¡Viva el Rey!

opinion-liberal-enfurrunada-interior (14)

Ellos sobre todo odian a Felipe VI de una forma personal y enquistada, pero también odian a la monarquía española que representa a nuestra Constitución y a la Transición, de las que tan orgullosos estamos todos los demócratas españoles. Ellos no lo son, los enemigos de Felipe VI no son demócratas, son de los que a la democracia le tienen que poner un adjetivo, como por ejemplo “popular”, “real”, “bolivariana” o “catalana”. Y al frente de todos los odiadores está Pedro Sánchez, que no odia a Felipe VI, sólo lo envidia, porque es más alto, más guapo, más elegante, está mucho mejor formado que él y, sobre todo, ocupa con dignidad un puesto por encima del de Sánchez y tiene el cariño y la admiración de la inmensa mayoría de los españoles. Tiene todo lo que jamás podrá tener él porque Sánchez sólo tiene una ambición desmedida y una capacidad para destacar entre mediocres a costa de cualquier cosa. Sánchez es capaz de todo para satisfacer su ambición y puede hacerlo sin la menor vergüenza ni ningún remordimiento. Hay que echarlo antes de que haga más daño.

El odio contra Felipe VI se desató hace justo ahora tres años, cuando nuestro monarca se puso delante de las cámaras de televisión y en sólo seis minutos los situó a todos en su sitio. Con más serenidad de la imaginable en aquellas circunstancias, cuando todo el mundo asistía asombrado a la rebelión pública de las autoridades catalanas que fueron capaces de llevar a cabo el referéndum del 1-O que el Gobierno de Rajoy y Sáenz de Santamaría no fueron capaces de impedir, pese a que se habían comprometido públicamente a que no lo permitirían, a las 21.00 horas del 3 de octubre de 2017 nos dijo a todos los españoles que en él sí podíamos confiar, que él no iba a consentir la fractura de España, que no nos iba a fallar. Y cumplió su promesa.

Felipe VI se puso por delante del resto de autoridades españolas y tiró de ellas para que adoptaran las medidas que deberían haberse aplicado antes, para así haber evitado llegar tarde a aquel golpe de Estado. Acusó a los líderes secesionistas de haberse situado fuera de la ley y de poner en riesgo la estabilidad de Cataluña y de toda España con su conducta irresponsable. Y lideró la respuesta política y ciudadana que la situación requería, siendo ese liderazgo lo que no le han perdonado ni los golpistas ni la extrema izquierda del resto de España que aspira con ellos a dividir y arruinar el país para, aprovechando la confusión, poner fin al régimen democrático del que gozamos desde la Transición e instaurar un nuevo régimen al más puro estilo chavista, que es lo que todos estos aprendieron a hacer durante sus viajes a Venezuela.

Sánchez por el contrario no pretende cambiar ningún régimen, él sólo tiene ambición personal y para satisfacerla no va a medir las consecuencias ni siquiera, aunque ello suponga destruir nuestro régimen constitucional. Sánchez no es ni republicano ni monárquico, no es ni centralista ni independentista. Sánchez sólo es sanchista. Para lograr el poder, si le hace falta, resucitará a las dos Españas que con tanto esfuerzo y sacrificio enterramos en la Transición. Sólo pretende aferrarse al poder al coste que sea y el precio que le quieren hacer pagar los independentistas y la extrema izquierda ya sabemos todos cuál es; la cabeza de nuestro magnífico rey, don Felipe VI. Por eso, con independencia de que en el fondo nos sintamos más o menos monárquicos, debemos defender todos con uñas y dientes esa trinchera que ahora mismo representa el último dique de contención de nuestra democracia. Porque amamos a España, a nuestra Constitución y a nuestra democracia, gritamos todos a una: ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva el rey de España!

Lo último en Opinión

Últimas noticias