Una trabajadora de un centro de inmigrantes ilegales a la Policía: “He llegado a temer por mi vida”
OKDIARIO tiene acceso en exclusiva al atestado de la última gran pelea en el centro de internamiento Las Raíces de Santa Cruz de Tenerife.
Cuatro trabajadores acaban encerrados durante hora y media para evitar ser agredidos en la enorme pelea en el campamento de Tenerife..
La gravedad de los hechos narrados por los agentes explica por qué el presidente de Canarias ha amenazado con expulsar de Canarias a quienes participen en hechos similares.
El pasado 6 de abril se vivió una jornada especialmente violenta en algunos campamentos de acogida de inmigrantes ilegales en Canarias. Tal y como pudo mostrar OKDIARIO a través de varios vídeos a los que este periódico tuvo acceso, las peleas en dos macrocentros de internamiento, Las Canteras y Las Raíces, hizo necesaria la intervención de antidisturbios. Lo que no supimos es cómo vivió esa jornada de violencia entre inmigrantes ilegales una trabajadora del centro.
Sin embargo, pese a las imágenes y los testimonios, estábamos todavía lejos de comprender la magnitud de los disturbios. De hecho el presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, hizo un anuncio con tintes de amenaza: quien volviera a protagonizar hechos similares sería inmediatamente expulsado de las Islas Canarias.
OKDIARIO ha tenido acceso en exclusiva al atestado policial que relata los hechos y recoge los testimonios de los trabajadores del centro en el que la violencia fue extrema. En Las Raíces, con capacidad para 1.500 inmigrantes ilegales, hubo heridos graves, nueve detenidos y restos de sangre que daban fe de las dimensiones de la bronca. Y lo que ahora hemos descubierto son las consecuencias y el miedo sufridos por los empleados de ese centro.
El relato de una de esas trabajadoras es especialmente revelador. La mujer, de unos 40 años, prestó declaración como testigo y como afectada de la violencia ejercida por los inmigrantes ilegales en el centro.
La trabajadora de Las Raíces es una encargada de repartir el catering que su empresa sirve a la ONG que gestiona el campamento de inmigrantes ilegales. De hecho, la comida está siendo causa recurrente de las broncas entre internos por su escasez y calidad.
En un momento dado se produjo una discusión que separó inmediatamente en dos bandos a los internos que, según la trabajadora, eran de marroquíes y de senegaleses. Se empezaron a golpear con tal violencia que la seguridad privada del centro pidió a esta mujer y a sus compañeros que se encerraran en una habitación «para salvaguardar su integridad».
Lo último que pudo ver la trabajadora antes de encerrarse con sus compañeros es que los inmigrantes ilegales no se calmaron precisamente al llegar la Policía, sino más bien lo contrario: comenzaron a atacarlos también a ellos. Lo que hubo al otro lado de la puerta fue una batalla que dejó varios heridos y detenidos.
En la documentación que obra en poder de este periódico se detallan los datos de los nueve detenidos, marroquíes, senegaleses y un mauritano, y se explica que ninguno de ellos quiso declarar ante los agentes. Los policías, junto con los detenidos, registraron como pruebas dos tubos metálicos de literas usados como armas, seis ramas de árbol con el mismo fin, una palanca de hierro y cinco piedras de diferentes tamaños.
Los agentes explican que cuando llegaron al centro sobre las 11 de la mañana del día 6 se encontraron una auténtica batalla campal. De hecho, la llamada de socorro la realizó el propio personal encargado de la seguridad privada del centro, incapaces de hacerse con la situación.
Dragón 40 (indicativo con el que se reconoce a la unidad de intervención policial de Tenerife) llegó al centro de internamiento y lo primero que encontró fue un grupo de inmigrantes ilegales que, desde fuera de las instalaciones, arrojaban piedras al patio interior. Estos huyeron corriendo del lugar así que la UIP se afanó en apaciguar lo que pasaba dentro del centro.
“En la explanada principal había varios grupos de marroquíes contra senegaleses agrediéndose mutuamente con objetos contundentes”. El detalle de las nacionalidades no es gratuito ya que los brotes de violencia se están produciendo por choques entre personas de distintas culturas, especialmente con los inmigrantes ilegales de origen marroquí, quienes tienden a despreciar a los subsaharianos, tal y como explican a este diario trabajadores de los centros que los acogen.
La participación de decenas de agentes hizo posible sofocar la pelea multitudinaria. Los trabajadores lo habían escuchado todo desde el cuarto donde se encerraron. La mujer les dijo a los agentes en su declaración que la violencia que ella vio y escuchó le hizo temer por su vida.
Y esa no fue la única consecuencia sufrida por esta y otros trabajadores. Un total de cuatro personas que tras pasar 90 minutos encerrados fueron sacados y acompañados a sus coches para que se pudieran ir. Pero en el aparcamiento les esperaba otra sorpresa. Todos sus coches tenían cristales rotos, abolladuras y daños graves en la carrocería. Los inmigrantes ilegales se habían ensañado con ellos.
Repasado el atestado que hoy revela este periódico se entiende mejor la postura del presidente de Canarias, una comunidad autónoma obligada y abandonada en la misión de gestionar una crisis migratoria que cada vez se vuelve más peligrosa para los propios canarios.