Padecer cáncer

El linfoma de células T tarda más de tres años en ser diagnosticado

Los linfomas
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Hay diferentes tipos de linfomas cutáneos, el de células T (LCCT) es uno de los distintos tipos de linfoma que se conocen en conjunto como linfomas no Hodgkin. Se calcula que la incidencia del linfoma (no Hodking) en España, es de 12,3 casos por cada 100.000 varones/año y 10,8 en el caso de las mujeres, según los datos de Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).

El linfoma de las células T, es un tipo de cáncer poco frecuente que comienza en los glóbulos blancos llamados células T o linfocitos T. Estas células normalmente ayudan al sistema inmunitario del cuerpo a luchar contra los agentes externos y gérmenes pero, al ser afectadas por el linfoma, estas células desarrollan anomalías que las hacen atacar, principalmente la piel. Los síntomas más habituales, según la Clínica Mayo, pasan por un sarpullido rojo, escamoso, con picazón que a veces produce engrosamiento o tumores en la piel. En ocasiones, se produce inflamación de los ganglios linfáticos y también pueden verse afectados la sangre y las vísceras. Según su gravedad, pueden tener un profundo impacto en la calidad de vida relacionada con la salud y el bienestar psicológico de los pacientes. 

Estos tipos de cáncer tienen poca visibilidad por eso, desde la Asociación Española de Afectados por Linfoma, Mieloma y Leucemia (AEAL), llevan a cabo campañas de concienciación y difundir a la sociedad médica y a la población en general, qué supone padecer este cáncer.  Buscan incentivar el diagnóstico precoz puesto que hoy en día, que según sus datos, suele tardar y retrasarse -de media- entre tres y cuatros años, ya que en muchas ocasiones se confunde con la psoriasis y conseguir más fondos para investigación y tratamientos.

Causas y síntomas

Se desconoce la causa precisa del linfoma cutáneo de células T. En la mayoría de los pacientes, no hay una causa conocida e identificable que cause el linfoma de células T. Existe un incremento de la incidencia con la edad y hay una serie de circunstancias o enfermedades que pueden predisponer al desarrollo de un linfoma no Hodgkin como los tratamientos previos con agentes inmunosupresores, quimioterapia, radioterapia o trasplante de órganos.

En el 40% de los casos, los pacientes con linfoma no Hodgkin presentan síntomas generales como fiebre, pérdida de peso o sudoración profusa y que no son explicables por otras causas, según los datos aportados por SEOM. Cuando la fiebre es mayor de 38º, la pérdida de peso de más del 10%, se denominan síntomas B y van a ser factores pronósticos importantes. Estos síntomas B están presentes en el 47% de los linfomas agresivos y en menos del 25% de pacientes con linfoma indolente. En menos del 10% de los pacientes se presentan astenia (cansancio), anorexia (falta de apetito), malestar general o prurito. Otro tipo de síntomas locales, como cefalea, tos, dificultad para respirar, dolor óseo o abdominal pueden indicar afectación a esos niveles de la enfermedad.

La lucha contra el linfoma

Para conocer de primera mano, cómo es padecer este cáncer, OKSALUD entrevista a Rosario Díaz, quien relata su experiencia contra el linfoma como una “lucha personal, llena de optimismo y fuerza” para poder enfrentarse al diagnóstico. En su caso, todo empezó con un leve picor en la piel, que se fue acrecentando, y una pérdida de pelo. Estos síntomas la llevaron a visitar a un dermatólogo . El tratamiento prescrito durante un año no funcionó. En una de las últimas visitas a este especialista, se le pidió  una biopsia y una analítica. Estas pruebas eran muy costosas y Rosario no podía afrontarlas, así es que acudió a su médico de la Seguridad Social, quien, al verla, le pidió los análisis y cita inmediata con el dermatólogo del Sistema Nacional de Salud.

El equipo de dermatología del Hospital de Bellvitge, donde fue remitida, solicitó más pruebas para el diagnóstico. Finalmente, se confirmó que sufría una enfermedad grave a la que ella no quiso poner nombre y, sin contar nada a sus hijos ni amigos, sólo a su marido, según relata la afectada, acudió a tratamiento al hospital para que, según explica, le “limpiaran la sangre”. Después de un año en tratamiento de quimioterapia, pasó a seguimiento a la planta de Oncología y ahí es donde comunicó la noticia a su familia. 

“Yo me pongo en manos de los doctores, si no confías en ellos y en ti misma, no te puedes curar. Yo no pregunto qué tengo, sólo lo que debo hacer. A mí me han dicho que no me quite la mascarilla y no me la quito jamás, ni siquiera en casa. Hago todo los que me dicen mis médicos y no pregunto por qué”, declara rotundamente Rosario.

Rosario tenía la piel de todo el cuerpo totalmente descamada y recuerda con horror el picor intenso que padecía durante las 24 horas del día: “No puedo explicar con palabras lo duro que era, no podía dormir, la ropa me hacía daño, fue una pesadilla”. No sabe, ni quiere saber, cuánto tiempo lleva en tratamiento ni cuánto le falta, pero calcula que lleva casi cuatro años con la enfermedad.

Ahora está mucho mejor, el nuevo tratamiento le funciona bien. Ya no tiene picores ni la piel escamada, aunque sí que sufre más cansancio del habitual. Antes, tenía frío constantemente en verano y en invierno, ahora también eso ha desaparecido. Con todo, Rosario está muy contenta y quiere destacar que el cariño y la empatía del equipo de médicos ha sido “fundamental” en su recuperación.

Así, no es partidaria de “hacer dramas” por eso afirma: “Hay que mentalizarse y recurrir a la fuerza interior para luchar y superar la enfermedad y7 creo que no hay que preocupar a la familia innecesariamente. Yo sigo luchando y haciendo todo lo que me dicen los doctores”. 

Rosario Díaz transmite un mensaje de optimismo y de lucha que resume en tres puntos: “Hay que tener fe, sacar fuerzas de uno mismo y confiar en los médicos”.

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