El famoso español que triunfó en la televisión y terminó cumpliendo condena
Ares Gómez saltó a la fama a raíz de su aparición en 'Callejeros'
Durante mucho tiempo fue un rostro conocido, pero acabó desapareciendo de los medios
Ganó mucha popularidad gracias a su mítica frase: "Pim, pam, toma Lacasitos"
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A finales de la primera década de los años 2000, cuando las redes sociales apenas empezaban a consolidarse y el término viral no formaba parte del vocabulario cotidiano, un joven llamado Ares Gómez entró de lleno en la cultura popular española gracias a su aparición fortuita en el programa Callejeros, emitido en Cuatro. Lo hizo durante un control de alcoholemia que había tenido lugar tras una noche de fiesta, en un momento en el que la televisión en abierto seguía siendo la plataforma con mayor capacidad para instalar imágenes y personajes en el imaginario colectivo.
Su dificultad para realizar correctamente la prueba de alcoholemia, el resultado positivo de 0,50 mg/l, y, sobre todo, la mezcla de bailes, gestos expansivos y frases que pasarían a ser repetidas por miles de espectadores —como el célebre «Viva España, viva el Rey, viva el orden y la ley» o el ya icónico «pim, pam, toma Lacasitos»— lo transformaron en uno de los primeros grandes protagonistas de un vídeo viral de la era televisiva española.
El país asistió con sorpresa a cómo un joven anónimo, captado por las cámaras en una situación nada favorecedora, se convertía en fenómeno de masas sin pretenderlo y sin que existiera aún un ecosistema digital preparado para gestionar ese tipo de notoriedad.
Un personaje muy mediático
A diferencia de otros casos similares, Ares Gómez asumió aquel inesperado episodio como una oportunidad. Mientras otros protagonistas de virales televisivos optaban por el anonimato o se resistían a capitalizar su fugaz fama, él decidió aprovechar el momento y llegó a contar con representante durante un tiempo. En cuestión de meses comenzó a realizar actuaciones, apariciones en discotecas y eventos nocturnos, consolidándose como «el Lacasitos», un apodo que, más allá de su origen espontáneo, se convirtió en su principal carta de presentación.

Sin embargo, aquel estatus de celebridad momentánea distaba mucho del glamour con el que suelen asociarse las figuras televisivas. La sobreexposición del personaje, el ambiente nocturno asociado a sus actuaciones y la ausencia de una trayectoria profesional sólida llevaron a que su notoriedad se desgastara con rapidez, al tiempo que su identidad pública quedaba permanentemente asociada a una situación que no solo resultaba cómica para los espectadores, sino que representaba un episodio de conducción bajo los efectos del alcohol.
Los problemas legales de Ares Gómez
La fama pasajera y la relación problemática con la noche derivaron, con el tiempo, en un nuevo incidente que tendría consecuencias legales. En 2017, Ares Gómez fue condenado por su participación en un altercado ocurrido durante otro control de alcoholemia. Según la sentencia, se le impusieron 1.620 euros de multa por delito de resistencia a la autoridad y tres delitos leves de lesiones contra dos agentes de la Guardia Civil. El caso volvió a situarlo en el foco mediático, pero esta vez sin el componente humorístico que caracterizó su primera aparición.
El episodio judicial evidenció las dificultades que tenía para desvincularse del personaje que lo había hecho conocido y marcó el inicio de un replanteamiento personal que, según él mismo explicaría años más tarde, lo llevó a revisar críticamente su comportamiento y la etapa vital asociada a aquella exposición pública.
La nueva vida de Ares Gómez
Fue en 2019 cuando Ares reapareció públicamente en un contexto muy distinto al que lo había llevado a la fama. Michelin lo incluyó en su campaña #TrendyDrivers, destinada a promover la seguridad vial entre los jóvenes, y le ofreció la oportunidad de mostrar una versión completamente diferente de sí mismo. En el anuncio, el propio Gómez admite sin reservas que aquel joven que protagonizó el vídeo viral ya no tenía nada que ver con la persona en la que se había convertido con el paso del tiempo. «Ese no soy yo, es el Lacasito», afirmaba, reconociendo que el personaje había operado casi como una identidad aparte que había terminado devorando su imagen.
Durante la campaña, relató cómo se había producido el episodio que lo convirtió en un fenómeno televisivo, explicando que había sido «una noche de fiesta, una de tantas», en la que él y sus amigos habían bebido en exceso. «Nos pusimos como atunes», admitía, subrayando que su comportamiento ante las cámaras había sido fruto de una mezcla de alcohol, euforia y despreocupación juvenil. También explicaba que, al salir de la discoteca, el control de alcoholemia lo tomó completamente desprevenido, y que su reacción fue venirse arriba, sin medir las consecuencias que aquel comportamiento tendría.
El tono de su intervención en la campaña tenía poco que ver con la espontaneidad festiva de sus inicios mediáticos. Su testimonio buscaba un objetivo claro: transmitir un mensaje de responsabilidad vial, especialmente dirigido a quienes pudieran reconocerse en el perfil que él había representado años atrás. Repetía que había cambiado, que ahora evitaba beber si tenía que conducir y que había incorporado hábitos básicos de seguridad que antes ignoraba, como ponerse el cinturón siempre o sustituir el cubata por una botella de agua cuando debía ponerse al volante.