Inviertan en fútbol

Mallorca
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Uno se ausenta durante tres días y regresa como si algo hubiera cambiado, pero no. Todo sigue igual, como la vida según cantaba Julio Iglesias cuando solo había ganado el Festival de Benidorm. Y ya les adelanto que esta media semana alejado de las teclas no ha tenido nada que ver con el parón de selecciones que la FIFA se reserva para el cuidado de su negocio, ni con la renuncia de Lamine Yamal a la Selección o el abandono de Mbappé de la suya. Nada que ver.

El caso es que el presidente in pectore del Mallorca, Alfonso Díaz, esta vez acompañado del representativo, no cesa en su empeño de acaparar protagonismo. En Son Moix no se habla de fútbol sino de las iniciativas del CEO que nada tienen que ver. Conozco un club de negocio cuya alma mater es mi antiguo patrón y sin embargo amigo, Rafael Company. Se llama Gran Empresa y no creo que el reciente invento del iluminado director financiero del club venga a inventar absolutamente nada que redunde en lo esencial: formar un buen equipo. Podrá recurrir a la CAEB, presidida por Carmen Planas que ya fue una gentil colaboradora del entonces presidente Bartolomé Beltrán (rip), pero aun no ha puesto en marcha ni una sola idea que tenga que ver con el único y verdadero objetivo no solo deportivo sino también social que es, en este caso, el fútbol.

Mister Andy Kohlberg, encantado con el teatro de marionetas de su príncipe, parece que compró una SAD para dedicarse a cualquier otra actividad que no sea la que incluye su objeto y se define en sus propias siglas. Permite levantar un pequeño castillo de naipes sin comprender que todo, absolutamente todo, depende del equipo y sus resultados. Si desciende a Segunda, sea cuando sea y ojalá que nunca, los negocios, los gimnasios, los bares, los convenio, las cerchas, el túnel acristalado o la terraza infantil y hasta las conferencias de Sumo o de Toni Nadal, le valdrían para lo mismo que antes de contratarlos.

En cierta ocasión en que un ufano Samuel Etoo exhibía en Son Bibiloni un flamante Ferrari que se había comprado en París, Luis Aragonés le aconsejó: «¿No se da usted cuenta de que esto no es más que chatarra? ¡Invierta usted en ladrillo, hombre!». Señores propietarios del Mallorca: ¡Inviertan ustedes en fútbol, de una puñetera vez!.

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