Hito histórico en la arqueología española: descubren en Burgos el molino más antiguo de Europa (y es del Pleistoceno)
El mortero es ese utensilio que está en cualquier cocina y que te saca de un apuro cuando hace falta triturar algo. Aunque sigue en nuestra rutina diaria, viene de hace miles de años, y un descubrimiento arqueológico en el norte de España demuestra que, en el final del Pleistoceno, ya se utilizaba una herramienta específica para este tipo de procesamiento.
Un equipo científico que integra a personal investigador de la Universidad del País Vasco (EHU) ha logrado caracterizar el mortero o molino más antiguo fabricado y utilizado en Europa, datado en unos 14.000 años. El hallazgo obliga a replantear la antigüedad del trabajo sistemático con plantas en comunidades de cazadores-recolectores.
Descubren el molino más antiguo de Europa en Burgos
En Martinarri, en Treviño (Álava), encontraron un mortero en la parte baja del yacimiento que llamó la atención desde el principio. El equipo lo protegió en el lugar, lo limpió con cuidado y recogió muestras del sedimento adherido.
El estudio traceológico reveló un desgaste repetido y coherente con una molienda constante. Los análisis de fitolitos y polen reforzaron la idea de que allí se machacaban frutos duros, sobre todo bellotas, aunque no descartan otros alimentos del bosque.
Martinarri ya era un punto de referencia para entender cómo se organizaban los grupos humanos al final del Pleistoceno. Su entorno, cubierto entonces por un bosque en expansión, ofrecía recursos variados. Los restos distribuidos en el abrigo reflejan estancias repetidas y una planificación más fina de lo que suele atribuirse a estos grupos.
Con la aparición del mortero, se refuerza la imagen de una comunidad que no improvisaba, sino que observaba el ciclo natural, sabía dónde encontrar alimento y organizaba el espacio para aprovecharlo.
Cuáles son las características del mortero
La pieza es sencilla, es arenisca con una concavidad marcada por un uso largo y reiterado. No tiene adornos ni una forma especialmente cuidada, sino que su interés está en la historia que conserva.
Se ve que primero funcionó como losa de molienda plana; más tarde, alguien decidió transformarla. Golpearon la superficie hasta ahuecarla y la convirtieron en un mortero.
También apareció la posible mano de moler asociada. Ese gesto de reutilizar una piedra ya trabajada apunta a una adaptación a nuevas necesidades alimentarias y a un conocimiento práctico del entorno vegetal.
Por qué este mortero tiene una importancia clave en la arqueología europea
El descubrimiento adelanta en varios milenios la presencia de molienda intensiva en Europa. Hasta hace poco, esta práctica se vinculaba a sociedades neolíticas, ya agrícolas y sedentarias.
Martinarri demuestra que los grupos anteriores manejaban técnicas variadas y una dieta más amplia de lo que se pensaba. Invertían tiempo en tratar vegetales que requerían preparación, como las bellotas, que necesitan eliminar sus taninos antes de comerse.
La pieza confirma una economía flexible, capaz de combinar caza, recolección y procesado de alimentos. Refleja atención al detalle y una planificación que rara vez se atribuye al Paleolítico. Y muestra, piedra en mano, que la relación con las plantas empezó a cambiar mucho antes del cultivo y la agricultura.