Un okupa dominicano presume de vivir gratis total: «No pago ni luz, ni agua ni gas»
Los propietarios del edificio de la calle Abetos 22 viven aterrados por una banda de okupas
Un vecino que intentó defenderse de los okupas fue apuñalado por una banda de menas
Un okupa dominicano que ocupa ilegalmente uno de los pisos del edificio de la calle Abetos en Azuqueca de Henares (Guadalajara) se jacta abiertamente ante las cámaras de OKDIARIO de no pagar «ni luz, ni agua, ni gas». «Si hubiera un dueño y yo lo tuviera que pagar, pues se lo pagaría. Pero ahora no pago ni luz, ni agua, ni la gracia», afirma con total descaro, que admite sin rubor alguno estar viviendo completamente gratis a costa de los suministros robados.
Mientras los vecinos propietarios abonan religiosamente sus facturas y sus hipotecas, este individuo presume de su vida parasitaria. Pero su chulería va más allá: «Yo soy muy violento. Si yo saco el monstruo que yo tengo, no hay forma. No hay. Te lo juro que no hay forma», amenaza con una sonrisa, dejando claro que está dispuesto a usar la violencia para mantener su okupación ilegal.
«Tienes a uno que está bajando incluso una katana todos los días en cuanto hay ruido». Esta es la espeluznante realidad que viven los vecinos del número 22 de la calle Abetos de Azuqueca de Henares (Guadalajara), un edificio tomado por okupas violentos que han convertido la vida de las familias propietarias en una pesadilla constante de amenazas, agresiones y terror.
OKDIARIO ha accedido al interior del inmueble para documentar el calvario que sufren estos vecinos, abandonados por las instituciones y obligados a defenderse como pueden frente a una banda de delincuentes que ha instalado en el edificio un centro de operaciones para el narcotráfico, la prostitución y la violencia más brutal.
«Han intentado reventar la puerta 40 veces»
Rogelio Gómez, presidente de la empresa Desokupa OPS que asesora a la comunidad de propietarios, muestra las cicatrices de la batalla diaria: puertas antiokupa quemadas, soldaduras en todos los accesos, cerraduras destrozadas. «Han intentado reventar la puerta 40 veces. Cuarenta», repite incrédulo mientras señala los destrozos.
Las puertas de seguridad instaladas por los vecinos han sido atacadas con radiales, mazas y todo tipo de herramientas. Los okupas, que suman ya 32 en el edificio, actúan en grupos organizados que llegan a reunir hasta 40 personas encapuchadas para asaltar las zonas comunes del inmueble.
«Vinieron con una radial. Pero es que el problema no es ese, es que vinieron 40 o 30 menos de estos encapuchados», relata Gómez. La comunidad ha tenido que soldar literalmente todos los puntos de acceso, convirtiendo el edificio en una especie de fortaleza improvisada. «Hemos tenido que soldar todos los puntos porque estas puertas son de la comunidad y las tenían [los okupas] abiertas», explica.
El terror es tal que los vecinos han llegado a temer por sus vidas. «Teníamos miedo de que esta persona ya le prendió fuego al edificio una vez», confiesa uno de los propietarios, señalando los intentos de incendio provocado que han sufrido.
«Si cortas la luz al okupa, se la cortan a todos los vecinos»
La manipulación de los suministros es otra de las armas que los okupas utilizan contra los propietarios legítimos. Todos los pisos ocupados ilegalmente tienen la luz y el agua enganchadas de forma fraudulenta, robando electricidad de las zonas comunes o directamente de los contadores de otros vecinos.
«Si le cortas al okupa te corta la luz a todos los vecinos», explica desesperado uno de los propietarios. Esta situación de rehenes ha convertido la vida en el edificio en un sinvivir constante. Los delincuentes saben que la comunidad no puede cortar sus enganches ilegales sin quedarse ella misma sin suministros.
Gómez muestra cómo los okupas han instalado incluso alarmas de seguridad en los pisos que ocupan ilegalmente. «Todos tienen alarma. Es curioso», señala con ironía mientras enseña las sofisticadas instalaciones de los delincuentes, que se protegen mejor que muchos propietarios legales.
El robo de electricidad es descarado y a plena luz del día. Durante la visita de OKDIARIO, uno de los okupas admite sin rubor: «No pago ni luz, ni agua, ni nada». Mientras tanto, los vecinos que pagan religiosamente sus facturas tienen que soportar cortes continuos de suministro por las manipulaciones de los delincuentes.
Amenazas de muerte y terror cotidiano
Los testimonios de los vecinos dibujan un panorama dantesco. Una mujer nigeriana, madre de dos niñas pequeñas, rompe a llorar al describir su situación: «Tengo niñas pequeñas. No puedo. Ellos que bajan… Estoy aquí esperando para que ellos bajar. Tengo miedo. Tengo que estar atrás de ellos. Tengo miedo», repite mientras las lágrimas le impiden continuar.
Esta madre se ve obligada a esperar en el portal cada vez que sus hijas tienen que entrar o salir del edificio, aterrada ante la posibilidad de que se crucen con alguno de los okupas violentos que campan a sus anchas por las escaleras.
Otra vecina relata las amenazas directas de muerte que ha recibido de una de las okupas: «Le dije: de aquí para allá, de aquí para allá. Le dije: yo estoy loca, te mato». La delincuente, apodada por los vecinos como «La Negra», no tiene ningún reparo en vocalizar sus intenciones homicidas.