Aunque no guste a los radicales, VOX puede hacer campaña

Aunque no guste a los radicales, VOX puede hacer campaña

Con independencia de la simpatía o rechazo que genere una formación como VOX, lo cierto es que, a día de hoy, éste partido cumple con las credenciales para concurrir a las elecciones generales. Sin embargo, la extrema izquierda y los independentistas han iniciado una serie de boicots al equipo de Santiago Abascal que –como mínimo– roza el terreno de lo delictivo. Como OKDIARIO adelanta éste jueves, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, quiere denegarles el permiso para celebrar un acto en el Palau Sant Jordi el próximo día 30, a lo que se añaden las llamadas de grupos anarquistas en Ciudad Real para igualmente boicotear un acto de Abascal éste sábado, día 16.

El filósofo catalán Jaime Balmes sostenía en su obra periodística que “es absurdo intentar parar con bayonetas las ideas”. Y esto es lo que tratan de hacer los extremistas; en vez fomentar el debate ideológico característico de cualquier campaña, optan, en cambio, por recurrir a la intimidación y al burdo entorpecimiento jurídico. Difícilmente podría detectarse una actitud más saturada de errores, tanto en el plano teórico como en el estratégico o práctico. Aparte de que el hostigamiento realizado desde ámbitos comunistas y anarquistas resulta, en términos de rédito electoral, un ‘regalo’ que sitúa a VOX en el centro de la agenda pública, una conducta que renuncia al contraste de la argumentación para recurrir de forma sistemática al eslogan intimidante y a la violencia soterrada denota tal inseguridad y tal falta de calado intelectual que difícilmente podrá inspirar confianza –ni siquiera interés– a la mayoría de la sociedad.

La España de hoy, con ser una Historia de éxito, no cuenta a sus espaldas con una larga tradición de diálogo y debate sereno. Lo mucho que ha costado conseguir una democracia modélica debería servirnos para desterrar de la vida pública estas actitudes lamentables, máxime en periodo tan delicado como el electoral, que es cuando los estándares democráticos tienen que cumplirse con especial pulcritud. De lo contrario, de imponerse las formas y maneras de extremismo –sea éste del signo que sea–, continuaremos ahondando en el torpe círculo de la acción y la reacción.

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