No berree «¡viva Pedro Sánchez!», berree «¡viva Goebbels!»

Pedro Sánchez en particular y el sanchismo en general son el mal en estado puro, la perversión absoluta, el diabolismo elevado a la máxima expresión. Siempre hay excepciones que confirman la regla como los centrados Margarita Robles, Carmen Calvo o incluso José Manuel Albares a pesar de haberse metido esta semana en un jardín, el del terrorismo de baja intensidad con el equipo ciclista Israel-Premier Tech, en el que nada tenía que ganar y sí mucho que perder, para empezar, esa vis moderada que siempre exhibió. Dicho todo lo cual en estos últimos siete años ha quedado empíricamente probado que el sanchismo es la mentira, el extremismo, la corrupción, el abuso de poder, la autocracia, el asesinato de Montesquieu y un sinfín de salvajadas que nos aproximan peligrosamente a otras latitudes en las que la vida no vale nada y en las que el Estado de Derecho es una filfa.
El sanchismo es, por encima de todo, más allá de cualquier otra consideración, gangsterismo. Ahí tienen a Santos Cerdán como máximo exponente de cuanto digo —y lo que te rondaré, morena—. Pero esa pseudoideología que representa el caballero de la triste figura que es ahora nuestro presidente del Gobierno alberga como común denominador la mentira, la patraña, el embuste, el bulo, la estafa moral permanente. Mienten más que hablan. Por no decir la verdad, práctica que les espanta, son capaces de engañar al médico que les examina de un posible cáncer.
Y en esta banda en la que la trola es la ley suprema figura ya con letras mayúsculas el delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, un malnacido que pasará a los anales de la infamia por haber rebuznado que Bildu «ha hecho por la democracia más que los patrioteros de pulsera». Debe ser que para este sujeto el bien común consiste en asesinar a 856 personas, dejar malheridas o huérfanas a miles, secuestrar a medio centenar, extorsionar a decenas de miles y expulsar de su tierra a 250.000.
El Gobierno de Pedro Sánchez alberga como común denominador la mentira, la patraña, el embuste, el bulo, la estafa moral permanente
La primera semana informativa de la temporada se inició con un triste suceso adelantado en exclusiva por ODKIARIO: «Un marroquí de 17 años viola a una niña española de 14 junto al centro de menas de Hortaleza en Madrid». Las consecuencias de esa política de barra libre con la inmigración que contrasta con la mano dura de la dirigente de moda, Giorgia Meloni: mientras aquí la llegada de sin papeles se disparó el año pasado un 50%, en Italia se desplomó un 60%. El Ministerio del Interior asegura que este año ha descendido un 30% la entrada de ilegales, dato que conviene poner en tela de juicio dada la patológica afición al bulo que profesa esta gente.
Salvo los envidiosillos de la profesión, nadie osó contradecir nuestra primicia por la sencilla razón de que va a misa. Ni siquiera Moncloa Productions, la factoría de desinformación de Palacio, se atrevió a cuestionar una sola coma. Eché de menos una contundente reacción de las asociaciones feministas, de los progres de turno y de las Irenas Monteros, Yolandas y Belarras de guardia. Tal vez es que estaban de tournée por esas zonas costeras pijas que tanto les molan. Resumiendo que es gerundio: el wokismo patrio no dijo ni mu.
Sí hubo quien nos puso a parir por desvelar que el autor de la violación integral de esa pobre niña era un ilegal marroquí de 17 años. Olvidan que la obligación de un periodista es contar la verdad incluyendo los elementos más relevantes para entender y aprehender el contexto. Que el autor del estupro sea un inmigrante sin papeles no resulta una cuestión accesoria ni mucho menos. Todo lo contrario: constituye un elemento vertebral de la información. Más que nada, por la cantidad de delincuentes que se nos están colando por la puerta trasera. Tan obvio es que no todos los menas son unos indeseables como que la mayoría no son precisamente unas hermanitas de la caridad. Que se lo cuenten a los vecinos del centro de menas de Valdetorres del Jarama que llevan ya años prohibiendo a sus hijas salir solas por la calle cuando anochece, contribuyentes que se han resignado a convivir con chusma que insulta, veja y efectúa tocamientos a las mujeres a plena luz del día, ciudadanos que de una década a esta parte acompañan a sus mayores a todas partes a sabiendas de que la Tercera Edad es la presa más fácil para estos jóvenes delincuentes.
