Nutrición

Ni grasas ni calorías: ésto es lo más importante que debes mirar en la etiqueta de un producto

la mayoría de los consumidores dedica menos de diez segundos a mirarlas

Lo más efectivo es girar el paquete y comparar siempre los valores por 100 gramos

etiquetas
La información que aparece en la etiqueta es clave para ver si un poco es saludable o no.

Fact checked

×

Este artículo de OkSalud ha sido verificado para garantizar la mayor precisión y veracidad posible: se incluyen, en su mayoría, estudios médicos, enlaces a medios acreditados en la temática y se menciona a instituciones académicas de investigación. Todo el contenido de OkSalud está revisado pero, si consideras que es dudoso, inexacto u obsoleto, puedes contactarnos para poder realizar las posibles modificaciones pertinentes.

Mirar la parte trasera del envase se ha convertido en un acto de autodefensa alimentaria. Desde que el Reglamento (UE) 1169/2011 impuso la obligación de declarar energía y seis nutrientes —grasas totales y saturadas, hidratos de carbono, azúcares, proteínas y sal— por cada 100 g o 100 ml, ese pequeño recuadro debería bastar para comparar galletas, yogures o sopas sin quebraderos de cabeza. Sin embargo, en las etiquetas la letra menuda compite con slogans llamativos, tipografías diminutas y dibujos apetecibles en la cara frontal, y la mayoría de los consumidores dedica menos de diez segundos a descifrarlo; ahí empieza el riesgo de malinterpretar la ración real.

El primer escollo aparece cuando el envase suma una columna extra, la de ‘por ración’. El Tribunal de Cuentas Europeo auditó lineales en cinco Estados miembros y comprobó que numerosas marcas dividen una botella individual de refresco en dos ‘tomas’ pequeñas o un paquete de patatas fritas en cuatro puñados ligeros, lo que diluye las calorías, el azúcar y la sal en una cifra engañosa. Esa maniobra rebaja artificialmente el impacto calórico y desorienta al comprador que decide en segundos entre productos casi idénticos. Los auditores advirtieron que este doble formato «añade complejidad e induce a error» y reclamaron a la Comisión campañas de alfabetización nutricional más ambiciosas.

Para abordar este embrollo informativo, la Organización Mundial de la Salud – Región Europa propugna sistemas front-of-pack interpretativos: códigos de colores, semáforos nutricionales y advertencias claras que permitan ‘entender de un vistazo’ si un alimento conviene moderar o descartar. Su manual de 2023 recopila estudios que demuestran que estos esquemas ‘mejoran la elección de productos con menos sal y menos azúcares libres’, especialmente en personas con menor formación sanitaria.

Ración engañosa

Mientras tanto, Bruselas trabaja en un frontal obligatorio armonizado. La Comisión ha encargado a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) la elaboración de un perfil de nutrientes que fije umbrales claros para bloquear alegaciones como ‘alto en proteínas’ o ‘rico en fibra’ cuando el contenido de azúcar, sal o grasa saturada supere los límites saludables. El objetivo es que la información útil salte a la cara del envase y empuje a la industria a reformular recetas antes de que entre en vigor el nuevo sistema frontal en toda la Unión.

Queda claro que la defensa más inmediata sigue siendo mirar las etiquetas, girar el paquete y comparar siempre los valores por 100g. Si el azúcar supera los 10 g o la sal rebasa 1 g por cada 100 g, la OMS aconseja moderar su consumo, sin atender a reclamos como light o ‘0% azúcares añadidos’. Leer también la lista de ingredientes —ordenados de mayor a menor peso— ayuda a detectar cuándo el azúcar, bajo cualquiera de sus seudónimos (jarabe de glucosa, concentrado de zumo, maltodextrina), se cuela entre los primeros puestos.

Un ejercicio casero sencillo consiste en pesar la ración que realmente servimos en casa y compararla con el panel de 100g. En muchos cereales y yogures, la porción oficial oscila entre 30 y 40g, cuando los usuarios reales usan alrededor de 60g o más. Ese exceso de 20g dobla la ingesta de azúcar matinal, y si se repite cada mañana, suma más de tres kilos de azúcares libres al año. El mismo despiste ocurre con las bebidas: algunas botellas de 500 ml usan tablas basadas en 250 ml, lo que convierte en espejismo la cantidad real de líquido y azúcares consumidos.

La investigación académica respalda la eficacia de este gesto de mirar las etiquetas. Un estudio del Institute for Food, Nutrition & Health de la Universidad de Reading siguió a un grupo de adultos británicos durante un año. Tras recibir formación para interpretar la etiqueta nutricional, los participantes redujeron su compra de ultraprocesados en un 12% y aumentaron su ingesta de fibra en un 18%. Esos cambios se mantuvieron doce meses después, demostrando que quienes dominan la tabla trasera mejoran su dieta de forma sostenible.

Rutina para ahorrar calorías

En España, la introducción voluntaria de Nutri-Score ha servido de adelanto. Nutri-Score es un sistema de etiquetado frontal que evalúa la calidad nutricional de los alimentos con un código de colores y letras (de la A, más saludable, a la E, menos saludable) para facilitar decisiones de compra.

Datos del Ministerio de Consumo constatan una caída sostenida en las ventas de refrescos azucarados y un aumento de productos de panadería con calificación favorable. Varios fabricantes de yogures han reformulado sus recetas para pasar de naranja a amarillo, un claro reflejo de cómo los consumidores modifican su elección cuando cuentan con información simplificada a un golpe de vista.

La lista de ingredientes en las etiquetas sigue siendo un instrumento indispensable. Ordenados de mayor a menor peso, revelan si el azúcar —bajo cualquier sinónimo— figura entre los tres primeros lugares. Ese detalle puede transformar un zumo natural en un concentrado de azúcares libres que nada tiene que ver con la fruta fresca.

Hábitos sostenibles

Dedicar veinte segundos a girar el envase y mirar las etiquetas, o escudriñar el cuadro de 100g equivale a revisar el mapa antes de iniciar un viaje: una rutina que puede ahorrarte cientos de calorías semanales, reducir el aporte de sal y favorecer una dieta más equilibrada. El futuro reglamento paneuropeo simplificará aún más la decisión, pero la verdadera revolución está en el segundo de lectura atenta que ocurre ante la estantería del supermercado. Siembra la semilla de la curiosidad: pregunta, compara y no te fíes de la primera impresión. Tu salud —y tu paladar— lo agradecerán.

Lo último en OkSalud

Últimas noticias