Así se distingue una langosta de un bogavante, y no es sólo por el color: poca gente sabe diferenciarlos bien

Muchas personas aún confunden la langosta y el bogavante. Ambos crustáceos son considerados verdaderos manjares que guardan cierta similitud visual. No obstante, existen diferencias notables que van más allá de su coloración.
Reconocerlos es fundamental para quienes desean aprovechar al máximo sus cualidades en la cocina y para entender mejor estos productos del mar.
Diferencias clave para distinguir langosta y bogavante más allá del color
La diferencia más evidente está en sus extremidades delanteras. El bogavante presenta dos pinzas frontales muy destacadas, con una más grande que la otra, lo que le confiere un aspecto robusto y fuerte. Estas pinzas son un signo claro para identificarlo.
En contraste, la langosta carece de estas pinzas. En su lugar, exhibe largas antenas que pueden alcanzar la longitud de su cuerpo y un caparazón espinoso y áspero, con puntas visibles en la cabeza y a los lados de la cola.
Además, desde un punto de vista taxonómico, pertenecen a infraórdenes diferentes tal y como informan los expertos de Delfín Ultracongelados: el bogavante está clasificado en Palinura, mientras que la langosta pertenece a Astacidea. Ambos son decápodos, pero su estructura y apariencia varían notablemente.
El color del caparazón puede dar pistas, aunque no es definitivo. El bogavante europeo tiene un azul oscuro que se torna rojo intenso tras la cocción, mientras que la variedad americana es rojiza desde el principio y mantiene un tono menos brillante cuando se cocina.
La langosta, en cambio, presenta un color marrón anaranjado con matices que van desde el verde al marrón oscuro, también cambiando a rojo cuando se cuece. El caparazón del bogavante es liso, mientras que el de la langosta está cubierto de espinas que la hacen fácilmente reconocible.
Hábitat, sabor y usos gastronómicos del bogavante y la langosta
El entorno natural de cada crustáceo ayuda a diferenciarlos y también influye en su calidad y frescura. El bogavante, especialmente la variedad americana, habita en las aguas frías del Atlántico Norte y el Mar del Norte. Su contraparte europea se extiende desde Noruega hasta Marruecos y puede encontrarse también en el Mar Mediterráneo y el Mar Negro.
La langosta prefiere aguas más cálidas y es común en el Mediterráneo, el Atlántico y zonas del Caribe. Esta diferencia geográfica es importante para garantizar la frescura al comprar, especialmente en regiones como Galicia, donde la llegada del bogavante fresco es habitual.
En la cocina, la distinción es notable también en sabor y textura. La carne del bogavante tiene un sabor más intenso y una textura firme y fibrosa, lo que la hace ideal para guisos, sopas y preparaciones al horno donde el sabor se integra bien con otros ingredientes.
Por su parte, la langosta destaca por su carne delicada y suave, que se realza con cocciones al vapor o al horno suave, manteniendo su textura tierna y sabor sutil. Estas diferencias hacen que la elección entre uno y otro dependa no sólo de tu preferencia personal, sino también del tipo de plato que quieras preparar.
Para quienes disfrutan del marisco, distinguir entre langosta y bogavante implica observar detalles básicos como la presencia de pinzas, la textura del caparazón, su color y conocer su hábitat natural.