¡Viva España! ¡Viva la Constitución! ¡Viva el Rey!

¡Viva España! ¡Viva la Constitución! ¡Viva el Rey!

Cuando se publique este artículo, estará terminando este lunes, doce de octubre de 2020. Hoy, por tanto, es el día de la Fiesta Nacional, fecha que entronca con la mayor proeza de la Humanidad, como fue descubrir el Nuevo Mundo. De las tres grandes hazañas mundiales acontecidas desde la Edad Moderna -el Descubrimiento de América, la primera vuelta al mundo y la llegada del hombre a la Luna-, dos están protagonizadas por España. Son una muestra de las muchas cosas que España ha aportado a la Historia, dos hitos de lo que el gran historiador Luis Suárez sintetizó en el título de uno de sus libros: «Lo que el mundo le debe a España».

Nuestro país es la suma de muchas personas, habiendo sido capaces de lo mejor y, en ocasiones, también de lo peor -como cuando hemos decidido darnos de palos, magistralmente representado por Goya-, pero, en neto, hemos contribuido muy positivamente a la Humanidad en todas las disciplinas, siendo la Leyenda Negra un conjunto de infundios propagandísticos de quienes envidiaban el entonces extenso Imperio de la Monarquía Hispánica, nada que ver con la realidad de luces que supuso para el mundo la aportación de España al mismo.

En estos momentos confusos para el mundo, cuando el virus pandémico no ha cejado todavía en su infección y la vacuna aún no ha llegado, en España nos encontramos con una situación sanitaria difícil y otra económica más difícil si cabe, pues la mala gestión que el Gobierno de Sánchez ha desatado está hundiendo a España en la ruina.

Ahora bien, siendo muy adversas estas dos situaciones, la peor de todas es el intento de desestabilizar institucionalmente nuestro régimen constitucional, con ataques al Rey desde el seno del propio Gobierno de coalición, sin que el presidente Sánchez corrija y destituya a los miembros de su Ejecutivo que atacan a la Corona ya sin disimulo alguno, rompiendo la promesa o juramento de lealtad al Rey que realizaron al prometer sus cargos.

Adicionalmente, el presidente del Gobierno, con tal de seguir contando con los votos del antiguo brazo político de ETA, se lamenta de la muerte de un etarra que colaboró en el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. Cuando el máximo responsable del Gobierno siente tanta compasión con los verdugos y tan poca con las víctimas, algo no funciona adecuadamente y se socavan las instituciones.

Por otra parte, en un ejercicio de autoritarismo, Sánchez ordenó el viernes imponer en Madrid el estado de alarma, sin hablar con la Comunidad de Madrid con sinceridad ni atender a razones y a datos. Su rabieta por la decisión del TSJM de no ratificar la orden que transponía la resolución del ministerio de Sanidad le impulsó, en un claro tic autoritario, a encerrar a Madrid capital y a otros ocho municipios de la región madrileña.

Autoritarismo acompañado de sectarismo al no querer escuchar la realidad de la evolución descendente de los contagios y ocupación hospitalaria, a los que se une el atropello del reconocimiento por parte del ministerio de Sanidad de que emplearon, para justificar el estado de alarma, datos no actuales, sino de casi una semana antes, donde ya habían descendido los contagios pero siendo todavía más altos que el propio día nueve de octubre.

El diccionario de la Real Academia Española dice que prevaricar es «cometer el delito de prevaricación», y que prevaricación es un «delito consistente en que una autoridad, juez o funcionario dicte a sabiendas una resolución injusta». Yo no soy jurista y, por tanto, no puedo pronunciarme sobre si no existe algún resquicio legal en la decisión del Gobierno de Sánchez de imponer el estado de alarma para que no sea considerado prevaricación. Puede que exista ese resquicio por el que escapar a ese potencial delito, pero, desde luego, contamos con los componentes de la definición del diccionario de la RAE: tenemos una autoridad y tenemos una resolución dictada en base a unos datos que no se corresponden con los del momento en el que se dictó, tal y como el propio Ministerio de Sanidad ha reconocido, lo que convierte el resultado en claramente injusto, porque con los datos actualizados a la fecha en la que se tomó la decisión, Madrid cumplía con los parámetros para no ser cerrada, con lo que la decisión debería haber sido otra y Madrid no tendría que estar cerrado. Los expertos jurídicos dirán si técnicamente eso es prevaricar o no, pero, desde luego, alguien podría decir que se le puede parecer bastante a ello.

Como añadido, el Gobierno, empleando la excusa de que los objetivos de estabilidad quedan suspendidos en 2020 y 2021 se niega a someter a las Cortes la aprobación de la senda de estabilidad. No es razón suficiente que anule debate y votación, pues la senda, para empezar, va más allá de 2021, donde, a día de hoy, no han sido suspendidos dichos objetivos. Por tanto, hurta así al Parlamento del control imprescindible al Ejecutivo, además en algo tan necesario como la senda de estabilidad a la que se tienen que ceñir los correspondientes presupuestos, en un ejercicio que merma la calidad institucional.

Y como colofón, como no puede renovar el CGPJ para imponer los nombres que desea, quiere cambiar la ley para no tener que contar con la oposición. La justicia está politizada y debería acabarse con ello, pero lo que propone Sánchez no es despolitizarla, sino politizarla completamente a su gusto.

Todo esto supone un desgaste institucional enorme, que no se sabe bien qué busca, pero que parece pretender acabar con nuestro sistema constitucional de monarquía parlamentaria de 1978 para instaurar un sistema como el de la tenebrosa II República -que no olvidemos que se proclamó en lo que constituyó un auténtico golpe de Estado, pues no se votó el cambio de marco constitucional-, al poner en cuestión todos los cimientos que sustentan nuestra forma de vida y convivencia, magníficamente representados en la figura de S.M. el Rey, que es atacado de forma indignante por Iglesias, Garzón y los suyos siendo miembros de un Gobierno cuyo presidente, en lugar de destituirlos y defender al Rey, le prohíbe a éste acudir a Barcelona a la entrega de despachos de la nueva promoción de jueces.

En un día como hoy, día de la Fiesta Nacional, tenemos que reunir fuerzas para defender la legalidad y nuestro orden constitucional, para no dejar que sigan atropellándolo tal y como se está haciendo, para que no suframos los ramalazos de autoritarismo que hemos observado en el Gobierno durante la última semana y para preservar nuestra libertad. En definitiva, para que la estación de término de este camino peligroso que algunos quieren hacernos recorrer no sea la Venezuela comunista, llena de hambre, terror y dictadura. Por tanto, hay que redoblar nuestros esfuerzos para defender a España, a la Constitución y al Rey, y hay que tenerlo bien presente en cuanto tengamos que votar de nuevo, deseando que, para entonces, todavía podamos hacerlo. ¡Viva España! ¡Viva la Constitución! ¡Viva el Rey!

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