La Marsellesa se convierte en Wembley en un himno mundial contra el terror yihadista

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Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Agachaba Lass Diarrà la cabeza mientras sonaba La Marsellesa. El pequeño centrocampista francés, que perdió a su prima en los atentados de París, rezaba con los ojos cerrados. El resto de sus compañeros cantaba el himno nacional francés, con la frente bien alta y la voz bien clara, para demostrar a los terroristas que ningún asesinato ni ninguna bomba podrá vencer a la libertad, a la paz y a la democracia.

Los aficionados, ingleses y franceses, que poblaban las gradas de Wembley entonaban estrofas del himno francés, que retumbaba en las paredes del estadio. En el césped, el Príncipe Guillermo y el Primer Ministro, David Cameron, encabezaban a las dos selecciones. Ondeaban las banderas francesas, incluso un gran mosaico tricolor poblaba uno de los fondos. Después del himno, los jugadores formaron en el círculo central. Lo hicieron intercalados, ingleses y franceses, para enseñarle al mundo cuál es el camino para derrotar al yihadismo extremista: la unidad de los que buscan vivir en libertad.

Fue un minuto de un silencio atronador que encogía el alma. Fue el grito callado más alto que se haya escuchado en mucho tiempo. Fue un homenaje merecido a las víctimas de París, hecho con el corazón, con el alma y con el deseo ferviente de que las imágenes que se vivieron en la noche del viernes en las calles de la capital de Francia no vuelvan a repetirse jamás.

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