Mejor aquel portal que un mundo con el villano y su indignidad
Al margen de todas las disquisiciones judiciales y morales vertidas por ministros de Justicia oligofrénicos y los tertulianos con el cursito acelerado de magistrado, hay un cúmulo de nauseabundas miserias nacionales que el asunto de ‘La Manada’ ha logrado destapar. Observen sino cómo nos entregamos a la expertise de los filo terroristas y admiradores de dictadores genocidas que copan las instituciones españolas en todo lo que respecta a los comprometidísimos dilemas morales. Ignoro la opinión de la chica del portal y, hasta que vea los vídeos, también lo sucedido en aquel zaguán de la opinión nacional. De ser ella, no podría imaginar nada más repulsivo que entregarle mi defensa a Otegi y nada más deshonesto que permitir que mi honra sea “sobada” por los separatas, los raperos enaltecedores del terrorismo, y los macarras de Bildu repartidos en el Ayuntamiento de Pamplona, el Gobierno de Navarra y toda esa putrefacta acusación particular capitaneada por el batasuno Joseba Asirón, enlace entre la caterva neofeminista y los matarifes de Herri Batasuna que, hace 20 años, apuntaron a la nuca de Ascensión García Ortiz en Sevilla y aparcaron aquel coche bomba a las gemelas de la casa cuartel de Zaragoza. ¿ETA mataba por machismo o se trataba de otro ímprobo intento de instaurar su puta ley de paridad?
Mucho más aterrador que un portal a oscuras es asumir que es esa la basura que nos modela y que formatea nuestra mentalidad individual y colectiva apeando, además, del debate a los seres humanos decentes.
Con dos de ellos me crucé en un plató de televisión el viernes pasado. Eran uno de esos hombres respetables que, ahora y a pesar de una larga trayectoria profesional y personal, sienten atónitos, que pueden perder su honorabilidad y convertirse en parias por tener pene y una opinión divergente. Extenuados tras cuestionar tímidamente la sentencia mediática preestablecida y con la equivocada confianza de que yo contaba con la ventaja cualitativa de tener vagina, el septuagenario me tocó el hombro con ojos misericordes. Era el mismísimo ‘Curro Vázquez’ dándole la alternativa a un novillero esmirriado con la descerebrada pretensión de entrarle a un bragado de Victorino Martín en la Real Maestranza de Sevilla: “Te toca. Yo paso de decir nada y que me linchen. Mucha suerte”. “Gracias, maestro. Espéreme en la enfermería”.
Y en una hora y media dedicada en exclusiva a ‘La Manada’ y manejada por cuatro mujeres y dos hombres pude constatar el porqué de la huida de los dos periodistas de solera que me habían cedido la silla. Dos de esas mujeres protagonizaron semejante bacanal de autoinculpaciones machistas que lo primero que mi instinto me dictó fue correr para esquivar el flagelo de la culpa. Repetían “si tú no aceptas que vives en una sociedad donde el hombre prevalece y la mujer está en peligro es porque tus padres te han educado con inputs machistas”. Vaya, no ha habido hombre en mi vida que me haya convertido jamás en mujer solícita y, cuando ya me creía una heroína llegan estas y me dicen que le hinque la rodilla al lobby o parte de la responsabilidad de todo esto será mía. Desistid, hijas mías… Responsables fuisteis los que defendisteis que la suelta de decenas de violadores mediante la derogación de la doctrina Parot tenía alguna maldita vinculación con los derechos humanos. Responsables los que pedís a ‘La Manada’ y a los jueces ser ahorcados en plaza pública tras clamar contra la Prisión Permanente Revisable. Responsables los que reciben a las familias de los terroristas de Alsasua llamando a los matones ‘los chicos de Alsasua’, y a un acto terrorista ‘pelea de bar’. Mejor cualquier peligro en cualquier portal que un mundo abierto con el villano y su indignidad.
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