Ascensión y caída de Pablo Iglesias
Pablo hiena: pierdo el tiempo escribiendo un soneto con el que te toparás más tarde. Deja que te cuente, ignorante en todo, sabio de nada. Como te van los tópicos, habrás oído lo que Lope dejó escrito: «Catorce versos dicen que es soneto, contad si son catorce, y está hecho». Sigo instruyéndote, profesor de naderías. De Sicilia, allá por el s. XIII, el soneto pasó a Italia, donde los poetas Guido Cavalcanti, Guido Guinizelli y Cino De Pistoia lo trasladaron a los albores del XIV para que Dante y Petrarca lo recogiesen en sus composiciones. De tales fabulosos manantiales bebieron el arte estricto del soneto el marqués de Santillana, Juan Boscán y, décadas después, Garcilaso, esparciendo el dolce stil nuovo de los poetas italianos entre nuestras letras, estilo en el que se inspirarían Cervantes, Góngora, Quevedo, Calderón y Sor Juana, glorificando el soneto en sus dos versiones predilectas: amatoria y satírica. Así que calcula la que te puede caer.
Hitler y Perón fueron productos de la misma democracia que ellos destruyeron. A tu alma de hiena —pareja a la del par de psicópatas— le falla la época, pues Alemania y Argentina estaban absolutamente hundidas. Y España no lo está, es una nación respetable y solvente. El imán que aquellos dos depravados utilizaron para hipnotizar a las masas hambrientas y desesperanzadas, contigo sólo atrae vulgaridad. Te atreves a hablar de derechos humanos y andas en política para metérsela doblada al Basij de Teherán y sacarle tajada al babuino venezolano. Chirrías como una oxidada veleta de circo. Tus méritos consisten en escupir a la bandera, acorralar el Congreso y vejar a la Legión. Te pone hacer daño al país, mearte en el futuro de su gente. Mitad carroñero, mitad demagogo, tus cómplices son secesionistas y demás ralea. Ya no te cree ni la turbia Tania, a la que cambiaste por un paraguas. Ché de todo a 100, van catorce versos, lo prometido:
El narcisismo encubre su pellejo,
la hombría luce linda con coleta,
lo mismo monta lumi que cateta
que le viene mirándose al espejo.
Cenutrios y matones dan cortejo
al que izó por insignia la bayeta,
apestando a sudor y en camiseta
escoltan la incultura del pendejo.
Odiar España para airear la vida
con dólares de oscuras dictaduras
es changa de gentuza mal nacida.
Su egolatría, y otras desmesuras,
bosquejan al canalla y su movida.
Alto subió, más acabó en bajuras.