La ‘fashionaria’ del sanchismo
Anda la izquierda política española revuelta a cuenta de las luchas de poder que el feminismo empoderado libra con el permiso del gallo alfa, quien ha hecho de su insignificancia política su mejor significante mediático. La pelea sumatoria por ver quién le guiña a Sánchez el nuevo rumbo que tomará su autocracia, hace invisible la aritmética sociológica que se nos viene. Una vez el PSOE ha tocado suelo y se constata que los escándalos del socialismo no hacen mella en gran parte de la España cautiva y enferma de partido, el foco está ahora en el proyecto de Yolanda Díaz, la sindicalista que transitó de indepe gallega en su clímax de tertuliana iletrada por las televisiones del rojerío a Lady Paro como ministra del sanchismo.
Cuatro años en un gobierno dirigido por Sánchez le ha servido a la fashionaria posmoderna para aprender que los fondos públicos sirven para proteger la causa propia. No sabe cuántos parados hay en España, pero sí reconoce las provincias que se ha recorrido para sacudir al activismo más extremo de izquierda, ese que consolida el suelo comunista desde Anguita y ahora bebe los sorbos por un proyecto que siga agitando los fantasmas populistas que tanto gustan al comprometido de sofá.
Una vez descontada en la calculadora la toxicidad de Podemos, el proyecto de la nueva izquierda unida pasa por sumar los restos bolivarianos del 15M a la próxima era de felicidad que Yolanda acaudilla. El objetivo son los treinta y cinco escaños, que sumados a la centena con la que aspiran en Ferraz a mantener prietas las tropas alimentadas de propaganda y bonos sociales, da para repetir en Moncloa despropósitos y desengaños. Cuentan para ello con la cuarentena de sillones en el Congreso que los diferentes partidos nacionalistas y cantonalistas aportarán con fidelidad a la causa. Esa siniestra reedición sepultaría la democracia española de forma definitiva, convertida en un trasunto kirchneriano en versión castiza, con Sánchez entronizado por la gracia de Dios, o sea de él.
No se entiende que si la contraparte sumatoria ofrece una alternativa viable y factible para derogar de la escena política al peor gobierno que ha tenido España en su historia, Feijóo, en su loable intento de reunificar al centroderecha, se obceque por eliminar cualquier acuerdo con el apéndice que lo hace posible. No hay sondeo que evite la llegada de Alberto a Moncloa que no pase por su entente cordiale con Abascal. Le guste o no. Porque el PSOE, en su nada creíble regeneración tras el paso del autócrata, no va a permitir que desde Génova se deconstruya el legado de Don Pedro. Feijóo debe elegir: o derogar el siniestro mandato sanchista, con sus leyes, socios y medidas, que han fragmentado la convivencia social y soterrado cualquier atisbo de una España conciliadora, o afrontar con valentía el mandato que le darán las urnas, cuyo primer adelanto lo tendrá en mayo. Y debe empezar por parecerse a la versión contundente y firme de las últimas semanas y no a aquella con la que inició mandato. La España cansada de sanchismo no necesita que su principal alternativa le dedique mimos de salvación. El bipartidismo hace tiempo que murió en brazos de alternativas colaterales. La izquierda lo ha entendido mejor. Y ahora es Yolanda, por delegación de Sánchez, quien está destinada a ahormar al nuevo Frankestein que se avecina.