Sánchez remodela el Ejecutivo

Una crisis de Gobierno resuelta entre móviles sin cobertura, maletas preparadas y cambios de guión

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez presidiendo el Consejo de Ministros. (Foto: Efe)

En la noche del viernes, Arancha González Laya, abandonaba el Palacio de Viana -sede del Ministerio de Exteriores y su residencia oficial durante los últimos meses-, con una maleta que no pasaba desapercibida entre los funcionarios del departamento. Minutos antes había anulado un viaje oficial a Estados Unidos, preparatorio de la gira que el presidente Pedro Sánchez realizará en 10 días.

Aunque prácticamente nadie sabía nada, pues según dijo Pedro Sánchez en Lituania días antes «la remodelación del Gobierno no es una prioridad», algunos de sus colaboradores ya intuían que vivían sus últimas horas como ministros. De hecho, a la líder de Unidas Podemos en la coalición y nueva vicepresidencia segunda, Yolanda Díaz, se lo avanzó el viernes. También le desveló que no tocaría ninguna cartera morada. La confirmación oficial les llegó este sábado a primera hora de la mañana.

Antes de comunicárselo oficialmente al Rey Felipe VI, como era tradición de sus antecesores, Sánchez llamó a los cesados y a los nuevos agraciados para comunicarles los cambios. A otros, como a su inseparable Félix Bolaños, secretario general de Presidencia y sustituto de Carmen Calvo en el Ministerio, se lo dijo en persona. A primera hora, desde su entorno, habían filtrado a la Cadena Ser que hoy iba a ser el día y, a medida que iba confirmando expulsiones y nombramientos, -no todos tenían el móvil encendido o con cobertura-, los protagonistas o Moncloa iban filtrando los nombres. La salida de Calvo, que en las últimas horas se daba por hecho que continuaría, era la primera en confirmarse. Nadie esperaba la promoción de Nadia Calviño, nueva mujer fuerte, que en las últimas semanas se había situado fuera del Ejecutivo. Mensaje a Podemos.

La sorpresa saltó al mediodía, con el nombre de Iván Redondo. Ahí los ministros pasaron a ser secundarios. Lo cierto es que lo que se intuyó como un cese por falta de confianza no era más que un adiós voluntario. El propio Redondo, en un mensaje de texto enviado a periodistas, aseguraba que «hay que saber parar» y que «ahora toca descansar». Ya intentó abandonar el cargo en 2019 y cuando se formó el Gobierno de coalición. Pero Pedro Sánchez le convenció de que se quedase. Lo de Redondo hizo pasar desapercibido que el hombre que llevó a Sánchez a todo lo que es en política, José Luís Ábalos, saliera también del Ejecutivo como ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana.

Más PSOE

Sánchez tira de partido para fortalecer su liderazgo. Muchas mujeres nuevas, bregadas en el mundo municipal, que no hagan sombra a un presidente que él mismo ha reconocido que quiere mandar un par de mandatos más. Por eso se rodea de perfiles desconocidos, en algunos casos muy técnicos, para que le resuelvan las cosas sin demasiado ruido. Que esta actuación silente, sin sobresaltos, sea el protagonista de aquí al final de la legislatura, algo que algunos dirigentes socialistas no ven muy lejano, por los choques que habrá con Podemos en el área económica. Aunque la crisis debía servir para reducir el número de carteras finalmente las ha dejado igual. Sólo ha reducido una Vicepresidencia y la media de edad de los ministros: de los 55 años a los 50. También ha desmontado por completo su núcleo duro, que ahora conformarán Félix Bolaños y Óscar López, director de Paradores y ahora nuevo jefe de Gabinete del presidente en lugar de Redondo.

El nombramiento de Óscar López, que apoyó a Patxi López en las primarias de 2017, y la recuperación de perfiles como Isabel Rodríguez, integrante del primer grupo parlamentario de Sánchez en el Congreso pero partidaria de Susana Díaz también en las primarias, ha sido interpretado como un gesto del líder de socialista para coser al partido y aunar a sus familias. Rodríguez pertenece además a la federación castellano-manchega de Emiliano García-Page.

La salida de Redondo fue aplaudida en las redes sociales por cargos del PSOE con la etiqueta «Fin del calvario» e incluso el ex ministro de Cultura Màxim Huerta escribió este mensaje en clave: «Tanta paz lleves, como descanso dejas».

