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El neuroma de Morton puede requerir cirugía como última alternativa

Un calzado adecuado y el uso de plantillas de descarga alivian sus síntomas

Los ejercicios enfocados a entrenar los arcos del pie y fortalecer la musculatura de las extremidades son una buena medida preventiva

¿Sabes qué es el Neuroma de Morton?

El neuroma de Morton puede requerir cirugía como última alternativa
No es un tumor, sino una neuropatía, es decir, una alteración de los nervios.

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Aunque su nombre hace referencia al médico estadounidense Thomas George Morton, quien ya habló de esta afección en 1876, el neuroma de Morton realmente fue descrito por primera vez por el podólogo Lewis Durlacher en 1845. La podóloga Carmen Moral asegura que afecta cuatro veces más a mujeres que a hombres y que aparece en todas las edades, aunque con mayor frecuencia en pacientes de entre 50 y 60 años.

Pese a su denominación, el neuroma de Morton no es un tumor, sino una neuropatía, es decir, una alteración de los nervios, en este caso, de la zona interdigital del antepié producida por la comprensión que provoca el neuroma. Esto se traduce en la aparición de dolor entre los dedos del pie, sobre todo entre el tercer espacio intermetatarsiano, ya que es más estrecho en comparación con los otros espacios interdigitales. En cualquier caso, puede presentarse en cualquiera de los dedos.

Aunque no se conocen del todo las causas que hacen que los nervios se irriten y se hagan más gruesos, se sabe que es la irritación y el engrosamiento los que producen el dolor, según explican los expertos de TopDoctors. También se valora que la causa pueda residir en algún tipo de daño en el nervio, ya sea por estirarlo demasiado o por sobre comprimirlo.

Una piedra en el zapato

Al tratarse de un problema degenerativo, sus síntomas van en aumento. Comienza con un hormigueo, sensación de entumecimiento o picor en los dedos y en la zona delantera de la planta del pie. Algunas personas lo describen como si tuvieran una piedra en el zapato, señala la Clínica Universidad de Navarra (CUN). Si no es tratado correctamente, el paciente puede desarrollar dolor agudo en la zona que en ocasiones provoca dificultades para caminar y puede producir deformaciones.

El uso de tacones altos, zapatos ajustados o mal ajustados, algunos deportes (sobre todo aquellos que implican un impacto repetido en el pie como correr o deportes de raqueta) y otros problemas como tener dedos en forma de martillo o juanetes, pie cavo o pie plano son algunos factores de riesgo. Aunque no está claro que produzcan el neuroma de Morton, sí que se sabe que lo exacerban. Por ello, se recomienda utilizar calzado cómodo, de la talla correcta y adecuado al pie de cada persona.

Se ha comprobado que se desarrolla con mayor frecuencia entre el tercer y cuarto metatarsiano (en un 75% de los casos), aunque es posible que se desarrolle entre el segundo y el tercer espacio intermetatarsiano (17%). Solo en un 8% de casos se desarrolla en otros espacios interdigitales, según exponen los especialistas de Fiosioterapiaonline. Además, los expertos añaden que todas las acciones enfocadas a reducir la carga sobre el antepié pueden disminuir el riesgo de padecer esta lesión. También destacan la importancia del uso de calzado ergonómico.

Asimismo, resultan útiles las almohadillas plantares y las plantillas ortopédicas adaptadas a las características de tus pies, ya que aumentan la capacidad de distribución de la carga del antepié y, por ende, reducen el riesgo de comprimir algunos nervios interdigitales plantares. Es importante destacar que los ejercicios enfocados a entrenar los arcos del pie y fortalecer la musculatura de las extremidades son una buena medida preventiva.

Diagnóstico y tratamiento

El especialista en cirugía de pie y tobillo, Jorge Bernardos García, señala que «para diagnosticar el neuroma de Morton existen pruebas que exigen provocar dolor en el paciente, como la compresión de la paleta metatarsiana (se abrazan todos los metatarsianos con una mano y se aprietan mientras que con la otra palpamos el espacio intermetatarsiano por arriba y por abajo), creando así la posibilidad de poder percibir un ‘click’, que no es otra cosa que el resalte del neuroma al resbalar entre las cabezas de los huesos».

Y prosigue: «Las más utilizadas para el apoyo diagnóstico, pero que nunca deben prevalecer sobre la exploración clínica, son la ecografía y la resonancia nuclear magnética. La ecografía tiene la ventaja de que es una prueba dinámica y, con ella, se puede detectar la migración del neuroma».

En cuanto al tratamiento de la dolencia, se establece en varias etapas de menor a mayor agresividad. La primera fase consiste en el tratamiento de los síntomas y adecuación del calzado, es decir, usar un zapato de puntera ancha para no comprimir el pie y realizar tratamiento farmacológico mediante antiinflamatorios o antineuríticos.

Los antiinflamatorios buscan disminuir la inflamación concomitante que suele haber en estos procesos en forma de bursitis (las bursas son pequeñas almohadillas que hay en el cuerpo para evitar roces entre estructuras) y los antineuríticos buscan modular la respuesta nerviosa, es decir, modificar la intensidad con la que el nervio transmite su señal de dolor.

En segundo lugar, se deben emplear plantillas de descarga que cubran toda la suela del pie y que, como medida especial, tengan una barra retrocapital, es decir, una pequeña elevación justo por detrás del apoyo de la base de los dedos. Esta medida busca retrasar el punto de presión plantar y descargar así la zona en la que el neuroma es comprimido.

Si los tratamientos anteriores no funcionan, se comenzará con infiltraciones, que se realizan con una inyección de corticoides y anestésico local en el espacio interdigital afectado. Con esto se busca disminuir la inflamación alrededor de la lesión (igual que los antiinflamatorios, pero de un modo más directo). La mejoría suele tener una duración limitada y variable, pero, en ciertos casos, puede ser resolutiva.

Si los dolores continúan, se realizará una cirugía, existiendo dos alternativas: la retinaculotomía y la extirpación. La primera, por su parte, consiste en seccionar el ligamento del espacio afectado mediante una endoscopia abriendo dicho espacio, evitando que el ligamento se tense y eliminando la compresión sobre el neuroma. La ventaja es que no se realiza ninguna acción sobre el propio nervio. Una clave para el beneficio mayor de esta cirugía es ponerse a andar desde el primer día, para ir abriendo el espacio con el peso del cuerpo.

Por su lado, la extirpación se realiza por la parte superior del pie, identificando el nervio afectado y eliminándolo, hasta llegar a la zona del nervio más próxima con tejido sano. Esto suprime por completo la sintomatología, pero deja una zona de sensibilidad alterada con parestesias en la zona de piel dependiente del nervio resecado. Los pacientes refieren esta sensación como «acorchamiento».

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