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¡Una Europa aristocrática disfrazada de democracia!

¡Una Europa aristocrática disfrazada de democracia!
Nadia Calviño, vicepresidenta de Asuntos Económicos, en el Congreso.

«La democracia es el peor sistema de Gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás», Winston Churchill.

¿Consideran ustedes que algún tipo de orden social hasta la fecha haya sido justo y permita la convivencia de la totalidad de la ciudadanía? ¡Yo no! Siempre he pensado que el orgullo de quienes son incapaces de edificar es destruir. La democracia se ha convertido en una imposición sobre la sociedad actual, que esconde un peligroso tabú si te atreves a cuestionar su existencia. No en vano dicha democracia emana del origen de las civilizaciones modernas, que permite otorgar la titularidad del ansiado “poder” al conjunto de la ciudadanía. Algo que llevamos a cabo mediante la representación que nos otorgan las elecciones y las leyes que rigen el Estado. Es un gran avance respecto a otras formas de gobernanza como la monarquía (gobierno de uno) o la aristocracia (gobierno de los mejores), tal y como los definía Platón. La antigua Grecia acuñó el término democracia con la combinación etimológica de ‘demos’ (pueblo) + ‘kratos’ (poder).

Sin embargo, y a pesar de que dicha democracia puede establecerse como un avance en las formas de organización social de la civilización humana, sigue estancada en la corrompida segunda parte de la conjunción ‘kratos’ -¡poder!-, siendo éste el verdadero tabú del que nadie quiere prescindir. El poder se parece mucho al sector inmobiliario, todo se centra en ubicación, ubicación y más ubicación. Mientras más cerca estés de la fuente, mayor será el valor de tu propiedad.

Cuando las próximas generaciones vean estas fotos siglos más tarde, ¿a quién verán sonriendo al borde del cuadro? En mi humilde opinión, el fracaso es una gran oportunidad para empezar de nuevo con más inteligencia, pero hay que saber reconocerlo. Y ya sabemos que el poder es la principal arma de seducción para el ser humano, así como su más preciado anhelo. De ahí que más allá del bienintencionado y utópico arsenal teórico de formas de orden social, todos los sistemas de organización social se corrompen antes de llegar a su propio nirvana. Así como el comunismo cae de frente en la dictadura del proletariado, la democracia cae en los tentáculos de la corrupción.

¿Acaso encuentran algún tipo de lógica para entender que el Rey emérito blanquee dinero, teniendo en cuenta la holgada partida presupuestaria que recae sobre sus espaldas? Si pensamos en los casos de corrupción que retratan constantemente a rojos, azules, morados, monarcas y republicanos, queda muy claro que la corrupción no es patente de corso de partido alguno, más bien parte de la seducción a la que nos somete la erótica del poder, ya que es el poder en sí mismo lo que falla en el sistema democrático y su propia representatividad.

¿Creen ustedes que un voto que representa la generosidad y la bondad tiene el mismo valor que un voto que provenga de la delincuencia?¿Acaso un voto de una persona académicamente preparada tiene el mismo peso que el de una persona analfabeta? Probablemente muchos de ustedes se sorprenderán al ver que rompo ciertos tabúes sociales, pero ciertamente como economista austríaca que soy y firme creyente del proceso revolucionario libertario, creo férreamente que el modelo intervencionista de participación estatal en la sociedad parte más de la necesidad de ostentar más cuota de poder, que no de participar de manera generosa en el bien común. ¡La democracia está sobrevalorada!

Eurogrupo

Esta semana Nadia Calviño se presentó a las elecciones de presidencia del Eurogrupo. Arrasó en la primera ronda sin llegar a la victoria con un voto tránsfugo de última hora condicionado probablemente por la Europa sibilina del norte. Pero perdió en la segunda ronda por la fusión del voto de ‘los otros’ candidatos. ¿Qué representatividad tiene el presidente del Eurogrupo? ¡Ninguna! La representatividad democrática de la presidencia del Eurogrupo debería residir en el pueblo, eso implica que el número de votantes o bien de la aportación de las naciones al PIB de la Unión, debería tener un peso proporcional al resultado electoral. ¿No sería más lógico que tuvieran más peso Alemania, Francia, Italia y España (por volumen de PIB y población) que naciones como Dinamarca, Bélgica o los Países Bajos? Y no es que con ello esté cuestionando el proceso en la toma de decisión, más bien lo contrario. En mis creencias más internas defiendo un Estado liderado por tecnócratas preparados, bajo un presupuesto sobre la responsabilidad y un control de sus representados. Vamos, algo parecido a no tener Estado. Pero obvio es que el propio Estado se ha encargado de adoctrinarnos en contra de su erradicación.

He de confesarles que si la Europa del futuro es la Europa de un selecto grupo de élites, discúlpenme si digo en voz alta que ¡yo no soy europeísta! Un sentimiento que desafortunadamente creo que emergerá tras la última reunión de un Eurogrupo que ha sido capaz de aprobar un presupuesto de 750.000 millones de euros con una cuota importante de transferencias de 500.000 millones, algo que suena como agua bendita de mayo para el presupuesto de España pero, eso sí, a cambio de intervenir de manera descarada en las decisiones económicas del país. Algo que por cierto deberíamos de agradecer, ya que políticamente estamos carentes de inteligencia, aquella que radica no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar dichos conocimientos a la práctica…

La democracia es el peor sistema de Gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás. Lo que para mí es una excelente noticia durante la semana pasada (que la economía de España queda en manos de Europa y no de la ideología fanática de Podemos), sienta un nocivo precedente en cuanto a la Europa post covid-19 que vive asentada en una Europa aristocrática y perversamente vestida de falsa democracia y muy carente de valor de palabra, esa de la que tanto alardean. La palabra de una persona representa su honor, su valía como ser humano y su compromiso moral. Simboliza el respeto y congruencia que tiene para uno mismo y ante los demás. Dar la palabra debería ser el compromiso más fuerte y valioso que alguien pueda otorgarnos. Sin palabra, carecemos todos de valor. Porque al final del camino es donde se acaba la riqueza, el orgullo y la vanidad, y sólo nos quedan tres líneas sinuosas constantemente próximas y divergentes: ¡lo que has creído ser, lo que has querido ser y lo que fuiste!

Gisela Turazzini, CEO de Blackbird Bank

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