Joan Rovira, el alcalde asesinado por dejar que los niños tuvieran Reyes Magos

Rovira fue fusilado por autorizar que en Lérida desfilara la Cabalgata de los Reyes en 1936

La Generalitat de Lluís Companys había prohibido por ley cualquier tipo de festejo navideño

Al alcalde ilerdense le pudieron más sus sentimientos católicos y lo pagó con la vida

Joan Rovira
Joan Rovira, alcalde de Lérida en 1936.
Tomeu Maura

Para decenas de miles de niños de toda España ésta será la noche más mágica del año. La noche en la que sus majestades los Reyes de Oriente espolvorearán lo que los antiguos druidas celtas llamaban pixie dust -polvos mágicos- para permitirles penetrar de incógnito en sus hogares y depositar al pie del árbol o del Belén -o ambos- aquellos obsequios a los que se hayan hecho acreedores con su comportamiento.

Sin embargo, no siempre fue así. Hubo una época en Cataluña en la que la Navidad estuvo prohibida. Algo similar había sucedido en el Siglo XVII en Inglaterra, sólo que aquella ocasión se debió a las diferencias que mantenía el rey Enrique VIII con la Iglesia Católica, que le negaba el divorcio de Catalina de Aragón, mientras que el bloqueo catalán se originó por razones estríctamente políticas. La izquierda radical casa mal con la religión y el dirigente de Esquerra Republicana de Catalunya Lluís Companys aprovechó en 1936 su condición de president de la Generalitat para publicar una ley que declaraba ilegal cualquier festejo navideño. Desde la Navidad a la Misa del Gallo y, por supuesto, la cabalgata de Reyes Magos.

En enero de 1936 los niños catalanes no pudieron cumplir su sueño de recibir a Melchor, Gaspar y Baltasar porque, según les dijeron sus padres, había habido «mucha mala mar» y no habían conseguido salir a tiempo desde Oriente. Hubo, sin embargo, una excepción. Al abogado del Estado Joan Rovira Roure, alcalde de Lérida, adscrito a la Liga Regionalista, le pudieron más sus creencias católicas que su independentismo y autorizó la celebración de una Cabalgata de Reyes en las calles de su ciudad. Fue una comitiva sencilla que apenas hizo ruido, pero que consiguió su propósito de conseguir que los niños ilerdenses se marcharan a la cama ansiosos y felices.

Joan Rovira pagó muy caro su acto de bondad. Companys, al que se rinde homenaje cada 15 de octubre en Cataluña, esperó su oportunidad y el 18 de agosto de 1936, un mes después de que estallara la Guerra Civil, ordenó la detención del alcalde insurrecto, al que torturaron en la cárcel de Lérida antes de condenarle a muerte en un juicio sumarísimo que se celebró el 27 de agosto y en el que se le negó cualquier posibilidad de defensa. Esa misma noche le trasladaron al cementario y le descerrajaron varios tiros antes de enterrarle en la fosa común, a donde le arrojaron como si fuera un vulgar delincuente.

El independentismo catalán oculta como la peste la figura de un mártir como Joan Rovira como oculta las de los cientos y cientos de asesinados por el régimen de terror de Lluís Companys. Por supuesto tampoco está reconocido por la nefasta Ley de Memoria Histórica que sólo dignifica a las víctimas franquistas. Su caso, sin embargo, fue muy especial. Lo suficiente para que cada cinco de enero, en Lérida y en cualquier parte del mundo en la que se crea en la  libertad y en la ilusión de los niños, se levante la vista al cielo en memoria de un alcalde valiente y bueno. El alcalde que recibió a los Reyes Magos pese a que le costara la vida.

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