¡Vamos?, Inés

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Ayer fue la presentación en Barcelona de ¡Vamos?, el libro de mi amigo y compañero del grupo impulsor de Ciudadanos, Xavier Pericay. No pude asistir, pero hubiera deseado hacerlo muy especialmente. Estamos a pocos días de unas elecciones en Ciudadanos que han “coronado” a Inés Arrimadas como lo que ha venido siendo desde la Toccata y Fuga de Rivera: la líder incontestada de Cs. La heredera natural de un riverismo, que sobrevive a algunas bajas de campanillas, pero que puede rastrearse sin dificultades en la composición de los nuevos cuadros. Una ejecutiva lampedusiana donde las haya.

Sigue el riverismo de la damnatio memoriae que, en sus momentos de mayor intoxicación olímpica, se permitió no mover un dedo (o moverlo al revés) para que uno de los valores más sólidos y con mayor carga simbólica de su partido como Xavier Pericay pudiera revalidar su escaño en Baleares. La caída de Xavier como síntoma de la hubris del “piñol”.

Inés ha vencido y hubiera podido también convencer si hubiera sido más inteligente tratando a su contrincante. Paco Igea es diputado porque la comisión de Valores y Garantías de Ciudadanos le dio la razón cuando se comprobaron manipulaciones en el recuento de votos cuando competía con su rival Silvia Clemente, expresidenta del Parlamento regional, por la candidatura a la presidencia de la Junta de Castilla y León. El que fuera secretario general y número dos de Ciudadanos, José Manuel Villegas, avalaba la candidatura de Clemente y la consideraba su “fichaje estrella”. Impulsado por la evidencia, Villegas achacó el posible pucherazo «a las prisas y a un error humano», y a otros condicionantes como que fuera un domingo con muchos otros procesos internos.

“Errores humanos” que hubieran podido pasar más o menos indetectados si Igea no hubiera hecho algo que le convirtió en enemigo público número uno: impugnar los resultados desafiando al oasis siciliano de la ejecutiva. Y lo que quedó al descubierto no fue bonito. Extraños votantes de madrugada y misma dirección IP para muchos de ellos, con alguna maniobra informática que permitió colarlos.

Ayer, la Fiscalía Provincial de Valladolid archivó la investigación con declaraciones como esta: «Sin duda, esos 82 votos, teniendo en cuenta la hora en la que se emiten, han sido realizados intencionadamente con el fin de ‘engañar’ al sistema telemático y, por consecuencia, alterar la elección del candidato». No obstante, «eso no es suficiente para considerar que se ha producido un delito de daños informáticos». Vamos, que se acepta pulpo como animal de compañía, y la flamante nueva presidenta, al ya clásico estilo de la casa, no sólo no expresa total reprobación y propósito de enmienda por lo que constituye un baldón en toda regla en el historial del partido, sino que tira una chinita más a quienes impugnaron unas elecciones más que dudosas declarando que “Los que han hecho acusaciones son los más indicados para valorar ese archivo” y que esto les vale para “sacar pecho” por “la democracia interna de Ciudadanos».

“Pit i collons”, señora. Rivera no hizo jamás un acto serio de contrición por los errores que llevaron al desastre a Ciudadanos (nunca dijo “me voy por lo mal que lo he hecho” sino “me voy porque quiero ser feliz”). En la misma línea transcurre el dar brincos por la suerte de haber escapado de un sonrojo por la generosidad de esa fiscalía. Necesitamos líderes que no sólo piensen en su trasero, sino que se sean conscientes de por qué están donde están. Los que se preguntan ¿quién es bueno para aportar a un proyecto que tiene como objetivo el bienestar de los españoles”

¡Vamos?, Inés. Qué pena no haber empezado por integrar en la ejecutiva a un compañero que no ha ganado, pero que tiene detrás a casi un cuarto del partido. Y eso en las peores condiciones, desde el punto de vista del aparato, para competir. ¿No sería eso un cambio con lo anterior?

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