Un agente de la ‘Kitchen’: «La orden era seguir a Bárcenas, recuperar y destruir las pruebas»
OKDIARIO ha logrado entrevistar en exclusiva a un agente de la operación Kitchen. Él formó parte del operativo destinado a seguir a Luis Bárcenas con el objetivo de localizar y destruir ilegalmente las pruebas del caso Gürtel que pudiera tener en su poder el que fuera tesorero del PP en época de Mariano Rajoy. El agente señala con rotundidad al policía que los mandaba: El Gordo. Y afirma que las órdenes se les daban en nombre de Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría.
El agente -que ha exigido un absoluto anonimato- señala que, efectivamente, “el objetivo era el de destruir las pruebas”. No se les indicaba de una forma expresa el objetivo, pero “era bastante evidente que lo que querían era que todo el material comprometido fuera destruido”.
“Las órdenes eran políticas”, afirma que se les señaló con insistencia. Y siempre incidían en la necesidad de localizar “tres pendrives”. Eso sí, “si detectábamos cualquier material sospechoso, como ordenadores y demás”, también debía ser destruido. Todo, con tal de que las pruebas no llegaran a sede judicial.
El agente no duda en describir una jornada de trabajo en el espionaje a Bárcenas. “En principio, se trataba de realizar el seguimiento a Bárcenas y su entorno; a su mujer y a sus hijos, ver por dónde se movían. Y si detectábamos algo inusual, reseñarlo”. “Luego se nos dijo que se iba a hacer una entrada en su domicilio porque habían llegado a la conclusión de que en el taller de su mujer no había material comprometido y que seguramente estuviera en su domicilio”, añade.
La entrada en el taller de la mujer no fue encargada al equipo principal de la Kitchen. Porque hubo más de un equipo, según narra el agente.
Las entradas en el taller de la mujer, Rosalía Iglesias, y en el domicilio familiar de los Bárcenas fueron realizadas por un segundo equipo, pero sí que se les avisó a los miembros del principal operativo de seguimiento de que «existía una operación de entrada en el taller».
La segunda parte de esas entradas fue la que se desarrolló en el domicilio, “cuando entró el famoso falso cura”, señala el agente: «Nosotros lo que hicimos fue dar seguridad a esa entrada. Ya estábamos haciendo vigilancias en el domicilio».
El primer equipo se limitó a garantizar la seguridad. Esa entrada se convirtió en todo un caso judicial en sí mismo. En un completo desastre del que informó OKDIARIO.
El Ministerio del Interior pactó con el delincuente Enrique Olivares el pago de 50.000 euros de fondos reservados por secuestrar en octubre de 2013 a la familia Bárcenas y recuperar los tres famosos pendrives con información sensible del Partido Popular. Según había informado el chófer Sergio Ríos, los soportes informáticos los guardaba el ex tesorero en su domicilio de la calle Príncipe de Vergara de Madrid.
Fuentes policiales, que conocieron de cerca la operación policial, confirmaron ya en aquel momento a este diario que, para ejecutar el asalto a la vivienda, los responsables del plan adelantaron al mercenario 10.000 euros de los fondos del Ministerio de Interior. Además, le prometieron otros 40.000 euros si la misión culminaba con éxito: si recuperaba los documentos internos del PP considerados comprometedores.
Siguiendo un operativo diseñado por los equipos de la Kitchen y con el conocimiento de algunas de las más altas instancias de la Seguridad del Estado, el delincuente Enrique Olivares se presentó en el hogar de los Bárcenas con la lección muy bien aprendida. Previamente, había sido preparado por mandos policiales y había tenido acceso a un croquis con la distribución del domicilio del ex tesorero, que en esas fechas se encontraba en la cárcel madrileña de Soto del Real.
Vestido de sacerdote
El sicario accedió a la vivienda de Bárcenas la tarde del 23 de octubre de 2013 sobre las 15:45 horas, cuando la familia comía en la cocina. El mercenario iba vestido de sacerdote con traje negro y alzacuellos (clairman).
La mujer de Bárcenas y su hijo Guillermo lo invitaron a pasar al salón. Una vez allí, en un descuido de los anfitriones, sacó de un maletín un viejo revolver de bolsillo tipo british bulldog, con un tambor de cinco balas, sin marca, modelo y número de serie, que había sido modificado de manera rudimentaria.
Después maniató con unas bridas en las muñecas a los moradores de la vivienda: Rosalía Iglesias, su hijo Guillermo y la asistenta. Acto seguido les espetó a los secuestrados: “Quiero la información que tienen para derribar a este Gobierno y su presidente”.