Hielo marino alcanza nuevo mínimo en febrero de 2025
Una de las consecuencias del cambio climático es el deshielo en polos y glaciares. En febrero de este año, el hielo marino estaba al mínimo.
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En febrero de 2025, el planeta Tierra nos dio a todos un aviso difícil de ignorar: la extensión de hielo marino en los polos cayó a un mínimo histórico. No fue un pequeño bajón dentro de las oscilaciones normales, sino un récord que preocupa incluso a los científicos más prudentes. El dato sacudió titulares en todo el mundo y, aunque pueda sonar lejano, lo que pasa en el Ártico y la Antártida repercute directamente en nuestras vidas.
El golpe de los números
Según los registros de satélite, la superficie global de hielo marino alcanzó apenas 16,2 millones de km² a principios de febrero. Puede parecer enorme, pero está por debajo de cualquier cifra observada desde que existen mediciones modernas. En el Ártico, por ejemplo, se registraron unos 13,75 millones de km² de hielo, la cifra más baja de todos los febreros documentados. En la Antártida, la extensión fue de 1,98 millones de km², un nivel que la coloca entre los peores cinco inviernos australes en la historia reciente.
Estos números, que podrían sonar fríos y abstractos, cobran otra dimensión cuando uno recuerda que cada kilómetro cuadrado perdido significa menos hábitat para osos polares, focas o pingüinos, y menos estabilidad para las comunidades que dependen de un clima predecible.
¿Qué está pasando realmente?
La respuesta corta es sencilla: el planeta se calienta. Este febrero fue el tercero más cálido a nivel global desde que existen registros, y en algunas zonas del Ártico la temperatura superó el promedio en más de 20 °C. Con semejantes anomalías, es lógico que el hielo se retraiga más de lo habitual.
Las enanas rojas del clima —como diría un científico con humor— son las corrientes oceánicas y atmosféricas que, cuando se combinan con un aire más cálido, frenan la formación de hielo. Y aunque la Antártida suele comportarse de forma impredecible, allí también las aguas más calientes alrededor del continente aceleraron el deshielo.
Efectos en cadena
La desaparición del hielo no es solo una cuestión estética o de paisajes blancos que se derriten. Hay consecuencias muy concretas:
- Más calor acumulado: el hielo refleja la luz solar como un espejo. Sin él, el océano oscuro absorbe la energía y se calienta más rápido.
- Ecosistemas bajo presión: especies adaptadas al hielo pierden sus “plataformas” naturales.
- Comunidades humanas en riesgo: desde la erosión de las costas árticas hasta cambios en los ciclos de pesca, todo se ve alterado.
- Clima extremo: al reducirse la diferencia de temperatura entre los polos y las latitudes medias, las corrientes de aire que regulan el clima se vuelven erráticas.
- En otras palabras, lo que sucede a miles de kilómetros afecta a las lluvias, al frío o incluso a las olas de calor que sentimos en nuestras ciudades.
No es un accidente
Algunos podrían pensar que se trata de un año raro, un bache estadístico. Pero la tendencia muestra otra cosa: en los últimos 40 años, el Ártico ha perdido casi dos millones de km² de hielo cada febrero. Eso equivale, para hacerse una idea, a toda la superficie de México borrada del mapa de hielo marino.
La propia NASA confirmó que en marzo de 2025 la extensión máxima anual del hielo ártico (cuando debería estar en su pico) también fue la más baja jamás medida. No es una casualidad, es un patrón claro.
Un termómetro que pide acción
Lo interesante de este tema es que, aunque a veces se perciba como un problema distante, el hielo marino funciona como un termostato natural. Cuanto más se derrite, más rápido se acelera el calentamiento global. Es un círculo vicioso que no se rompe solo.
¿Qué se puede hacer? Los científicos repiten un mensaje casi unánime: reducir de forma drástica y urgente las emisiones de gases de efecto invernadero. Suena a discurso que llevamos escuchando años, pero lo cierto es que sin esa transición energética, cada invierno veremos nuevos récords negativos.
Una reflexión final
Como hemos visto, los datos son claros, los informes son contundentes y las gráficas muestran una línea descendente. Pero más allá de todo eso, lo que ocurrió en febrero de 2025 debería movernos a una reflexión más íntima: el hielo marino no es solo hielo. Es parte de un equilibrio que hace posible la vida tal y como la conocemos.
Que este récord de pérdida no quede como una estadística más. Es una oportunidad para entender que la historia del planeta no se escribe en siglos, sino que puede cambiar en cuestión de décadas… y que nosotros estamos en medio de ese cambio. No solo hay que mirar a autoridades y gobiernos, cada persona de este planeta tenemos un poco de responsabilidad para contribuir al mantenimiento de nuestro entorno.
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Temas:
- Cambio climático