El fin del aforamiento es incompatible con la psicopatía política

El fin del aforamiento es incompatible con la psicopatía política

Cobrada la pieza del ex presidente de Murcia por Rivera, la presión sobre el PP murciano no cesa. Ahora a Ciudadanos exige a los de Rajoy eliminar los aforamientos para apoyar al nuevo presidente de la región, Fernando López Mira. Se equivoca Albert, quien al parecer ve en López Miras la sombra del mal congénito de la corrupción pepera. El problema es, sin embargo, que el recién elegido es otro de esos chiquitos de nuevas generaciones presentado por su partido como experto en economía. Otro experto de 35 años que lleva 10 subido a los cargos políticos oficiales tiene la fiabilidad de Barragán en eso del peculio y la ponderación del gasto público. La medida de regeneración exigida por Rivera debería ser la que en su día pidió Ana Botella en un acto de partido: “Para ser cargo público, una persona debería haber cotizado, al menos, una sola vez en toda su vida».

La promesa del paraíso y las 100 vírgenes para los políticos no se materializa con el aforamiento. Se materializa gracias a una justicia politizada a la que ni siquiera Ciudadanos se atrevió a meterle mano en aquella hoja de requisitos ineludibles para el pacto de investidura de Rajoy. ¿Le sirvió a Rita Barberá el aforamiento cuando La Sexta y Mañanas Cuatro la convirtieron en una parodia cotidiana? Su culpabilidad no se decidía en el Tribunal Supremo. Se dirimía en el plató de Lo Penal de Ferreras con tal saña, que le deparó una hemeroteca de burlas, sobres con balas en el buzón de casa, una cronología de declive físico y un final huraño. El aforamiento nunca le evitó la condena política y mediática, y para cuando llegó la sentencia judicial expiándola Rita simplemente ya no estaba.

¿Le sirvió el aforamiento y su capacidad de resiliencia al ex presidente de la Generalidad valenciana, Francisco Camps, cuando tras una década de persecución del PSOE valenciano fue derribado por un Tomahawk pepero antes de ser absuelto? Entonces fue Trillo el que viajó a Valencia para apartarle de su cargo. Todavía recuerdo aquel discurso: «Voluntariamente ofrezco mi sacrificio para que Mariano Rajoy sea el próximo presidente del Gobierno. Me voy con menos de lo que llegué”. Calcadito a la despedida que Maillo le redactó a Pedro Antonio Sánchez, quien la pronunció con el rictus sacrificado de La Pietà del Vaticano: “Por Rajoy. Me voy para salvar a Murcia del tripartito”. Puf… Descastado por Rivera y con Maillo afilando el cuchillito al pinganillo. Es que ni Viri podría querer tanto a Mariano.

Si la panacea de la impunidad vitalicia es el aforamiento, ¿cómo es que Chaves y Griñán se lo sacudieron de encima para obligar al Tribunal Supremo a inhibirse y poder correr así con su cosa judicial bajo el brazo a su cobijo andaluz con la velocidad de dos jacas espoleadas? Entonces Rivera también se batió el cobre atribuyéndose las cabezas de los socialistas para legitimar su sostén al mismo Gobierno andaluz corrupto de los últimos 35 años. En un mundo ideal no deberían haber aforados. No existen en Alemania. Apenas en Francia, donde únicamente lo son el presidente de la República y sus ministros. Pero allí tampoco existen por ley partidos separatistas.

No existen algunos pocos políticos cuerdos a mercé de terroristas recién metidos a funcionarios gracias a partidos legalizados. Tampoco los hay sometidos al podemismo y su colección de pedófilos ascendidos a sus señorías. Allí el acoso al adversario político no es deporte practicado por la izquierda para ganar en los tribunales lo perdido en las urnas. Allí la política no es una actividad de un riesgo inasumible para el competente y la única oportunidad de subsistencia para personajes como Cañamero o para pocholos de Nuevas Generaciones que no se destetan hasta los 35 años. A pesar de lo seductor de la demagogia, el fin del aforamiento no es compatible con la actual psicopatía política.

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