Remodelación profunda

Aunque ya se intuía que la crisis de Gobierno iba a ser profunda, nadie, ni en el PSOE ni en la coalición, se esperaba que afectase a ocho ministros. Algunos barones lo califican como «una enmienda a la totalidad a tu propio Gobierno». Y es que son varios los socialistas que creen que más que salir reforzados, de esta crisis, lo que salen es debilitados. En el primer Consejo de Ministros, el de este martes se esperan más cambios de calado en el sottogoverno. Sánchez ha hecho de Sánchez y ha pasado de lealtades, de cuotas y de todo lo que normalmente se lleva en política y se espera de un líder. Aunque algunos opinan que «se ha suicidado por completo», el secretario general del PSOE ha hecho caso a lo de lanzarse por un barranco, que en su día dijo su ex jefe de Gabinete Iván Redondo, para poder levantarse de nuevo justo cuando crece su cuestionamiento interno y externo. Veremos de nuevo si el tiempo, la resistencia, le acompaña.

Los que no querían seguir

Algunos ministros transmitieron a Sánchez, como lo hizo Iván Redondo hace un mes y medio, que no querían seguir. Estaban agotados de lo que ha supuesto gestionar la pandemia o, en el caso del titular de Justicia, Juan Carlos Campo, de tener que asumir el desgaste de las cesiones al separatismo y a sus socios de Podemos que han llevado a la mesa del Consejo de Ministros proyectos de Ley que él, Carmen Calvo y Margarita Robles tiraban atrás a menudo por falta de garantías legales. A fin de cuentas es un jurista con cierto prestigio que no quería manchar su carrera. También María Jesús Montero quería dejar de ser portavoz, hace ya un año, y ahora se ha atendido su solicitud. A otros, como Teresa Ribera, Sánchez ha logrado convencerles con una vicepresidencia más importante (pasan de cuatro a tres) pese a su voluntad de salir.

Estupor en el PSOE

Como ya hizo Quim Torra antes de cesar, modificando sólo la parte de los consellers de Junts per Catalunya de su Govern, pese a lo cuestionados que estaban algunos consejeros de ERC, Sánchez ha demostrado una vez más que hay dos gobiernos en uno. Que es el presidente pero que no manda como debería. Que pese al empeño que ponen a menudo para recordar que él es quien nombra y cesa ministros, por el bien de la coalición, prefiere no tocar a los de Podemos si estos no lo autorizan. Y eso ha causado un gran estupor en el PSOE, por el caso de Alberto Garzón.

Tras desautorizarlo él mismo con sorna el pasado jueves, por el asunto del consumo de carne, y con varios barones diciendo que su ministerio no servía para nada, como el manchego Emiliano García-Page, Sánchez lo ha mantenido en el cargo, en un gesto lejos del impulso que quiere dar al país y a su economía. Horas después, en su partido, lamentan que «tenemos las manos completamente atadas con Podemos» y advierten que «cuando les convenga, nos dejan tirados». El temor a la ruptura vuelve a sobrevolar Moncloa y Ferraz. El ascenso de Calviño, opositora a la subida del Salario Mínimo y la derogación de la reforma laboral, no ayuda a dar tranquilidad. La despedida que ha tenido para los ministros salientes, sobretodo para un Ábalos que era su mano izquierda y una Calvo a la que no le ha dejado aprobar su medida estrella, la nueva Ley de Memoria Histórica, dan muestra de que las cosas no han salido como todos querían.

«Muy sorprendido»

«Estoy muy sorprendido, no me lo esperaba», sentenciaba este sábado al mediodía uno de los dirigentes sindicales de este país que a diario negocia la extensión de los ERTE, la reforma laboral o la subida del salario mínimo con Sánchez y algunos de sus ministros. Nadie les había prevenido de cambios de tal calado, pese a ser de los suyos. En la misma línea se manifiestan desde la patronal, que celebran el ascenso de Calviño para dar certidumbre a las empresas y la economía. Entre sus socios de Podemos, los que no tienen línea directa con Yolanda Díaz o el núcleo duro de la dirección, no escondían tampoco su sorpresa «por la magnitud de reforma».

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