Una misión arriesgada en Guatemala

misión Guatemala

Unos meses después de terminar su master en Relaciones Internacionales en Washington, en la primavera de 1995, en el Palacio de la Zarzuela se tomaron varias decisiones respecto a cuáles iban a ser las tareas del Príncipe de Asturias en el tiempo de espera que tenía por delante, hasta que le tocara heredar a su padre y convertirse en el nuevo Rey de España. De ahí salió la propuesta consensuada con el Gobierno, entonces de Felipe González, para que don Felipe se ocupara de representar a España en las tomas de posesión de los presidentes iberoamericanos.

El objetivo de esta medida era fomentar las relaciones exteriores con los países vinculados con nuestro pasado histórico en un momento favorable, después de haberse iniciado las cumbres iberoamericanas por iniciativa del rey Juan Carlos y del jefe del Ejecutivo español. De esa manera, al ser el heredero de la Corona el que encabezara la delegación diplomática, se reconocía la importancia que para los sucesivos gobiernos españoles tenían los lazos de unión entre la comunidad hispano hablante y portuguesa con la península Ibérica.

La decisión, que se adoptó de forma rápida, también tenía grandes ventajas para el que estaba llamado a ser el futuro jefe del Estado, ya que al desarrollar esa labor diplomática, iba a tener la oportunidad de conocer a los políticos de élite de los países iberoamericanos y estrechar unos vínculos de confianza mutua, muy recomendables para la política exterior española.

Desde enero de 1996, don Felipe ha estado en 83 tomas de posesión de jefes de Estado de la comunidad iberoamericana, primero como Príncipe heredero en 69 ocasiones, y en 14 ha ejercido esa labor siendo ya Rey. Han transcurrido 27 años desde la primera vez que don Felipe cruzó el Atlántico para representar a España en Guatemala, una cifra que coincide con la de su edad en esa primera vez: 27 años, aunque a punto de cumplir 28, el día 30 de ese mismo mes de Enero de 1996.

Esa tarea institucional que el monarca ha desempeñado ha sido una preciada oportunidad para él de reforzar las relaciones entre nuestro país y las naciones situadas en la otra orilla del Océano Atlántico. Sin embargo, la misión se ha vuelto bastante complicada en los últimos años, dada la deriva populista que se ha instalado en muchas naciones del escenario mundial y que ha creado situaciones muy incómodas e incluso arriesgadas en las ceremonias de relevo de los presidentes iberoamericanos.

La última vez que el Rey ha vivido una toma de posesión peculiar ha sido este último fin de semana, en Guatemala, donde él y el resto de las personalidades que acudieron a la capital guatemalteca tuvieron que abandonar el país antes de que el nuevo jefe de Estado pudiera jurar su cargo ante los diputados de su recién renovado Parlamento legislativo.

La oposición política trató denodadamente de impedir el relevo presidencial con maniobras ilegales que agotaron el tiempo previsto de los invitados extranjeros para permanecer en Guatemala. Todos tuvieron que abandonar, a su pesar, el país antes de que el nuevo Presidente pudiera tomar posesión de su cargo.

Muchos de los países de la comunidad iberoamericana están teniendo que afrontar movimientos de violencia que hacen cada vez más grave la que ha sido una muy grata tarea para el monarca español, que cumplió con su función de reforzar los lazos de amistad y cooperación con los países de la otra orilla. Sería una lástima que hubiera que interrumpir esa misión diplomática por falta de seguridad en los actos programados para que un presidente ceda el paso a su sucesor.

Lo último en Opinión

Últimas noticias