La España que dejas, Pepe Oneto
Sólo haré en esta crónica una referencia personal: a finales de julio, última vez que charlé con Pepe Oneto, hablábamos de la acometida analfabeta, homicida, que los políticos de la izquierda, incluido Sánchez, estaban perpetrando contra la Transición. Me dijo Pepe: «Ninguno de estos sería siquiera gobernador civil en los gobiernos de Suárez o Felipe González». Era el dictamen jocundo de una España mediocre y vengativa en contra de aquella abierta e inclusiva que ahora mismo se intenta dinamitar. La misma noche de la muerte del genio gaditano, el presidente, aún, del Gobierno, presentaba en televisión su furia por la exhumación de Franco como una conquista inenarrable del pueblo democrático español. Muchos años antes, en una entrevista conjunta a Santiago Carrillo que realizamos para Diario 16, Carmen Rico Godoy, Carmen Rigalt, José Luis Gutiérrez, Federico Jiménez Losantos y el firmante, le pusimos en el brete de explicar las matanzas de Paracuellos. Carrillo, con su sorna habitual y un cinismo recurrente en él, nos replicó: «Aunque, contra todo lo que se ha dicho y escrito, yo tuve poco que ver con aquello, diré lo siguiente: yo ya he perdonado a Franco, espero que los franquistas me perdonen a mí».
Pues bien: esta España que dejas, Pepe Oneto, ha convertido la momia de Franco en argumento electoral para los cuatro próximos años. Oneto se mofaba de los desenterradores: «Que se den prisa porque en otro caso no van a poder exhibir los pocos huesos que quedan de Franco como su gran trofeo político». Lo decía un tipo que se había mojado contra el general en aquel «Felipe» (Frente de Liberación Popular) que en el tardofranquismo juntó a muchos de los que luego fueron artífices de la Transición. De esa época constructiva en la que todos nos mojamos como púberes entusiastas. Y se cumplimentaron propuestas edificantes. Fíjate, Oneto: en la historia de los cincuenta años de la España que dejas, Pepe, hubo, por ejemplo, una estupenda iniciativa que suscribieron todos los partidos: no utilizar nunca ni a las pensiones, ni a los pensionistas como argumento de confrontación electoral. La derecha de Rajoy se tuvo que guardar por esto de recordar que el único partido que ha congelado las pensiones (o sea, ha disminuido su capacidad adquisitiva) ha sido el PSOE de Zapatero y, ¡ojo! de Sánchez que votó en el Congreso esta medida.
Aquí, en esta España en permanente convulsión electoral, se avecinan dos «tsunamis», los dos a nuestra vera misma. Uno, el que también se llama así: el «tsunami democràtic» que han anunciado los separatistas catalanes para contestar, violencia incluida, a las muy posibles condenas a los sediciosos de octubre del 17. Escribo «sediciosos» porque, según parece, esta será la figura penal que condenará a larga cárcel a aquellos rebeldes. Pasará este «tsunami» porque, como dejó escrito Salvador de Madariaga: «Los catalanes siempre están a punto de marcharse pero luego nunca lo consiguen». Esperemos, Pepe Oneto, que esta vez también sea profética la aseveración de aquel enorme liberal.
El segundo «tsunami» es el económico que trae negros nubarrones sobre nuestra piel de Osborne. En plena campaña, la de ocho días de esta ocasión, conoceremos el dato del paro que redacta en estos momentos el Instituto Nacional de Estadística: la temida EPA que enfrentará a Sánchez con los desastres que promete para su venidera legislatura. Entre ellos -lo denuncian los técnicos más reputados- el de una subida a 1.200 euros del Salario Mínimo, algo que ni siquiera se permite Alemania. Pero es igual, aquí las promesas duran lo que una caramelo a la puerta de una escuela, y las mentiras miden igual que las piernas de Sánchez. Son largas y de extenso recorrido.
Pepe Oneto, en la España que has dejado, fuiste víctima de la trola procaz de una acusación vertida en unos de los canales de pago socialista en el que se trató de involucrarte en una mínima corrupción. Sufriste como un condenado de antemano. Víctima de la mentira que es, en esta España que has dejado, moneda de uso más corrientes que el mismo euro. Aquí, en tu país que recorriste milímetro a milímetro (naciste en San Fernando y has muerto en San Sebastián) únicamente hay una noticia esperanzadora que se puede producir en cualquier momento: que, al fin la España que ya no bosteza, sino que se arruga, la España cobarde, salga de sus madrigueras y haga pagar a los dinamiteros contra los que tanto luchaste, Pepe Oneto.