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Sánchez da por amortizado a Bolaños tras el varapalo del Constitucional

El enfado de Pedro Sánchez con Félix Bolaños "es tremendo", dicen algunos de sus colaboradores

El Constitucional tumba las recusaciones, acepta el recurso del PP y votará si frena el golpe de Sánchez

Pedro Sánchez y Félix Bolaños
Pedro Sánchez y Félix Bolaños
Joan Guirado

El enfado de Pedro Sánchez con Félix Bolaños «es tremendo». Si la relación entre ambos se había ido deteriorando a pasos agigantados en las últimas semanas, el varapalo de ayer del Tribunal Constitucional deja ahora al ministro de la Presidencia al borde del precipicio. Anoche, todo el gabinete del presidente «le comía la oreja» para que lo fulmine «de forma inminente». La decisión de Sánchez «es impredecible». De momento, sus colaboradores más cercanos parecen estar ganando la batalla, pues el presidente sopesa apartar a Bolaños, que anoche dio la cara por él, de la respuesta legislativa, que nadie se atreve a avanzar, pero que tendrá que dar próximamente el Ejecutivo a la suspensión de la reforma.

Las críticas contra «la desastrosa gestión» de Félix Bolaños son cada vez más furibundas en el complejo de La Moncloa. El ministro de la Presidencia se ha convertido en la piedra en el zapato de muchos de los que marcan la estrategia gubernamental y del PSOE. Su forma de trabajar choca frontalmente con la de nuevos guardianes del palacio presidencial: Óscar López, Antonio Hernando y Paco Salazar. Los tres, hace semanas que maniobran para que Sánchez lo destituya. Le consideran «un obstáculo» para desarrollar la política que ellos querrían. La decisión del Constitucional juega a favor de los spin doctors en el intento de situar a Sánchez de su lado.

Tal como relatan a OKDIARIO fuentes conocedoras de cómo se actuó en Moncloa tras conocer la resolución que suspendía la reforma legislativa, el gabinete del presidente obligó a Bolaños a que fuese él el que saliera a «quemarse» dando la cara ante la ciudadanía. A fin de cuentas, pese al discurso victimista empleado, tenía que salir a asumir que el Gobierno no había actuado de forma correcta y dentro de la legalidad. Su intervención fue en un tono bajo. «Fúnebre», llegaban a decir entre tímidas risas, algunos de los críticos con él. Para muchos fue «la sentencia» del ministro por parte de un presidente «muy cabreado».

Y es que, condicionado por su equipo, Sánchez hace varios meses que tiene a Félix Bolaños en el punto de mira. Le reprocha la «improvisación» que a punto ha estado de costarle al Gobierno la convalidación de reales decretos y leyes de gran importancia para el Ejecutivo. «Va de estadista, pero es un bluf», dice de él un colaborador del presidente. Otro opina que «el cargo de ministro le va grande». Moncloa intentó mandarlo a la Plaza de Cibeles, a disputar la alcaldía a José Luis Martínez Almeida, para quitárselo de encima. Pero no aceptó. Ahora podría tener que asumir su relevo en la próxima crisis de Gobierno.

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