En 1970 era una de las iglesias más feas de España: hoy es uno de los mayores hitos arquitectónicos de Madrid
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La arquitectura brutalista, surgida tras la Segunda Guerra Mundial, llegó a España en la década de los 70 con la intención de transformar los espacios urbanos. Así, aparecieron en el país ejemplos que buscaban funcionalidad y contundencia visual antes que detalles decorativos. Entre ellos destaca una iglesia que, con controversia, hoy uno de los hitos arquitectónicos de Madrid.
Y es que dentro de este movimiento se levantaron universidades, bloques de viviendas, oficinas y muchos otros templos religiosos. Algunos de ellos pasaron inadvertidos durante años, hasta que el cambio de percepción sobre el brutalismo los convirtió en piezas valiosas para la historia de la arquitectura contemporánea.
¿Cuál es la iglesia madrileña considerada uno de los mayores hitos arquitectónicos de Madrid?
En el número 40 de la calle Conde de Peñalver se alza la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas, obra del arquitecto Cecilio Sánchez-Robles Tarín. Su construcción se llevó a cabo entre 1967 y 1970, en plena efervescencia del brutalismo.
El proyecto no se limitó al templo: incluía un convento y oficinas, lo que le otorgaba un carácter multifuncional poco habitual en la época.
La fachada del edificio resulta inconfundible. Una gran lámina de hormigón curvada acompaña hacia el interior, donde se organiza un espacio singular.
El presbiterio se sitúa en una posición elevada, iluminado desde la cubierta, mientras que la nave presenta una pendiente que conduce la mirada hacia el altar. Este diseño, alejado de los cánones tradicionales, generó opiniones divididas en su momento.
Con los años, sin embargo, la iglesia ha pasado a considerarse un ejemplo representativo del brutalismo madrileño, integrándose dentro de los hitos arquitectónicos de Madrid más destacados del siglo XX.
De la crítica al reconocimiento: así fue percibida la iglesia de Rosario de Filipinas
En su origen, la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas fue objeto de numerosas críticas. Muchos la calificaban como una mole de hormigón sin atractivo estético. La percepción de «fealdad» se extendió durante las primeras décadas tras su construcción.
Sin embargo, el cambio en la mirada hacia el brutalismo, acompañado de estudios académicos y nuevas corrientes estéticas, propició que esta obra pasara de ser discutida a ser analizada como un testimonio arquitectónico singular.
En 1989, el arquitecto Manuel Mateo Sanz realizó una reforma que actualizó algunos aspectos sin alterar la esencia brutalista del proyecto original.
Desde entonces, el conjunto ha mantenido sus funciones religiosas, sirviendo además como sede del prior regional de los dominicos de la provincia del Rosario en España. En el convento residen actualmente religiosos que desarrollan actividades de enseñanza, predicación y ministerio pastoral, además de acoger misioneros en tránsito.
¿Por qué esta iglesia es un referente dentro de los hitos arquitectónicos de Madrid?
La relevancia de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas va más allá de su función religiosa. Representa la incorporación del brutalismo a un contexto urbano como el del barrio de Salamanca, tradicionalmente asociado a estilos más clásicos. Este contraste refuerza su carácter distintivo dentro del paisaje arquitectónico madrileño.
Hoy se estudia como un modelo claro de cómo el brutalismo no se limitó a edificios administrativos o educativos, sino que también se extendió a espacios de culto.
De este modo, la iglesia se consolidó como uno de los hitos arquitectónicos de Madrid, tanto por su singularidad como por su capacidad de reflejar una época en la que la ciudad experimentaba profundas transformaciones urbanas.
¿Cómo llegó el brutalismo a España y Madrid?
El brutalismo encuentra su raíz en el término francés béton brut, que significa hormigón crudo. La influencia de Le Corbusier resultó decisiva en su expansión y, en España, encontró terreno fértil a partir de los años sesenta.
Universidades, centros administrativos y templos religiosos adoptaron esta tendencia, caracterizada por mostrar los materiales sin revestimientos, con un lenguaje arquitectónico directo y funcional.
Madrid se convirtió en un escenario importante para este movimiento. En sus calles aparecieron construcciones que, en aquel entonces, no encajaban con la estética dominante. El impacto visual era fuerte y no siempre bien recibido.
Con el tiempo, estas estructuras comenzaron a estudiarse como parte fundamental del desarrollo urbano de la capital.