Bluf podemita

Bluf podemita

Es una gran verdad que la abnegación revolucionaria de los líderes del marxismo suele ser de naturaleza ciertamente disoluta. Podemita. Diletante. Incluso infantil. Como un gatillazo frustrante. El “¿ya está?” acusador de la fémina tras las promesas de noche tórrida de un mascachapas ciclado con pinta de George Clooney. Una mezcla entre donna gorda, fofa y doctrinaria y un General Vlasov implacable cuyas exigencias es mejor pasear sobre los hombros partisanos de los demás. Garzón, Iglesias, Bescansa y Montero responden a ese cachondo ideal. ¿Qué queda de aquellos torsos homéricos de la época de ‘Rodea el Congreso 2014’? Demonios, de aquellos prototipos erotizantes, fibrados y forracarpetas de la causa para el alumnado de la Complu sólo quedan diputados de morfología de bombilla vintage. Aquella españolía media, pequeñita y fondona propia del Landismo de los 70. Del galope sedicioso de Floridablanca, Zorrilla y Cedaceros al “pasaremos a saludar con simpatía” de Iglesias. Oigan, la protesta no sé cómo irá, pero a mí, con este segundo escrache a la sede de la soberanía nacional me ocurre como con el Californication de los Red Hot: con semejante pérdida de músculo no creo que salga otro igual.

Ahora estoy confundida. Veo siestas de rastas podemitas en Business Class. A la insurrección desmotivada bostezando bajo el mostacho morenito de Espinar. Veo las manitas de Eduardo Maura forjando pelotillas de polución nasal en lugar de sublevación y desde la comodidad del escaño. Aquel espíritu de lucha que antes brillaba en las crines desprolijas y salvajes de Montero y Maestre ahora está deslucido. Fosco en cortas melenitas de Cleopatra tacañona. Esculpidas y evocando a aquellas oligarcas germanas y pesadísimas de la puñetera amenaza transnacional. En definitiva, que la turgencia antisistema de estos chicos está demostrando ser un bluf por su sumisión voluntaria al capitalismo en su única modalidad sonrojante: la del subsidio sine die, que es el que construye a este tipo de marxista ideal. Vamos, el forrado con el sudor proletario de los demás.

Alberto Garzón ya ha empezado a soliviantar a la tropa que se encargará de abjurar no sólo de la democracia representativa que ampara a Rajoy, sino también de la misma que hace lo propio con IU y Podemos: “Si aspiramos a conquistar el poder sólo mediante las elecciones estamos condenados al fracaso”. Emulando a Fuerza Nueva cuando acudía a reventar mítines al comienzo de la democracia, aunque al contrario que los fachas de izquierdas, hay que reconocer que al menos Blas Piñar acudía a dar la cara. Lo de “estos” es distinto, porque la lucha no es lucha cuando se delega. Es agitación por encargo. Cobardía de una nueva élite hortera, débil, caduca. Matonismo de manual.

Aunque he de reconocer que, a pesar de los tintes fascistas del enunciado, lo dicho por Garzón también me pareció una confesión lastimera y me llenó de honda ternura. En sus palabras había un trasfondo de claro perdedor en romántica actitud de bajada de pantalones. Y la pena que me produjo sublimó todo lo demás, incluida mi indignación. Después de todo, Garzón es esa amiga fea y sosa de la que siempre se acompaña una niña mona —Iglesias en el caso que nos ocupa— para salir a ligar sin la presión de la competencia. ¿Qué quieren que les diga? Debe de ser muy jodido.

Lo último en Opinión

Últimas noticias