Distopía en Nueva York: un alcalde comunista y musulmán
Zohran Mamdani, un comunista musulmán de 33 años nacido en Uganda de un familia india, ha sido elegido alcalde de la ciudad más importante y emblemática de Estados Unidos. Y así, de golpe, Estados Unidos ha despertado de la absurda noción de que no son una nación, sino “una idea”, de que toda la población del planeta es yanqui en potencia, y sólo necesita arribar a sus costas para creer en el derecho inalienable a la vida, la libertad y la persecución de la felicidad.
¿En qué distopía alucinada podría un autor de, digamos, 2021 pronosticar que un musulmán con abiertas conexiones con terroristas islámicos obtendría el voto mayoritario de los neoyorquinos?
¿Qué visionario enloquecido se hubiera atrevido a profetizar que la Meca del capitalismo liberal triunfante sería gobernada por un comunista enragé?
Porque Mamdani, sí, es comunista. No, quizá, el sentido más doctrinario; no en la etiqueta asumida. Pero sí en la noción adanista y atrozmente ingenua de que el gobierno existe para controlar todos los aspectos de la vida de los ciudadanos.
Mamdani ha prometido transporte público gratuito, guarderías sin coste para todos, un salario mínimo de 30 dólares para 2030 y supermercados municipales, exprimiendo con impuestos exacerbados a «los ricos». Sus primeras palabras tras la victoria ponen los pelos de punto a quienes han visto una y mil veces en la historia reciente cómo estás fantasías Disney se estrellan contra la realidad, trayendo miseria y control: “Demostraremos que no hay problema tan grande que el gobierno no resuelva, ni preocupación tan pequeña de la que no se ocupe”. Pol Pot diría “Amén”.
Pero es extraño. Toda esa cháchara del País de la Cucaña no es solo un disparate a priori, una receta que cualquiera con dos dedos de frente puede desmontar desde el sillón de su casa; es que se ha probado miles de veces ya, y el resultado ha sido siempre idéntico, desde la Unión Soviética a la Venezuela de Maduro: miseria, escasez, represión, censura, control omnímodo.
Y eso nos lleva a la Paradoja del Casco de Curtis Yarvin. Imaginemos a un tipo que presencia un terrible accidente de moto. Corre hacia el motorista accidentado y sucumbe a su primer instinto de sacarle el casco. Ahora, cualquiera que sabe algo de esto te dice que es lo último que hay que hacer, que puede traducirse en un daño irreversible de la médula espinal con resultado de parálisis para el resto de la vida.
Pero el sujeto de nuestra parábola, que lo ignora, actúa con la mejor intención, con lo que no sería culpable del daño causado. Tenía la mejor de las intenciones y actuó de manera intuitiva.
Imaginemos ahora que ese mismo tipo, que ha dejado paralítico al motorista accidentado presuntamente con la mejor de las intenciones, se aposta en las curvas más peligrosas esperando nuevos accidentes para repetir el proceso, provocando parálisis una y otra vez con la remoción del casco.
En ese caso, el procedimiento ya no sería inocente, sino deliberadamente criminal y sádico.
Y esa es nuestra sospecha con Mamdani. Creemos que le quiere quitar el caso a América, no porque ignore que puede dejarla paralítica, sino precisamente para lograr ese fin. Su verdadero credo no es el Islam -celebró uno de sus actos de campaña en un famoso club gay-, ni siquiera el marxismo clásico. Es más bien un movimiento nacido en la izquierda francesa tras la guerra de Argelia, el tercermundismo.
El tercermundismo pone en el lugar del proletariado, como sujeto revolucionario, a los pueblos colonizados por Occidente. Ellos son los oprimidos, y Mamdani es su vengador, el que va a destruir al opresor occidental desde dentro. No creo casual que el 40% de los habitantes de Nueva York hayan nacido en el extranjero.