Vemos las consecuencias de la política de barra libre con la inmigración que contrasta con la mano dura de la dirigente de moda, Giorgia Meloni
Si tú llegas a un país siendo menor de edad, y no tienes donde caerte muerto, lo desgraciadamente normal es que te dediques a ejercer ese oficio de amigo de lo ajeno que tiene tantos años como la humanidad: 2 millones. Y si provienes de un país musulmán, en el que a la mujer se la trata poco mejor que a un perro, no es descartable que pegues a una chica o la fuerces. Por eso siempre subrayo la necesidad de devolver a estos muchachos con sus padres, que es con quienes deben estar. Un chaval extranjero no tiene que vivir en un centro de menas, en el que no se aprende nada bueno, sino en su casa.
El Gobierno de la mentira que todavía preside Pedro Sánchez se vio acorralado y atrapado por sus propias contradicciones, su cantoso agit-prop y su interminable catálogo de bulos. Un ilegal volvía a perpetrar un delito nivel dios. Suceso que se sumaba a la paliza al sexagenario de Torre Pacheco, a las quemaduras que sufrió una muchacha de 17 años en Las Palmas a manos de un ilegal marroquí con orden de expulsión que había llegado unas semanas antes en patera y a la violación de otra joven en Alcalá de Henares por parte de otro sin papeles de Mali a las puertas del Centro de Acogida de Inmigrantes.
¿Y qué hizo el filoetarra delegado del Gobierno, más conocido como Paquirrín Martín? Pues lo de siempre en Ferraz desde que manda el desaprensivo marido de la pentaimputada Begoña Gómez: echar mano de los Once Principios de la Propaganda de Joseph Goebbels, el ultramaquiavélico cerebro de ese imperio del mal que fue el nazismo. Paquirrín se sacó una presuntísima agresión de un par de encapuchados a unos menas del centro de Hortaleza la noche del pasado domingo, apenas 12 horas después de nuestra exclusiva. La intención era obvia: presentar a los madrileños, y en especial a los de Hortaleza, como una suerte de neonazis que odian al diferente. Y, por extensión, trazar una implícita relación entre Ayuso y el PP y el fascismo, el racismo y la xenofobia.
El problema es que no hay imágenes, algo insólito en un mundo, el actual, en el que todo pichipata tiene móvil, y la denuncia es una catarata de inconcreciones. Todo ha quedado en una nebulosa porque seguramente es otro bulo más de Moncloa Productions, Producciones Moncloa en su versión en castellano. Cómo serán de sospechosas las cosas que me jugaría las dos manos a que es otro vulgar montaje de esta panda de desahogados.
Siempre subrayo la necesidad de devolver a estos muchachos con sus padres, un chaval extranjero no tiene que vivir en un centro de menas
La verdad es que son unos catedráticos en materia goebbelsiana. Aún recuerdo ese «el fascismo vuelve a Madrid» cuando en las autonómicas de 2021, Reyes Maroto, ese chollo para Almeida en forma de portavoz socialista, salió en rueda de prensa mostrando una foto de la navaja que le había llegado a su despacho de ministra de Industria. Había un problema: la cheira era del tamaño de un llavero aunque, tras el consiguiente photoshop, se había transformado en el machete de Indiana Jones. Se le olvidó precisar que el remitente había puesto su nombre y su dirección reales y que era un enfermo de esquizofrenia.
Tras aquel verano volvieron a las andadas con la agresión homófoba por parte de ocho ultraderechistas a un pobre chico al que grabaron en los glúteos la palabra «maricón». Los rigurosísimos medios de izquierdas presentaron el Madrid de Ayuso poco menos que como la versión posmoderna del Berlín de Adolf Hitler o el Milán de Benito Mussolini. Había un problema: días después la supuesta víctima confesó que la inscripción se la habían hecho en una sesión de sadomasoquismo consensuada. Marlaska y cía quedaron a su altura, la del betún.
Otro más que presumible invento fueron las balas que llegaron en sendos sobres al delincuente Pablo Iglesias en plena campaña de unas autonómicas madrileñas. Noticia que, casualmente, vio la luz cuando las encuestas dibujaban para el chavista de Galapagar un panorama entre sombrío e inempeorable. Lo mismo aconteció con Fernando Grande-Marlaska y la entonces directora general de la Guardia Civil, María Gámez, que meses después dimitiría por corrupción. El riesgo, si era real, oscilaba entre el cero y la nada. Los tres personajes van permanentemente custodiados por no menos de seis guardaespaldas armados hasta los dientes y circulan en coches blindados.
