo o individua ha perpetrado un delito, o el tribunal no podrá fallar en su contra.
Todo esto importa poco a la factoría soviética de la ministra Montero, que se ha largado un texto en el que se acredita que o la mujer perjudicada ha consentido en realizar un acto sexual determinado, o el “partenair” irá directamente a la cárcel. “¿Qué es eso -decía el penalista- de “actos exteriores concluyentes e inequívocos”?” “¿cómo se come eso?” Pues parece que de ninguna manera porque la definición es tan imprecisa, tan ambigua que difícilmente podrá un juez convencerse de que el pretendido acusado ha sido un gañán que, incluso con “actos exteriores”, ha violentado la intimidad de una mujer. Aquí se trata no de defender a las muchas hembras que han sido agredidas (y que lo serán desgraciadamente) por sus machos criminales, sino de culpabilizar a cualquier hombre, en general, de cualquier maniobra sexual interpretable y discutible.
La alumbrada ley soviética roza en algunos episodios la chusca hilaridad. De pronto, estos progres de albañilería han encontrado para el piropo de toda la vida un título grandioso: “acoso callejero u ocasional”. Menos mal que Montero y su pléyade de leguleyos, no han articulado para el piropeador, más o menos galante, más o menos rudo, una pena de prisión; Montero se conforma por ahora con que estos sujetos sean condenados a ocuparse de servicios sociales. Un regalo para los hombres inquietos.
Esta Ley, sin precedentes, según afirman al cronista, divide a la sociedad en mujeres agredidas y hombres asesinos. Y, de verdad, las cosas no son así en la vida. No “To er mundo es güeno”, como proclamaba un eslogan de la antigüedad franquista, pero tampoco “to er mundo es malo”. Digamos que estamos al cincuenta por ciento. Pero esta ley rezuma más odio al hombre que protección a la mujer. A este paso, decía este pasado fin de semana un humorista del que no puede recordar la gracia: “Los hombres, que ahora somos una especie perseguida, seremos en poco tiempo una especie protegida”.
La “Ley Montero” es un horror y la “Ley Celáa” un atentado a la libertad. Celáa ya nos avisó que nuestros hijos no eran nuestros, que eran del Estado. Aquella amenaza se ha transformado en un libelo doctrinario. Celáa, en su enorme torpeza sectaria, se ha descubierto con sólo un término de su Ley: “Planificación”. Antes, incluso en tiempos socialistas, el Estado se reservaba para sí, y con mayor o menor intervencionismo, la “programación” educativa, ahora no; Celáa se la quita a los padres cargándose sin despeinarse lo que siempre se ha llamado demanda social, un concepto que ha permitido el estupendo éxito de la educación concertada, algo que naturalmente a una doctrinaria soviética le parece un exceso que debe ser eliminado de un plumazo. Y así se ha hecho. Entramos ya en una fase en que los gobernantes del Frente Popular han desenvainado y se va a dedicar no ya a realizar la tópica ingeniería social, sino a llevar a la realidad del país todos sus argumentos filocomunistas. Incluso a amenazar con la cárcel a los periodistas que se opongan a sus designios. Es curioso, pero los colegas están estos días más preocupados por atizar la badana a Alvarez de Toledo, que por denunciar el brutal ataque de Pablo Iglesias. ¿Somos tontos o qué? Esto no ha hecho más que empezar. Estamos en los inicios del sometimiento político, moral y cultural. Llegará rápidamente la esclavitud ideológica, el encarcelamiento de los disidentes que ya exige sin recato el estalinista Iglesias. El Frente Popular no se oculta; está proporcionando pistas evidentes, pero la mayoría de este país, alegre y confiado, aún no se ha dado cuenta. Luego vendrá el llanto y crujir de dientes.