Sectarismo segundorepublicano

Sectarismo segundorepublicano

Si se quiere ver el franquismo con los ojos del presente, veamos la Segunda República de la misma manera. Un país que se acostó monárquico y que se levantó republicano sólo fue posible si había un golpe de Estado de por medio. No, dirán los republicanos, el golpe de Estado lo dio Franco en 1936. Alfonso XIII abandonó España ante los ‘escraches’ que tenía a las puertas del Palacio Real. Pensó el monarca que con su marcha lograría contener la rabia de una parte de la sociedad. Pero para aquellos portadores de rabia de lo que se trataba no era sólo con largar al Rey, sino con darle la vuelta como un calcetín a España, para adoctrinar a las masas, imponer su credo, hacer la revolución y reprimir a la oposición. Algo similar a lo que en la actualidad, pero desde una revolución silenciosa, pretenden llevar a cabo Pedro Sánchez y sus socios comunistas, independentistas y filoetarras.

La mal llamada asignatura de «memoria democrática» con la que quiere adoctrinar el gobierno socialcomunista a nuestros hijos es un ejemplo más del sectarismo segundorepublicano que pervive en nuestros días. A mí nadie me tiene que convencer de que Franco gobernó bajo un sistema autoritario durante casi 40 años, pero no voy a consentir que me quieran blanquear un sistema republicano que se impuso por la fuerza a los españoles, que nadie votó, que consintió que se conculcaran los derechos humanos, que fue incapaz de proteger la vida de los españoles y que inexorablemente nos llevó al caos. Es inaceptable que haya sido el primer gobierno de la democracia con radicales en su consejo de ministros el que nos quiera inocular ahora su veneno ideológico.

No necesitamos panfletos ideológicos de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para estar movilizando a sus votantes y para pretender ‘lavar los cerebros’ de miles de nuestros jóvenes. Se han escrito cientos, si no millares, de libros de la guerra civil, del franquismo y de la Segunda República. Hay un ejercicio de investigación prospectiva que aconsejo a mis estudiantes universitarios a la hora de analizar lo ocurrido en la Segunda República y es pedir que se acerquen a las noticias publicadas por la prensa extranjera de la época. Se trata de un libro todavía pendiente de aparecer: el período republicano visto por los corresponsales, exentos de la militancia ideológica que luego sí profesaron los corresponsales de la guerra civil. Buscar por este período de nuestra historia en un periódico como The New York Times, poco dudoso de ser conservador, arroja resultados muy interesantes: persecuciones religiosas, quema de conventos, revolución marxista, la deriva autoritaria de Manuel Azaña, la censura republicana a los medios de comunicación, la ausencia de garantías en los tribunales, etc.

El sólo intento de hacernos seguir creyendo que la Segunda República fue un modelo para la época de democracia no es únicamente faltar a la verdad, sino que es un ataque a Montesquieu. Algún día hablaré de los golpes de estado que hubo en la España del XIX y que gran parte de la historiografía se sigue refiriendo a ellos eufemísticamente como ‘pronunciamientos’ cuando fueron auténticos golpes desde la teoría política protagonizados mayoritariamente desde los sectores progresistas de la España de la época y que no merecen otra calificación. Blanquear todo ello es como hacernos creer que otros gobiernos que colaron el adjetivo ‘democrático’ en sus denominaciones oficiales (por ejemplo, República Democrática de Alemania, República Democrática de Corea del Norte, República Democrática del Congo, etc.) hacían verdaderamente honor a esta forma de gobierno.

Menos sectarismo segundorepublicano precisamos y más querer a nuestra actual democracia, fruto de la Transición. Supone un acto de cinismo disparatado que precisamente quienes pretenden dar lecciones de la ‘democracia fake’ republicana son los que repudian a la vez el espíritu del 78, son los que atacan al jefe del Estado, los que pisotean a nuestros jueces, los que dan golpes de Estado en Cataluña o quienes les ríen las gracias, los mismos que desde su sectarismo gobiernan para los menos, sin tener en cuenta a los más.

 

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