Más bulos: el de la bomba lapa de la UCO a Pedro Sánchez, un montaje vil de la izquierda mediática que sólo existía en sus mentes calenturientas, y el de los sabotajes al AVE. El Ministerio de Transportes culpó a enemigos del Gobierno del parón que sufrieron varios convoys en Toledo en mayo. Ni 24 horas después conocimos que la culpa de la avería era de unos delincuentes que habían robado el cobre de las catenarias, provocando que los trenes se quedasen varados en medio de la nada.
En Ferraz, desde que manda el marido de la pentaimputada Begoña, se echa mano de los Once Principios de la Propaganda de Joseph Goebbels
Casualidades de la vida, estos días ha ocurrido lo mismo. Su política de puertas abiertas quedó al desnudo con nuestra noticia y echaron mano de ese Goebbels que se ha convertido en el libro de cabecera del perdedor de las elecciones que ejerce de presidente. El primero que aplicaron es el de siempre: el 1, el de la Simplificación y el Enemigo Único, que por supuesto es una ultraderecha que debe existir pero nadie la ve. También pusieron en circulación el número 3, el de la Trasposición, que consiste en cargar sobre el enemigo los errores o defectos propios respondiendo al ataque con otro ataque. «Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan», aconsejaba el spin doctor del asesino de 6 millones de judíos.
Paquirrín Otegi Martín no se quedó corto. Asimismo, recurrió al número 4 de los Principios de la Propaganda: «Principio de la Exageración y la Desfiguración», que pasa ni más ni menos por convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave. La agresión de los encapuchados, si la hubo, fue de pitiminí porque las supuestísimas víctimas presentaban lesiones de chichinabo.
El «¡viene la ultraderecha!» que repiten cual mantra coñazo todos los sanchistas volvió a figurar en todas las portadas de los diarios izquierdistas, en esa TVE que habría que cerrar por higiene pública y por respeto a nuestros impuestos y en la Cadena Ser y demás órganos al servicio del caudillo monclovita. Ése precisamente es el leit motiv del sexto principio de la propaganda de Goebbels: el de la Orquestación. «La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas constantemente», apuntaba el Satanás nazi, que añadía: «Una mentira mil veces repetida acaba convirtiéndose en una verdad». Escuchándoles cualquiera pensaría que las calles de España están infestadas de cabezas rapadas dispuestos a patear con sus Doc Martens al primer negro o árabe con el que se topan.
El nivel de maldad de Sánchez es infinito cuantitativa y cualitativamente, carece de límites morales, la ética no existe en su psicopática mente
Otro que mola a esta gentuza es el de la Verosimilitud, el octavo de los principios goebbelsianos, que se traduce en el constante lanzamiento de globos sonda, una nada democrática costumbre que se ha transformado en el santo y seña de este Ejecutivo. Del noveno principio, el de la Silenciación, nadie me va a decir ni a contar nada porque lo he sufrido en carne propia decenas de veces. Se trata de acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las que favorecen al adversario. En resumidas cuentas hay que contraprogramar al rival contando con la ayuda de los medios a sueldo, que no son precisamente pocos en la España sanchista.
Si uno lee a Goebbels, vive en España y es un demócrata de pro, lo normal es que inmediatamente se le venga a la cabeza el autócrata de Moncloa. El sucesor de Franco a título de caudillo ha superado cualquier límite moral que hubiéramos esbozado en la peor de nuestras pesadillas, dejando a Suárez, Calvo-Sotelo, González, Aznar, Rajoy e incluso Zapatero reducidos a la condición de inocentes colegiales. Su nivel de maldad es infinito cuantitativa y cualitativamente. Carece de límites morales. La ética no existe en la psicopática mente de un individuo que, para que se hagan una idea de lo que estamos hablando, considera normal el proxenetismo porque lo vivió en su propio hogar. Da y dan miedo. Mucho miedo. No quiero imaginarme en qué situación estaríamos de no pertenecer a la Unión Europea. O sí, más cerca de Venezuela, Nicaragua o México que de Francia, Alemania, Países Bajos, Italia o ese ejemplo que son para todos los nórdicos. Ya sólo le falta el bigotillo.
Temas:
- Joseph Goebbels
- Pedro Sánchez