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El motivo por el que hay que poner un yogur griego en la ventana si hace calor: lo pide un profesor experto

Yogur griego en la ventana
Janire Manzanas
  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

En la constante búsqueda de soluciones creativas para combatir las altas temperaturas, ha surgido una propuesta tan curiosa como eficaz que ha llamado la atención tanto de científicos como del público general: poner un yogur griego en la ventana. Aunque puede parecer una broma, este método está respaldado por un estudio serio liderado por el doctor Roberts, profesor en una universidad del Reino Unido. El experimento, publicado en medios internacionales, mostró resultados sorprendentemente positivos, lo que ha abierto la puerta a nuevas formas de lidiar con las olas de calor cada vez más intensas y frecuentes.

La idea de utilizar un alimento como barrera térmica puede resultar desconcertante al principio, pero al analizar sus propiedades físicas, se encuentra cierto sentido. En una era donde la sostenibilidad, el bajo coste y la facilidad de aplicación son factores cada vez más valorados, soluciones como ésta despiertan un gran interés. Esta técnica alternativa ha demostrado ser más que un simple truco casero; podría ser la mejor aliada frente a los crecientes desafíos del cambio climático.

El experimento del yogur griego en la ventana

El doctor Roberts decidió poner a prueba una idea que en un inicio parecía más propia de un experimento escolar que de un estudio científico: cubrir las ventanas con una fina capa de yogur griego natural. Su propuesta partía de una hipótesis sencilla pero arriesgada: si ciertos materiales naturales pueden actuar como bloqueadores solares en la piel humana, ¿por qué no podrían ofrecer también cierto grado de protección frente al calor en superficies como el cristal?

Para comprobarlo, organizó un experimento de campo sencillo pero meticuloso. Utilizó dos viviendas idénticas, ubicadas en una zona con clima cálido y expuestas a condiciones similares de sol y temperatura. En una de ellas, aplicó yogur griego en las ventanas durante un mes completo. La otra sirvió como referencia para evaluar las diferencias térmicas.

El seguimiento térmico diario permitió identificar una diferencia clara: en los días de calor más intenso, la casa tratada con yogur presentaba temperaturas entre 2 y 3,5 °C más bajas que la del grupo de control. Incluso en jornadas con calor moderado, la diferencia se mantenía, con un promedio de alrededor de un grado centígrado. E

El yogur griego actuó como una suerte de «filtro solar» en la ventana, según explicó Roberts. Su consistencia y color blanco generan una capa reflectante que bloquea parte de la radiación solar. Esta barrera impide que gran parte del calor penetre directamente en la vivienda a través del cristal. En términos simples, hace algo similar a lo que hacen las persianas térmicas, pero de forma mucho más rudimentaria y, paradójicamente, efectiva.

Ventajas

Uno de los primeros obstáculos que se esperaría de una técnica así es la cuestión del olor. Sin embargo, Roberts fue claro en este aspecto: el yogur, una vez aplicado, se seca en menos de un minuto. Al hacerlo, pierde su aroma característico y no genera ningún tipo de mal olor, lo que descartó una de las principales preocupaciones.

Otra ventaja es que este método no requiere habilidades especiales. Cualquiera puede implementarlo con un simple pincel, brocha o incluso una estropajo de cocina. Eso sí, se recomienda utilizar únicamente yogur griego natural, sin azúcares añadidos ni sabores artificiales, ya que estos componentes podrían dejar residuos pegajosos o atraer insectos.

¿Una solución climática real?

Aunque a simple vista puede parecer un remedio improvisado, esta técnica plantea preguntas interesantes sobre cómo interactuamos con los materiales que nos rodean y cómo podríamos aprovechar productos cotidianos de formas no convencionales.

La investigación del doctor Roberts no busca reemplazar tecnologías como el aire acondicionado, pero sí ofrece una alternativa ecológica y low cost para reducir el uso de estos aparatos, especialmente en regiones donde el acceso a energía es limitado. Poner yogur griego en la ventana puede parecer absurdo hasta que se entiende el principio físico que hay detrás y se observan los resultados empíricos.

Como era de esperarse, la publicación de este experimento generó una oleada de reacciones, tanto en redes sociales como en medios académicos. Algunos aplaudieron la creatividad del investigador, mientras que otros lo tomaron con escepticismo. Lo cierto es que, más allá de las bromas, varios expertos en eficiencia energética y arquitectura bioclimática han mostrado interés en replicar o expandir el estudio para entender mejor su alcance y aplicabilidad a distintas condiciones climáticas.

La técnica del yogur griego en las ventanas nos recuerda que la ciencia también puede tener un rostro insólito, divertido y, sobre todo, accesible. A menudo, las soluciones más efectivas no provienen de sofisticados laboratorios, sino de ideas que desafían lo establecido. En este caso, una sustancia comestible, común y asequible ha demostrado tener un poder insospechado para mejorar el confort térmico en los hogares.

Aunque probablemente no se convierta en un estándar global ni sustituya a las soluciones tradicionales, este experimento abre una puerta a la imaginación y a la investigación de recursos poco convencionales.

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