Puigdemont ya prepara un nuevo partido para darle la puntilla a Mas

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Artur Mas y Carles Puigdemont. (Foto: EFE)
Luz Sela
  • Luz Sela
  • Periodista política. En OKDIARIO desde 2016. Cubriendo la información del Congreso de los Diputados. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela. Antes, en COPE, ABC Punto Radio y Libertad Digital.

La victoria de Junts per Catalunya en las elecciones del 21 de diciembre es también un triunfo moral de Carles Puigdemont sobre su antecesor, Artur Mas. 

El expresidente tenía dos objetivos en estos comicios: que el bloque independentista sumase la mayoría, y, dentro de éste, que su partido-una apuesta personal que se dio en llamar la ‘lista del president’-fuese la fuerza más votada. Ese escenario le otorga legitimidad no solo para negociar el futuro gobierno, sino también para romper amarras con su antiguo partido, del que cada vez está más distanciado.

Pese a que, tras los comicios, el PDeCAT cerró filas con el expresident, las diferencias internas prevalecen, y se agravan. Y con ellas, el temor en el partido a que Puigdemont ejecute una purga en el corto plazo, que haga que la antigua Convergència tenga una presencia residual, como la tuvo ya en las listas del 21-D.

El relevo al CDC, más tarde PDeCAT, es una plataforma a imagen y semejanza de Puigdemont y con control absoluto del expresident. Es decir, una dirección renovada, con los puestos clave copados por sus nuevas personas de confianza, las que le acompañan en el exilio en Bruselas. Y con un propósito marcado: tejer poder territorial con la vista puesta en las elecciones municipales de 2019.

El nuevo PDeCAT ya tiene nombre, Junts per Catalunya, y la presencia del PDeCAT ya es pírrica, como ya lo fue en las listas del 21-D, plagadas de independientes. Puigdemont quiere ahora recompensar ese apoyo dándoles poder en la nueva estructura.

El lastre de la corrupción

En esa estrategia tiene un papel clave Elsa Artadi, su jefa de campaña y futura ‘primera ministra’ de la República catalana, como avanzó OKDIARIO. La diputada ha transitado por los dos últimos gobiernos independentistas con la facilidad de mimetizarse con el president de turno y la habilidad de convertirse en su mano derecha. Lo hizo con Mas, quien la aupó al Palau por recomendación de su exconseller de Economía, Mas-Colell, y lo ha hecho ahora con Puigdemont, destacando como la máxima artífice de su victoria.

Pero al tiempo que Artadi ha ido cortejando el favor del expresident, ha ido alimentando en paralelo la animadversión que levanta en el PDeCAT. En el partido no le perdonan que rompiese los lazos tras aprovecharlos para su ascenso meteórico-hoy por hoy, no conserva ni la militancia, de la que renegó para integrarse en las listas de Puigdemont como independiente-y temen como muy próxima esa refundación que les deje totalmente al margen.

No en vano, y pese a no formar parte de la órbita convergente, Mas le encargó a ella la  última refundación de CDC, cuando ERC amenazaba con dominar el espacio del nacionalismo catalán. Los frutos de aquella estrategia los ha recogido ahora Puigdemont.

Su rechazo es visceral contra la antigua cúpula de convergentes, y en especial, contra el lastre de la corrupción, del que quiere alejar a Puigdemont. Y ello implica, por tanto, despojarse de cualquier rastro de Artur Mas, pendiente de la sentencia del ‘caso Palau’.

La condena por el caso de presunta financiación ilegal de CDC ha estado trabajándose en los últimos meses y se considera inminente, con lo que podría impactar de lleno en el proceso de constitución del nuevo gobierno.

Puigdemont ha intentado desmarcarse de la herencia de la vieja Convergència, y por eso, la sombra de Artur Mas le resulta ya demasiado pesada. La influencia del antiguo president ha sido constante desde que abandonase el Palau, incluso protagonizando reuniones al margen de Puigdemont en plena crisis por la declaración unilateral de la independencia. Ahora sí, el expresident parece amortizado.

Los próximos movimientos serán, pues, claves para ver por dónde evoluciona el futuro del PDeCAT. En la cuerda floja está toda la dirección, encabezada por Marta Pascal y David Bonheví, y también la relación entre los exconsellers Jordi Turull y Josep Rull. Aunque más cercanos en los últimos tiempos-compartieron prisión en Estremera- siempre han liderado una lucha soterrada por mantener las cuotas de poder.

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