La verdura que todo el mundo comía en la posguerra española, y hoy la gente no sabe ni que es una planta
En la España de la posguerra, la cocina se movía entre la escasez y la necesidad. Había poco donde elegir y casi nada resultaba apetecible. El pollo, la carne o la harina de trigo eran un lujo que apenas se veía, por lo que el ingenio era lo único que quedaba.
De ese contexto salieron platos humildes, de aprovechamiento y otros algo más elaborados, que servían para sobrevivir y que hoy han caído en el olvido. Entre ellos, una verdura silvestre que fue básica en muchas casas y que ahora casi nadie reconoce cuando la ve crecer junto a un camino.
Esta es la verdura que se comía en la posguerra española y que hoy la gente no reconoce
La verdura que se comía con normalidad en la posguerra eran las collejas. Una planta silvestre, parecida a la espinaca o a la acelga, que crecía sola y que se podía recoger directamente del campo. No hacía falta comprarla ni cultivarla, bastaba con conocerla y saber dónde buscar.
Las collejas se cocinaban de forma sencilla. Lo habitual era hervirlas sólo con agua y algo de sal, y luego darles un rehogado con ajo. El aceite, si había, se usaba con cuidado. También se comía a menudo en tortillas, mezcladas con huevos cuando se podía.
Por otro lado, formaban parte de guisos algo más elaborados en épocas menos duras. En Jaén se preparaban las conocidas collejas esparragás, y en Ibiza aparecían en el cuinat, junto a habas y acelgas. Las hojas más tiernas incluso se comían crudas en ensaladas.
Dónde se encuentra esta verdura típica de la posguerra
Las collejas, conocidas científicamente como Silene vulgaris, se han consumido desde siempre en toda la zona mediterránea. En España aparecen de forma silvestre en la península, Baleares y Canarias. Se recogían del campo, porque muchos agricultores las consideraban una mala hierba.
Prosperan en terrenos no cultivados, algo que las hizo especialmente accesibles en el mundo rural. Crecen en bordes de caminos, márgenes de cultivos, pastizales abiertos o al pie de árboles como olivos y encinas, donde encuentran algo de sombra y humedad. Aparecen desde el nivel del mar hasta zonas de montaña.
Han tenido especial peso en la cocina tradicional de regiones como Castilla-La Mancha, Andalucía, Comunidad Valenciana, Cataluña o Extremadura.
Cuáles son los beneficios de comer collejas
Las collejas, pese a que actualmente no gozan de popularidad, tienen un gran valor nutricional. Aportan vitaminas del grupo B y minerales como potasio, calcio y magnesio. Estos nutrientes ayudan al funcionamiento muscular, al sistema nervioso y al mantenimiento de huesos y dientes.
También contienen antioxidantes naturales, como carotenos y flavonoides, que favorecen la salud cardiovascular y hepática. Tradicionalmente se han usado como ayuda digestiva y como verdura depurativa. Son bajas en calorías, ricas en fibra y encajan bien en una alimentación equilibrada.
Cómo cocinar esta verdura de la posguerra
Para una tortilla, basta con lavarlas bien, quitar los tallos duros y escaldarlas un par de minutos. Luego se rehogan con ajo en aceite de oliva y se mezclan con huevo batido antes de cuajar la tortilla a fuego suave.
Para las collejas esparragás, se cuecen brevemente y se acompañan de un majado de pan frito, ajo, pimentón, comino, vinagre y algo del agua de cocción. Todo se integra a fuego lento y se sirve, muchas veces, con un huevo por encima.
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