Destituyen al capitán que dirigió el ejercicio en el que murieron dos militares en Cerro Muriano
El capitán obvió los avisos sobre la mala meteorología y les obligó a hacer el ejercicio
El capitán que dirigió el ejercicio en el que murieron dos militares el pasado mes de diciembre en la base de Cerro Muriano, Córdoba, ha sido destituido por el Ministerio de Defensa. Así se ha publicado este jueves en el Boletín Oficial del Estado (BOE).
Esta medida se ha tomado tras la petición a la ministra de Defensa, Margarita Robles, por parte de los familiares de los militares fallecidos, Carlos León y Miguel Ángel Jiménez, de la suspensión en funciones de los oficiales encausados.
Este cese va unido, además, a una expulsión de la carrera militar durante seis meses. Esta decisión llega después de que el pasado 18 de marzo, el abogado Carlos Romero (representante legal la familia de los soldados) denunciara en una rueda de prensa que, según la información que le habían transmitido varios militares, el capitán procesado por los hechos y que estaba al mando de las maniobras seguía «trabajando» en la base militar.
Otros militares que fueron acusados de la muerte de los dos soldados, además del capitán, son el teniente coronel, el comandante, el capitán, dos tenientes y el sargento, unos como autores y otros como cooperadores necesarios. Se les acusó de homicidio doloso.
Los militares murieron ahogados durante la ejecución de unas maniobras acuáticas en el lago artificial de la base. Debido a la mala meteorología, el grupo advirtió al capitán de que la maniobra iba a ser muy complicada y que quizá era mejor posponerla. El oficial dio la orden de seguir adelante y dijo lo siguiente: «Me suda la polla todo, todo el mundo para adentro».
Así fue el ejercicio
Se lanzaron al agua 15 de los 60 soldados que iban a realizar el ejercicio. El resto se quedó en tierra esperando su turno. Al uniforme, el casco, las botas militares, el fusil y una mochila de ocho kilos, hay que sumar una mina simulada de 3,5 kilos que una veintena de militares llevaban en el macuto como castigo por no ejecutar correctamente algunos ejercicios en los días anteriores.
Tras adentrarse al lago, las mochilas, que debían servir como una especie de flotador no actuaron como tal, ya que se llenaron de agua. Además, según la acusación particular, no había línea de vida (una cuerda de acero a la que pueden asirse con un mosquetón o similar en caso de necesidad), sino una cuerda que, sujeta a dos árboles, hacía de guía, pero no estaba tensa y se hundió aún más cuando los soldados recurrieron a ella. Fue instalada por dos sargentos que reconocieron que no tenían «formación» para ello.
Poco después comenzaron los primeros gritos de auxilio, por lo que algunos soldados que estaban en tierra se lanzaron al agua para auxiliar a sus compañeros. Cuentan que la sensación de frió fue tal que se quedaron sin respiración, con la mandíbula entumecida y sin poder articular palabra. Uno de los que se tiró al lago fue el cabo Miguel Ángel Jiménez Andújar. Murió tratando de salvar vidas. La otra víctima fue el soldado Carlos León Rico, uno de los 15 que formaban el primer grupo.
Además de las dos víctimas, un soldado fue rescatado en parada cardiorrespiratoria y reanimado a tiempo por otro militar. Otros cinco entraron en hipotermia, uno de ellos de manera grave. Éste último y el militar que sufrió el paro cardíaco fueron evacuados al hospital Reina Sofía de Córdoba.