El Atlético y su triste historia fuera de casa
Tercer partido consecutivo sin marcar lejos del Metropolitano
La imagen del equipo volvió a ser deprimente, pese a la vuelta de Julián
Simeone, más errático que nunca: sustituyó perdiendo a Sorloth y al propio Julián


El Atlético y su triste historia fuera de casa. Tercer partido consecutivo sin marcar lejos del Metropolitano, de los que dos han acabado en derrota. La imagen del equipo volvió a ser deprimente y ni siquiera el regreso de Julián fue suficiente para darle vida. El tercer puesto depende del resultado del Athletic en Getafe, pero más allá del marcador subyace la evidencia de un problema que Simeone sigue sin tener ni idea de cómo resolver. Y, lo peor de todo, no parece que se trata tan sólo de una cuestión de calidad, sino más bien de filosofía. El Cholo sigue sin resolver como meterle mano a un rival que en su estadio le presenta una mínima infraestructura defensiva. Es lo que hay, y negarlo es absurdo. De lo que se trata es de buscar soluciones. Sean las que sean.
La historia de la primera parte fue la historia que en Las Palmas o Vitoria, por citar los ejemplos más recientes, o Cornellà, Sevilla, Leganés o Getafe, si se rebobina algo más. Un Atlético sin alma, pendiente de cazar algún error ajeno y más preocupado por mantener a cero su portería que por buscar la ajena, transitó como un alma en pena sobre el césped de El Sadar sin más guion que el talento de Julián o el poderío físico de Sorloth.
Osasuna, atento, se limitó a esperar que le llegara su oportunidad con paciencia, pero en realidad no tuvo que esperar demasiado. A los 25 minutos Sorloth cedió un córner sin necesidad y en la ejecución de la estrategia el central Alejandro Catena saltó más que nadie y cabeceó con potencia y colocación. Oblak siguió con la mirada la trayectoria del balón mientras todo el estadio de El Sadar se levantaba para gritar un gol que convertía en realidad las aspiraciones europeas del equipo navarro.
El Atlético trató de reaccionar pero como casi siempre se quedó con la miel en las labios, aunque es cierto que en la recta final del primer periodo un cabezazo a bocajarro de Sorloth pudo haber acabado dentro de no haber sido por la intervención de Sergio Herrera, que se marcó un paradón al nivel de los de Leo Román anoche en el Bernabéu. Esa fue la mejor y casi única llegada rojiblanca -hubo otro disparo de Barrios en el primer poste- en un primer acto de nuevo decepcionante aunque, a estas alturas, es difícil que algún seguidor atlético pudiera albergar esperanzas de que iba a ver algo diferente.
Galán y Giuliano, muy grises en la primera parte, se quedaron en el vestuario para que entraran Azpilicueta y Lino, una decisión llamativa en ambos casos y de la que sale muy señalado Griezmann, que por lo visto ya no forma parte ni siquiera de la primera rotación del Atlético. Ya el colmo fue que a los 50 minutos, cuando cayó desplomado Barrios, en una acción que encendió todas las alarmas, el elegido fue Nahuel Molina.
Por fin apareció el francés a los 63 minutos junto a Correa en el penúltimo turno de cambios, ya a la desesperada en busca por lo menos del empate, aunque la verdad es que el plan de Simeone resultó bastante difícil de descifrar, sobre todo cuando utilizó el último relevo para retirar a su delantero centro, Sorloth, para dar entrada a un centrocampista como Gallagher. En el otro banquillo no se podían creer tantas facilidades. Al paso por el minuto 75 el Atlético no había tirado entre los tres palos ni una sola vez en toda la segunda parte.
Al final, por supuesto, pasó lo que se veía venir desde hacía mucho tiempo: a los 82 minutos Kike Barja centró desde la izquierda ante la habitual ausencia de Nahuel y en el primer palo Budimir cabeceó a la red anticipándose a Giménez y confirmando el nuevo ridículo del Atlético. La primera vuelta le vale para alcanzar la Champions, porque si sólo contara la segunda estaría más cerca del descenso que de la parte alta.