Ya está aquí su guerra civil

Ya está aquí su guerra civil

Ha sido comprobar que les queda poco en la poltrona y tocar las cornetas en la izquierda de sangre y arrebato, como ya hicieron en el treinta y tres, cuando perdieron las elecciones y decidieron acabar con la democracia. Porque la izquierda, por lo general, sólo cree en la democracia cuando gobierna, aunque difunda al mundo lo contrario como artilugio de propagada efectiva. Entonces, se dedican a democratizar las almas, primero en las escuelas y después en los medios, haciendo de la doctrina y el activismo una forma de vida basada en el negocio de las causitas divisivas y los chiringuitos creados ad hoc para mantenerlas.

La inoculación del odio constante en una parte de la población con ánimo de provocar fisuras de convivencia y aprovechar el caos para imponerse como parte pacífica del mismo conflicto que ella misma ha generado, le ha proporcionado abundantes réditos culturales, sociales y económicos durante más de un siglo, de ahí su condición buenista que admite todo tipo de acciones verbales y físicas contra el adversario, matanzas contra la razón y violaciones a la ley. Su concepción política se basa en la uniformidad moral, a partir de la cual impone al mundo su visión controladora y totalitaria. En dicha visión, no admite el debate o la discrepancia, sino el sometimiento y la aceptación de los marcos mentales establecidos, a saber: lo público es sagrado, lo privado es malo, la izquierda te protege, la derecha te roba, el empresario te explota, el trabajador te coopera. Mantras sobre las que ha establecido su monopolio mental y académico. Cualquier negación de lo establecido, supone la cancelación o eliminación verbal y física del adversario. De ahí su constante obsesión en controlar lo que se enseña en las escuelas, lo que se dice en los medios y lo que la gente debe saber.

El último episodio de violencia dirigida por la izquierda que gobierna y roba, tras desatar el caos en media España con ayuda de los terroristas callejeros de ETA-Hamás, lo protagonizó la ministra Mentira-Montero en el Parlamento esta semana. Cuando le tocó intervenir, se alzó en el escaño con esa particular soberbia de quien corre al abrazo de la inteligencia, pero nunca le alcanza, y le soltó a Feijóo que se preocupe «por llegar vivo» al final de legislatura. La última vez que un dirigente socialista esputó tamaña advertencia a un líder de la oposición en la tribuna del Congreso de los Diputados, ese líder de la oposición fue asesinado a los pocos días. Se trataba de José Calvo Sotelo, a quien Luis Cuenca, escolta del dirigente del PSOE Indalecio Prieto, sacó de madrugada de su domicilio para pegarle varios disparos tras subirle a un carro motorizado con más miembros del Frente Popular, dispuestos y adiestrados para sembrar el terror por las calles de Madrid. También intentaron asesinar a otro líder de la derecha, Gil Robles, pero no le encontraron en casa. Y todo, después de haber perpetrado tres golpes de Estado en cinco años, uno contra España, en 1931, cuando ganaron las candidaturas monárquicas y obligaron al rey Alfonso XIII a exiliarse, otro contra la democracia, en 1934, cuando no aceptaron que los españoles votaran a la CEDA y se alzaron por ello en Asturias y Cataluña, provocando miles de muertos y heridos, y el último, en febrero de 1936, contra la legalidad, cuando secuestraron las sacas electorales a punta de pistola para garantizarse el gobierno que poco después sometería a la nación al clima bélico cuya espita explotó tras el mentado asesinato de Calvo Sotelo.

No es una desgracia episódica la que narro, sino el modus operandi habitual de la izquierda cuando percibe que va a perder el poder o lo pierde definitivamente: activar la democracia fallida y generar el contexto preciso para la alteración del orden púbico, sea con los recursos que controla (policía, medios de comunicación, instituciones y funcionarios, activistas ultras) o generando un clima de presión sobre el oponente, al que deshumaniza y etiqueta con calificativos extremos que justifiquen su eliminación. El reciente asesinato de Charlie Kirk no fue un aviso, sino la norma que, de vez en cuando, impone la izquierda para avisar de lo que sucederá si te sales del carril.

Y es lo que vamos a vivir en los próximos dos años, porque esta izquierda vividora y trincona que ha asumido que no quiere perder el tren de vida que ha tenido siempre (los más) o desde el 15-M (los menos), hará lo que haga falta para seguir empotrada en las mismas instituciones que ha depredado y degradado. Socialistas y comunistas han determinado que, si por mor del rechazo popular, sus dirigentes no pueden salir a la calle, la harán arder, como hicieron en el pasado. La guerra civil que están cocinando, ya está aquí. Que nadie piense que Sánchez, cuando afirmó que su modelo a imitar era Largo Caballero, el autor de «el socialismo es incompatible con la democracia» no estaba hablando en serio y diciendo la verdad por primera vez en su vida.

Lo último en Opinión

Últimas noticias