Al Atlético le facilitan el trabajo
Un error gravísimo del portero del Celta le abre la puerta de la victoria en Balaídos
Iván Villar cometió penalti sobre Morata y además se ganó la expulsión en la misma jugada
Hat trick de Griezmann, que se queda a ocho goles del récord de Luis Aragonés
Al Atlético le facilitan el trabajo y ya olfatea el liderato pese a llevar un partido menos que el resto de aspirantes al título. Un penalti absurdo cometido por Iván Villar, que además se ganó la expulsión en la misma jugada, le abrió el camino a la victoria en Balaídos cuando el equipo había salido al campo con una verdadera caraja. Es el quinto triunfo consecutivo de los rojiblancos, que ya preparan su tercer asalto a la fase de grupos de la Champions ante el Celtic el próximo miércoles en Glasgow.
Impreciso y errático, el Atlético arrancó el choque de Balaídos entre sospechas, con Simeone aullando en el banquillo por las continuas pérdidas de balón y con Benítez intuyendo que estaba ante una buena oportunidad de clavar el colmillo. A los siete minutos, Lino obsequió a Aspas con un pase a territorio prohibido que el delantero no supo resolver, pero que encendió todas las alarmas. El propio Lino mostró las uñas por primera vez en un disparo que sacó Iván Villar, pero estaba claro que la imagen del equipo no era la esperada.
Metido en un atasco enorme, el partido no sólo no mejoró, sino que se convirtió en un auténtico catálogo de imprecisiones, aunque ninguna mayor que la de Iván Villar. El portero salió a los 25 minutos a la caza de un centro a media altura de Mario Hermoso. La jugada no revestía ningún peligro, pero se confió y al escapársele el balón no tuvo otra ocurrencia que lanzarse sobre Morata para evitar que marcara. Lo consiguió, pero a costa de forzar un penalti y ganarse la expulsión. De repente el Celta vio de cerca el aspecto del infierno y a Benítez no le quedó otra que prescindir de Kevin para dar entrada a Guaita, impotente ante el posterior lanzamiento de Griezmann desde los once metros. El francés, que después marcaría dos más, se queda a sólo ocho goles ya del récord de Luis Aragónes.
Pese al gol en contra y a su inferioridad numérica, el Celta se rebeló y tiró de corazón para empujar hacia atrás a un Atlético muy poco metido en el partido que no sólo se dejó dominar, sino que acabó creando en el estadio la convicción de que podía encajar el empate. Strand Larsen, un delantero mayúsculo si tuviera acierto ante la portería adversaria, fue quien más cerca estuvo, pero disparó muy alto dentro del área. A Simeone, fuera de sí, se lo llevaban los demonios, aunque el final del primer tiempo le aplacó porque el equipo forzó tres paradas casi consecutivas de Guaita que evitaron el 0-2.
Pese a las ocasiones finales, al Cholo no le gustaba lo que veía y no dudó en mover el equipo. Riquelme y Nahuel aparecieron tras el descanso y más tarde lo hicieron Correa y De Paul porque entre cambio y cambio el Celta había resurgido con un disparo de Bamba al travesaño que hizo rugir a Balaídos. Benítez, convencido de que el empate era posible, renunció a la jerarquía de Aspas para recurrir al goleador griego Douvikas, pero no le dio ni tiempo a ilusionarse. Griezmann peleó y ganó un balón con Manu Sánchez y cuando llegó al área engañó a Guaita con un disparo con la derecha que cogió desprevenido al portero valenciano, que lo que esperaba era un centro a Morata.
Con 0-2, un futbolista menos y 20 minutos por delante, al Celta sólo le quedó el pundonor en el fondo de la caja de Pandora, pero ya se encargó de nuevo Griezmann de sepultarlo con su tercer gol de la noche, al rematar a placer un pase de Nahuel tras una pelota ganada por Morata. Fue la puntilla para un equipo que lleva toda la temporada penalizado por sus propios errores y que se asoma peligrosamente al precipicio de la clasificación.
El 0-3 le abrió el apetito al Atlético. No a Griezmann, al que no tardó en reservar Simeone, pero sí a Morata, que no dejó de buscar su gol. Se lo impidió Strand Larsen a bocajarro para desesperación del delantero, que deberá esperar al miércoles porque en Balaídos el partido ya no dio para más para alegría de un Celta que acabó pidiendo a gritos la hora para que el castigo no fuera mayor. Cuadra Fernández, consciente de la situación, fue benevolente y detuvo el choque con apenas tres minutos de prolongación sobre el 90.