Crianza

Carlos González, pediatra: «Los premios y los castigos infantiles son inútiles, no modifican la conducta»

Castigos infantiles
Niña siendo castigada

En un nuevo episodio de su podcast Criando sin miedo, el pediatra Carlos González abordó de forma directa la eficacia de los castigos infantiles en la educación. Su planteamiento es claro: los castigos no sirven para modificar la conducta, al igual que los premios. En exceso, hasta podrían ser sinónimo de una familia tóxica.

González señala que el uso de castigos en la crianza revela una contradicción evidente con respecto al trato hacia los adultos. En palabras del pediatra: «A los adultos sí que les castigamos, sí, pero tampoco funciona». Esta afirmación se basa en una comparación entre los sistemas punitivos legales y las dinámicas familiares.

¿Por qué los premios y los castigos infantiles son inútiles, según González?

El premio y el castigo son herramientas que no generan un cambio auténtico. Para entender esta premisa, el especialista (a modo de analogía) explica que existen tres grandes diferencias entre el castigo en el sistema penal y el aplicado a la infancia:

  • A los adultos se les castiga únicamente por delitos graves, no por acciones cotidianas o triviales.
  • El castigo en adultos se ejecuta tras un proceso legal, con normas claras, derecho a defensa y juicio justo.
  • Incluso un condenado tiene derecho a apelar su sentencia, algo que no ocurre con los menores en el entorno familiar.

«Un juez no le dice ‘tú a mí no me repliques’. El condenado sí que tiene derecho a replicar. Solo los padres decimos a veces esas cosas», añade González en su intervención.

Los castigos infantiles, especialmente los de tipo físico, no solo son ineficaces a largo plazo, sino que también pueden tener repercusiones en el desarrollo emocional, cognitivo y relacional de los niños. Aunque a corto plazo puede parecer que logran obediencia, en realidad no fomentan el aprendizaje ni la autorregulación.

Estos son, según González, algunos de los motivos por los que los castigos no funcionan:

  • No enseñan conductas adecuadas: solo indican lo que no se debe hacer, sin ofrecer alternativas.
  • Generan miedo y ansiedad: el niño puede asociar la figura adulta con el castigo, debilitando su sensación de seguridad.
  • Deterioran el vínculo afectivo: la relación entre adultos y niños puede verse dañada, dificultando la comunicación.
  • No promueven la empatía: el niño se centra en evitar el castigo, no en comprender el efecto de sus acciones.
  • Provocan reacciones negativas: algunos niños responden con agresividad, retraimiento o engaños.
  • Modelan violencia: enseñan que la imposición es una herramienta legítima para resolver conflictos.
  • Afectan al desarrollo cerebral: según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, el castigo físico puede impactar el aprendizaje y la concentración.

¿Qué alternativas existen frente al castigo infantil?

Carlos González sugiere una estrategia distinta: disfrutar más de los hijos y reñirles menos. Esta propuesta no implica permisividad absoluta, sino un cambio en la forma de guiar la conducta sin recurrir al castigo.

«¿Cuántos conflictos, cuántos llantos, cuántos problemas evitaríamos si en vez de dedicarnos a reñir, a gritar, a castigar a nuestros hijos, nos dedicásemos a quererles, a disfrutar con ellos?», reflexiona.

Entre las prácticas alternativas al castigo, destacan:

  • Establecer normas claras y coherentes, explicando el motivo de cada una.
  • Aplicar consecuencias lógicas que estén relacionadas con la acción del niño y fomenten su comprensión.
  • Fomentar la comunicación emocional, ayudando al menor a identificar y expresar sus sentimientos.
  • Reforzar conductas positivas mediante reconocimiento verbal y acompañamiento.
  • Modelar el comportamiento esperado. Los adultos deben actuar de forma coherente con lo que enseñan.
  • Desarrollar habilidades sociales, como la empatía o el autocontrol.
  • Buscar apoyo profesional en casos donde las dificultades de conducta se prolongan.

El problema de los premios en la educación

González extiende su crítica también a los premios, que, al igual que los castigos, no generan una motivación duradera ni profunda. Aunque pueden parecer útiles, refuerzan una motivación extrínseca que desplaza la voluntad interna de aprender o actuar correctamente.

Estas son algunas de las desventajas del uso de premios:

  • Efecto inmediato, pero no sostenible: la conducta positiva depende del refuerzo constante.
  • Generan dependencia emocional: los niños buscan siempre la validación externa.
  • No fomentan la interiorización de valores: actúan por interés, no por convicción.
  • Impactan la autoestima: el exceso de premios puede construir una autovaloración basada en la aprobación ajena.

Las estrategias basadas en premios y castigos se enfocan en el control externo de la conducta. Sin embargo, para González y otros especialistas, este enfoque no construye una verdadera autorregulación ni promueve la comprensión emocional.

Lejos de promover una crianza sin normas, González defiende una educación basada en la conexión, el respeto mutuo y la comprensión de los procesos evolutivos de los niños. En sus palabras: «Por supuesto, podemos decirles a nuestros hijos que no pisen un charco, que no se metan el lápiz en la nariz, que no peguen a otros niños o que no salten encima del sofá».

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