Nutrición

Terremoto en la industria alimentaria: un estudio universitario dice que no toda la comida ultra-procesada es mala

comida ultra-procesada
Alimentos procesados. Foto: Freepik.

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La percepción de que la comida ultra-procesada representa un riesgo uniforme para la salud está siendo revisada por investigadores internacionales. Un trabajo publicado recientemente expone que no todos los productos incluidos en esta categoría presentan las mismas consecuencias.

La diversidad en composición, métodos de elaboración y contexto dietético lleva a plantear la necesidad de una clasificación más precisa. En el mismo marco, la investigación destaca que ciertos alimentos procesados pueden tener un papel funcional en la dieta, especialmente en poblaciones con menos recursos.

¿Cuál es el papel de la comida ultra-procesada en la dieta actual?

Los resultados del estudio, publicado en la revista Proceedings of the Nutrition Society, indican que no todas las categorías de comida ultra-procesada muestran el mismo impacto sobre la salud.

Y es que, según plantea la investigación, mientras refrescos azucarados y aperitivos industriales se asocian de manera consistente con efectos adversos, existen otros productos que presentan beneficios potenciales.

Ejemplos de ello son los cereales integrales enriquecidos y ciertos lácteos procesados, cuya composición nutricional puede aportar elementos positivos.

El profesor asociado Jimmy Louie, de la Universidad de Swinburne, subraya que la pregunta «¿Son perjudiciales los alimentos ultra-procesados?» no admite una respuesta binaria. Según el especialista, reducir la discusión a un «sí» o «no» simplifica en exceso una realidad más compleja.

Así, el contexto dietético y la calidad nutricional de cada producto resultan determinantes para evaluar sus efectos.

¿Cómo se clasifican los alimentos y qué es el sistema «Nova»?

El análisis se centra en el sistema Nova, una herramienta ampliamente utilizada que clasifica los alimentos en cuatro grupos en función del nivel de procesamiento. Este esquema incluye desde los productos frescos hasta la comida ultra-procesada. Sin embargo, según los investigadores, la metodología presenta limitaciones importantes.

El sistema no diferencia adecuadamente entre la calidad nutricional de distintos productos dentro del mismo grupo. Por ejemplo, la misma categoría engloba a bebidas azucaradas y a lácteos fortificados, pese a sus notables diferencias en composición y efectos sobre la salud.

Louie plantea que una clasificación válida debería integrar dos factores: el grado de procesamiento y el valor nutricional.

Factores socioeconómicos y ambientales que influyen en el consumo de comida ultra-procesada

El estudio también aborda el papel de la comida ultra-procesada en términos sociales y ambientales. En comunidades con menos recursos, estos productos representan una fuente accesible de nutrientes esenciales a bajo coste.

Además, su mayor durabilidad ayuda a reducir el desperdicio alimentario, un problema creciente en la cadena de suministro global.

Los investigadores destacan que no todas las personas tienen la posibilidad de basar su dieta únicamente en alimentos frescos o mínimamente procesados. En estos casos, ciertos productos ultra-procesados con valor nutricional adecuado pueden ser una opción viable y práctica.

Hacia una guía alimentaria más precisa

El artículo revisado propone repensar las recomendaciones dietéticas a partir de una visión menos categórica. Según los autores, el rechazo absoluto de la comida ultra-procesada puede desviar la atención de riesgos alimentarios más urgentes.

En su lugar, defienden la creación de un sistema más equilibrado, que permita identificar qué productos deben evitarse y cuáles pueden formar parte de un patrón saludable.

El estudio concluye en que es momento de mejorar los criterios de clasificación. De esta manera, las guías de salud pública podrán ofrecer a la población una orientación más justa y realista, adaptada a la diversidad de contextos sociales y económicos.

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