El comodín de Franco
Hace medio siglo que Francisco Franco dejó este mundo y España ya se había olvidado de él; pero Sánchez, no. A estas alturas, el único colectivo que sigue obsesionado con Franco es la extrema izquierda española, a cuya cabeza se ha situado Pedro Sánchez, sustituyendo al macho alfa como líder de perroflautas y charos. El nieto de un caballero legionario con medallas franquistas que se cree un modelo de demócrata, pero se sostiene gracias a los votos de los proetarras y los golpistas. El presidente del Gobierno, que ya lo desenterró una vez, lo sigue sacando de su ataúd cada 20-N por pura adicción al victimismo histórico. Le encanta disfrazarse de antifranquista porque es lo único que le da una identidad, le justifica el sueldo público y, sobre todo, le permite seguir señalando como fascista a cualquiera que le pide cuentas por toda la corrupción que le rodea y por la ruina económica y moral que ha provocado.
Para la inmensa mayoría de españoles, Franco es un personaje de televisión en blanco y negro tan lejano como Abderramán III; y el 20-N, un día laborable más, ideal para mirar ofertas del Black Friday o quejarse del precio de la luz. El centro y la derecha, igual que la mayoría silenciosa, pasan de actos, de exhumaciones y de performances antifascistas. Prefieren ocuparse de hacer malabarismos para pagar todas las facturas y ver si son capaces de llegar a fin de mes, en vez de en hacer caldo con huesos de hace cincuenta años. Sánchez puede seguir todo lo que quiera con su terapia de grupo anual; España ya superó hace mucho tiempo tanto al dictador como a los que necesitan resucitarlo para esconderse dentro de su ataúd. Pero el sanchismo no puede dejar pasar la fecha sin su ritual anual de exorcismo: artículos llorones, tuits victimistas y manifestaciones donde se grita contra un señor que lleva medio siglo muerto.
A nadie le importa ya Franco salvo a quienes cobran de nuestros impuestos por mantenerlo en formol: tertulianos de Tele Pedro; asociaciones subvencionadas que cobran una fortuna por hacer como que escarban en las cunetas; catedráticos de memoria democrática, expertos en la Segunda República, la Guerra Civil, la represión de la dictadura y la lucha antifranquista; y políticos colocados por Sánchez que necesitan desviar la atención de sus casos de corrupción y sus pactos con golpistas y proetarras. El dictador sólo le importa a la extrema izquierda sanchista que dice que odia el capitalismo, pero vive de lujo gracias a subvenciones y cargos públicos. Ninguna crítica necesita rebatirse sólo llamando facha a quien la formula. Ninguna corrupción importa si el corrupto es de los míos en vez de un facha. Con el comodín de Franco, la banca siempre gana.
Que el sueldo no da para llenar el carro… Franco. Que no te puedes comprar una casa porque las pocas que hay son para los okupas… Franco. Que a los parados los llama fijos discontinuos… Franco. Que la emigración ilegal se está cargando tu barrio… Franco. Que ni con dos sueldos puedes pagar una hipoteca… Franco. Que Jésica, Andrea, Claudia, Nicole, Taty y Alini… Franco. Begoña imputada y el hermano en el banquillo… Franco. Chistorras, soles, lechugas y folios… Franco. Cuánta más mierda, más Franco hace falta para que algunos sigan comprándole esa gilipollez de que al menos no gobierna la derecha. Sin Franco, Sánchez se queda sin enemigo para tapar el fracaso de su gestión, lo inmoral de sus pactos, y el fango que lo tiene sepultado hasta las cejas.